Los recientes sucesos de Cataluña constituyen un síntoma. Quieren y desean, algunos
ciudadanos catalanes --al menos 600.000 de los 7 millones de habitantes de esa comunidad autónoma, incluyendo el ex-entrenador del FC Barcelona-- una secesión
del resto de España para, supuestamente, quitarse esa mancha de la camisa. El
contacto con los españoles parece producirles nauseas. Consideran que los demás
españoles, no ellos ni sus propios gestores, son culpables de que su comunidad sea, actualmente, la más
endeudada de España (42.000 millones de €). Balones fuera.
La reacción de quienes se sienten tan desagradablemente
rechazados es predecible, pero, vaya usted a saber por qué, no se está
produciendo. No hace demasiado, un buen amigo de Euskadi me reconocía que, algún día, los habitantes del País Vasco
agradecerán al resto de los españoles su paciencia y tolerancia ante la masacre
social de los más de 1.000 asesinatos perpetrados por los etarras. Sin embargo,
la candidata a Lehendakari Laura Mintegi
(de EH Bildu) confiesa que el proceso de independencia del país vasco es
inevitable porque "es incómodo estar en casa ajena". Y, en
referencia a los crímenes de ETA, añade que "no se
puede medir la tragedia en términos cuantitativos". Paciencia,
una vez más.
Se habrían podido adoptar medidas de 'venganza' hacia los vascos, igual que se podría hacer ahora hacia
los catalanes. Pero esos españoles, que tan mala prensa tienen en Europa, han
actuado distinguiendo con una madurez envidiable a los asesinos de los vascos.
Ahora hacen lo propio con quienes quieren aprovecharse de la mala situación
económica que atraviesan los ciudadanos catalanes para sacar tajada y los que
desean empujar en la misma dirección para alcanzar la cima de la misma cumbre.
El temido recorte económico, que es, creo,
una de las principales causas detonantes del actual malestar social, comenzó en
2010 con Zapatero y continúa ahora
con Rajoy. Se aceptó que el primero
hizo lo que no deseaba, pero con Rajoy no se tiene piedad, a pesar de que ambos
representantes políticos han contribuido a degradar el llamado estado del
bienestar. Algunos medios y determinados presuntos intelectuales hurgan sin
reparo en la herida para promover la crispación y darles la razón a quienes disfrutan
al ver renacer una versión actualizada de la famosa leyenda.
En medio de esa coyuntura recortadora se
activa el famoso movimiento 15 M
(tenía razón Dámaso Alonso cuando
decía que vivimos en el siglo de las siglas --y seguimos en ello ahora en el XXI). Sus miembros reclaman una
democracia real y una mayor participación de los ciudadanos en las decisiones
políticas. Lejos de reavivar la leyenda, este movimiento se propaga e imita en
otros países. Sin embargo, ese movimiento conjuga mal con el deseo de una
mayoría de ciudadanos (un 63%, para ser exactos) de ser gobernados por
tecnócratas que hagan regresar las aguas a su cauce. Están hastiados de los
políticos y les consideran incompetentes e interesados. No piensan que el 15 M
sea una solución, y, además, eso de participar en las decisiones políticas les
resulta agotador (un 42% lo considera negativo de hecho y el 50% carece de
interés por la política). Prefieren que sean otros los que hagan el trabajo, y
si puede ser por un módico precio, tanto mejor.
Las redes
sociales invitan a la rebelión. Algunos de mis compañeros de trabajo envían
regularmente, usando las listas de distribución de información por email,
convocatorias de protestas, sentadas ante el congreso, o listados de
actuaciones corruptas de los políticos (generalmente seleccionando exclusivamente
casos de alguna de las dos principales corrientes ) encaminados a
exigir el arreglo de entuerto y la devolución de los recursos sustraídos por medios
fraudulentos.
Hay representantes políticos, como Sánchez Gordillo (del Sindicato Andaluz
de Trabajadores) que adoptan una estrategia de actuación similar al famoso
ladrón de los bosques de Sherwood.
Ocupa fincas vacías y roba en los supermercados para proporcionar cobijo y
alimento al necesitado. La prensa internacional aprovecha para subrayar la
gravedad de la crisis económica en España. La revista alemana 'Der Spiegel' habla de revueltas violentas habituales en España en respuesta a la
crisis. El diario británico 'The Telegraph' y el francés 'Libération' subrayan la práctica creciente de rebuscar
en contenedores de basura, usando el caso de los candados de Gerona.
Superamos, sobre el papel, los cinco millones
de parados, y lo peor, lo realmente dramático, es que se aproxima a los dos
millones el número de familias en las que todos sus miembros carecen de
trabajo. Sin embargo, hay perfiles profesiones que escapan a la amenaza del
desempleo. El problema es la configuración de esos perfiles: carrera universitaria, idiomas, manejo de las tecnologías
básicas, internacionalización y versatilidad. El
mercado laboral demanda ahora personas acostumbradas al sacrificio, al estudio
y a la organización del tiempo. Sin embargo,
cada año se matriculan menos estudiantes de ingeniera en las universidades
españolas. Las matrículas en los centros de ingeniería informática y
telecomunicaciones han caído un 40% desde 2003. Los empresarios, que son
quienes crean riqueza, dicen que la Universidad se centra demasiado en la
investigación y se olvida de promover la creatividad y la capacidad de
emprender.
