Adela
Cortina,
Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, escribe
sobre educación. Pero no de cualquier educación, sino de educación moral, algo
en lo que es experto mi colega Félix
García-Moriyón.
Una vez señalado que no vamos ahora muy finos
los ciudadanos con respecto a moralidad, Cortina comenta lo que, según ella,
sugieren las investigaciones actuales sobre las
relaciones de la neurociencia con la moralidad.
Sostiene esta profesora de ética que los
neuro-científicos proponen mejorar la conducta moral de los humanos manipulando
directamente sus cerebros. ¿Por qué? Porque otras estrategias más 'conductuales'
parecen naufragar, como la propia Cortina admite. La educación fracasa, así que
algo habrá que hacer, dice.
Señala algunos ejemplos de lo que puede
deducirse que los científicos sugieren:
(1) La oxitocina mejoraría nuestra confianza.
(2) Inhibir la serotonina aumentaría nuestra
cooperación.
(3) El ritalín reduciría nuestra agresividad.
O sea, añadamos un cóctel de sustancias de
esta naturaleza a los cereales que los chavales ingieren por la mañana antes de
ir al colegio y todo irá mucho mejor en la sociedad.
Incluso podría llegar a implantarse un chip
en la base del cuello (o en la muñeca, o en la base de la columna vertebral) para
leer sobre la marcha cómo andan nuestros niveles hormonales y, como resultado
de ello, reconfigurar una indeseable combinación.
Pongamos un termostato moral en nuestras vidas.
¿Para qué insistir en una educación que
parece no funcionar? Vayamos al grano.
Naturalmente Cortina no comulga con esta
posibilidad. Y le asusta. Mucho. Escribe: "proyectos como éste pertenecen todavía a la tecno-ciencia
ficción, pero las ficciones pueden convertirse en realidad en el medio y largo
plazo, y conviene que la ciudadanía las conozca para formarse una opinión y
debatirla".
Hay que debatir
mucho. Debatir conduce a los filósofos al éxtasis. No importa que al 90% de los
mortales no le interesa en absoluto debatir y prefiera otros tipos de
actividades menos sesudas. Hay que debatir porque debería preocuparles.
Cortina sigue
siendo partidaria de la educación para aumentar la moralidad de la ciudadanía y
ve con preocupación la idea de servirse de fármacos para alcanzar ese objetivo.
Si a Pepe le duele
la cabeza puede tomarse una aspirina, pero si percibe un aumento de su
agresividad no debería chutarse un ritalín.
Un pelín dualista,
pero qué se le va a hacer.
Mantengo desde hace tiempo muy buena relación con Adela Cortina, a la que considero una buena pensadora, aunque no comparto cuestiones fundamentales de sus reflexiones morales. En este caso, estoy más bien de acuerdo con Roberto Colom, aunque no creo que sea necesario optar por disyunciones excluyentes. Es decir, los conocimientos aportados por la ciencia son fundamentales para la reflexión filosófica y esta se articula a partir de lo que esos conocimientos descubren. Adela está prestando seria atención a lo que la neuroética está descubriendo, dado prueba de una correcta sensibilidad. Por otra parte, la reflexión moral sobre el papel de la libertad en la conducta humana es muy antiguo y de difícil solución. Mencionando solo un ejemplo reciente, conocido por casi todo el mundo, recuerdo la película La Naranja Mecánica.
ResponderEliminar¿Deben utilizarse medicación para mejorar el comportamiento de las personas? Creo que sí. ¿Puede ese tratamiento terminar afectando la libertad personal? Probablemente también.
Félix García-Moriyón
¿Y de donde viene la idea de que la hiperactividad tiene que ver con la moralidad? Yo creo que tiene más que ver con la vida urbana y la educación obligatoria.
ResponderEliminarGracias Paco. Habrá que preguntarle a los 'expertos' en moralidad.
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