Suena bien, pero poco más.
Se ha llegado a tal extremo que hasta algunos periodistas se mofan. Y con razón.
Ramón Muñoz, por ejemplo, usa el siguiente ejemplo para explicarle al lector la esencia de la Psicología positiva:
"Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío".
Aunque su origen reside en un movimiento (promovido por Martin Seligman a finales de los 90) y destinado a 'des-patologizar' los trastornos psicológicos, la idea se ha transmutado en absurdas variantes.
Ese origen está en la Psicología, de acuerdo, pero se han apuntado al carro profesionales de campos tan diversos como la economía o el cine.
Barbara Ehrenreich intenta poner un poco de orden en su obra ' Sonríe o muere'. Denuncia lo que ella considera acoso psicológico, sufrido, por ejemplo, por los ciudadanos desempleados. No se les permite observar el fenómeno desde un ángulo que no sea el mensaje de "relax, que no tengas trabajo es un reto, un motivo para desarrollarse personalmente".
Las desgracias ya no son tales, sino que ahora son oportunidades.
¿Quién tendrá, entonces, el cuajo de protestar?
¿Estamos dispuestos a que nos sitúen en el círculo de desconfianza?
Sin embargo, como señala acertadamente Ramón Muñoz, existe una zona intermedia entre el optimismo sin cuartel y la depresión irreversible. Sigue abierta la posibilidad de ser realista.
Como es usual, los medios han amplificado el éxtasis de quienes se subieron al carro del optimismo. Vieron negocio y acertaron.
Ningún científico de la conducta serio puede apoyar las premisas en las que supuestamente se basa la Psicología positiva de la que se sirven, descaradamente, quienes negocian con nuestras desgracias.
Desgracias en forma de paro, enfermedad, desamor, depresión o discapacidad intelectual, por poner solamente algunos ejemplos.
Los psicólogos que han dado píe a esta situación surrealista deberían rectificar públicamente.
Una desgracia es una desgracia, y lo que debería subrayar el profesional de la conducta humana es que no todas las personas se encuentran en la misma disposición para enfrentarse a ella. Su natural carácter es un importantísimo componente a considerar cuando el psicólogo intenta, con más o menos éxito, echarle un cable para superarlo.
Con todo, por más que se pueda sobrellevar, carecer de empleo o que tu hija haya fallecido cuando un conductor suicida colisionó con ella al regresar de una fiesta, seguirán siendo hechos rotundamente negativos.
Es absolutamente natural que nos importe un bledo que un 'predicador' diga en la televisión que debemos visualizarnos rodeados de euros o paseando con Laura por el Eliseo.
Al negarnos, entraremos en el círculo de desconfianza y seremos víctimas del ostracismo más cruel, pero, al menos, seremos realistas y percibiremos la fuerza de la gravedad.
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