Los excelentes ingenieros que se
forman en España se van. La generación más preparada de nuestra historia no
contribuye a mejorar la situación de su país, sino la de los demás. Viajan a,
por ejemplo, Alemania. El Institute for
Management Development (IMD) publica un informe en el que se consigna el
dato de que España es uno de los países donde más fácil resulta encontrar personal
cualificado. El IMD ordena a casi 60 países y España se
encuentra en la posición 13 (el sexto dentro de la UE 27). Francia
ocupa el puesto 30 y Reino Unido el 32. Alemania y Austria aparecen en la parte
baja de la tabla. Es, por lo menos,
paradójico.
Recientemente, Emilio Botín recordaba que "los españoles somos una gran nación y la sociedad cuenta con importantes
fortalezas: un sistema democrático consolidado, un sector empresarial
exportador competitivo y potentes multinacionales, unas infraestructuras de
primera gracias a las fuertes inversiones realizadas en los últimos 20 años, un
capital humano muy cualificado, un elevado porcentaje de graduados
universitarios superior a otros países y una producción científica que es la
novena del mundo".
Y añadía que "las dificultades actuales no deben afectar a nuestra confianza
y capacidad de acción".
Un ciudadano, que predica con el ejemplo, al que se ignora. Es de los otros.
Según Antonio
Brufau, presidente de Repsol, somos
el país de la OCDE donde más crecen las exportaciones desde 2009. Para Ángel Ron, presidente del Banco Popular, la crisis ha
distorsionado la percepción que los mercados tienen sobre España: "somos una potencia
mundial en energías renovables, tecnología aeronáutica, distribución o turismo,
con empresas referentes en cada sector. Para que esa realidad prevalezca es
necesaria una apuesta firme por comunicar nuestros aciertos y nuestros fallos y
devolver así la confianza, remarcando nuestro compromiso con el esfuerzo común
para regresar a la senda de la recuperación y el crecimiento".
Javier Monzón, presidente de Indra, sostiene que "España tiene un
relevante potencial y un amplio número de empresas que están demostrando saber
competir globalmente. La internacionalización empresarial es una de las claves
para crecer y crear empleo; su base principal ha de ser el capital humano y la
innovación. Muchas de las acciones
necesarias en estos ámbitos no requieren más recursos económicos, sino acciones
decididas en organización, regulación y gestión por parte de los
distintos agentes involucrados".
Wolfgang
Schäuble,
el ministro de economía de Alemania, confiesa que España está pagando el pato
de las dudas sobre el euro. Nuestra prima de riesgo es absurda. Es natural que
Rajoy dude sobre la inyección de dinero del BCE. Endeudarnos puede ser atractivo
a corto plazo, pero vendernos al mejor postor puede ser un estúpido suicidio a
medio plazo.
Vean, si lo desean, esta intervención del
actor y político Toni Cantó:
Es una expresión elocuente del malestar
social.
Con todo, la pregunta que quizá deberíamos
hacernos cada uno de nosotros, no lo vascos, los catalanes, los madrileños, los
valencianos o los andaluces, sino cada uno de nosotros, es en qué clase de sociedad deseamos vivir.
Tal y como describía el post publicado en el día de ayer, una política centrada en el
individuo es radicalmente diferente de una basada en los grupos. Los grupos son
divisivos, destructivos y terriblemente injustos. Una política basada en grupos
se aleja peligrosamente de una deseable y verdadera democracia. Me atrevo a
sugerir que Mas y Mintegi, Guardiola y del Bosque, o Rajoy y Rubalcaba, como
ciudadanos que son, persiguen objetivos vitales compartidos con cada uno de
nosotros.
Pero cuando nos adherimos a una tribu, a una facción, perdemos visión y abrimos la puerta a la sin razón. Y quizá a algo bastante peor.
Pero cuando nos adherimos a una tribu, a una facción, perdemos visión y abrimos la puerta a la sin razón. Y quizá a algo bastante peor.
A muchos catalanes les llevan convenciendo, desde que son niños, de que "España les roba" y les odia, que no les dejamos vivir en paz y que queremos destruir su cultura. Veo a mi alrededor a gente muy inteligente que reduce su capacidad de argumentar a la de un chimpancé cuando se habla sobre el tema España-Cataluña. Hablan del tema con la demagogia que los políticos les han transmitido y con la pasión de un fundamentalista religioso. Ahora, en tiempos de crisis, su espíritu independentista se dispara, porque piensan ingenuamente que es su única esperanza para salir a flote.
ResponderEliminarA mí me parece estupendo que amen a su patria, a su idioma y a sus costumbres, y también que busquen su independencia y su solvencia económica. Lo triste es que no lo hagan "en libertad", porque ellos no han elegido libremente esa posición; les han criado para el conflicto y para creerse diferentes a los demás.
Interesante comentario. Quizá alguien que se sienta aludido pueda matizarlo. O incluso negarlo. Quien sabe. Como catalán de origen, y con media familia residente en esa región, me gustaría transmitir la tristeza que me provocan estas tendencias divisivas. Y lo poco que encajan con lo a gusto que me siento cada vez que visito mi tierra natal. Jamás tuve la sensación de estar en casa ajena.
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