El segundo capítulo ('Una voz en la fuga cósmica') describe cómo
suponen los científicos que se produjo la evolución, desde los primeros
aminoácidos hasta el homo sapiens. Sagan
usa su particular calendario cósmico para ordenar los presuntos sucesos, desde
la aparición de los organismos unicelulares hasta los mamíferos pasando por las
algas y los dinosaurios.
Recurre al famoso experimento de laboratorio Miller y Urey, hecho alrededor de 1950,
para ayudarnos a visualizar cómo se pudo producir la síntesis de materia
orgánica a partir de los elementos presentes en la Tierra y de su primigenia
atmósfera. Reconoce el divulgador que se ve obligado a especular porque no es fácil comprender los pasos que le suponemos a la
evolución. De hecho, por ahora no tenemos la más remota idea.
La animación de 40 segundos que resume el proceso evolutivo
es pura especulación. Realmente efectista, pero nada más (véase el video).
Eso sí, Sagan sale por la puerta grande al mostrar que
compartimos con el resto del reino animal y vegetal el
mismo lenguaje cifrado en el ADN. Ese hecho, y aquí no hay discusión
posible, sugiere que compartimos un ancestro común, pero eso es todo. De ahí a
conseguir explicar de dónde proviene esa molécula capaz de replicarse a sí
misma media un largo y quizá tortuoso trecho. Que
poseamos una descripción verosímil de los hechos pasados no convierte la
secuencia en algo cierto.
Tan misterioso es realmente el mecanismo que recurre, en la
actualización producida diez años después, al hecho de que los asteroides que colisionan con la Tierra acarrean
aminoácidos. Quizá el origen de la vida proviene del material traído por
los asteroides al que ahora es nuestro hogar. Pero ¿de
dónde provienen los aminoácidos que portan esos trozos de roca?
Admitir nuestra ignorancia sobre ciertas cosas no reduce los
logros alcanzados. Son extraordinarios. Desde luego, no podemos cerrar el
capítulo sobre cómo es que estamos aquí y podemos preguntarnos por nuestro
origen estelar.
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