‘Cielo e infierno’
es el título del capítulo cuarto. Sagan
se traslada a Siberia para contarnos
la historia sucedida a comienzos del siglo XX. Algo colisionó en 1908 sobre una
región remota (Tunguska) produciendo
un caos que pudo percibirse a miles de kilómetros. Durante tiempo se buscaron
explicaciones al suceso hasta dar con la solución: un
fragmento de cometa produjo la explosión sin dejar rastro visible porque el
hielo del que estaba hecho se evaporó a golpear nuestro planeta.
Es este un capítulo intenso en el que Sagan usa el caso
paradigmático de Venus para
recordarnos qué puede suceder si no aprendemos a entendernos adecuadamente con la
Tierra.
Aunque ya se habían averiguado algunas cosas, gracias al uso
de la astronomía espectroscópica (que permitió
'ver' a través de las densas nubes que cubrían el planeta) fueron las naves sin
tripulación ‘Venera’ de los rusos las
que, en el noveno intento, lograron aterrizar en Venus. Pudieron enviar
imágenes directas a la Tierra para comprobar que, lejos de ser un lugar
pantanoso, como se había creído por la enorme cantidad de nubes que conforma su
atmósfera, era un lugar desolador con una temperatura
que rondaba los 400 grados centígrados y con una presión atmosférica 90 veces
superior a la de nuestro hogar.
El Sol calienta Venus, pero el planeta apenas se puede
enfriar a causa de un poderoso efecto invernadero. El mismo efecto que amenaza
a la Tierra, según algunos expertos en el clima. Destruir los bosques y
aumentar los residuos industriales no hace ningún bien a la salud de nuestro
planeta. En lugar de respetar las reglas que más o
menos conocemos, parecemos empeñados en buscar el modo de violentarlas.
Más o menos conocemos, digo, porque, como sistema complejo, a
lo más que por ahora podemos aspirar es a predecir
determinados sucesos a partir de las regularidades que hemos observado en el
pasado. Sabemos que ese sistema se auto-regula (Gaia) pero pudiera suceder que nuestras actividades distorsionen
ese proceso y convirtamos nuestro hogar en un infierno. Un infierno como
nuestro vecino más próximo al Sol.
Sagan confiesa que ningún científico sensato diría que Venus
es el resultado de millones de venusianos conduciendo vehículos de modo
desaforado. Sin embargo, Venus nos ayuda a visualizar en qué puede convertirse
este bello planeta azul que habitamos si insistimos en servirnos de sus
recursos para obtener un dudoso y miope beneficio económico.
Nuestros mapas políticos nos recuerdan, insistentemente, que
estamos divididos en países, y que algunos son más ricos que otros. Pero una
visión de la Tierra desde la atmósfera, desde el espacio exterior, nos grita
que todos –europeos y americanos, africanos y asiáticos-- habitamos y
compartimos un mismo hogar.
Hagamos un uso eficiente de la energía y ayudemos a que los
países pobres puedan llevar una vida digna. Puede y debe hacerse: "nuestra
inteligencia y nuestra tecnología nos
han dado poder para afectar el clima. (Pero) la Tierra es un mundo minúsculo y
frágil. Hay que tratarlo con cariño".
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