Pere Estupinya es un bioquímico que se dedica a explicar ciencia a una audiencia general en su blog 'Apuntes científicos desde el MIT':
También es autor del libro 'El ladrón de cerebros' con prólogo de Eduardo Punset --el responsable del programa 'Redes'-- y editado por 'Debate'.
Mi colega Andreu Vigil me envió recientemente un enlace a una de las entradas de ese blog que discutía la aplicación de la TMS (Transcranial Magnetic Stimulation) a la modificación experimental del razonamiento moral en humanos.
En su artículo discute las investigación de Rebecca Saxe sobre la llamada teoría de la mente, es decir, la habilidad para ponerse en el lugar de los demás y razonar consecuentemente. Generalmente los autistas no poseen esta habilidad.
El equipo de investigación de esta autora observó que la 'Right Temporoparietal Junction (rTPJ)' posee un relevante papel en los procesos cognitivos implicados en esa habilidad.
A partir de esa evidencia diseñó una serie de experimentos para manipular la activación de la rTPJ cuando los individuos debían emitir juicios morales sobre determinadas acciones reprobables --por ejemplo, envenenar a un (presunto) amigo.
Observó que una mayor actividad de la rTPJ se relacionaba con una más alta intensidad de los juicios de culpabilidad hacia alguien que realmente es culpable.
Sin embargo, cuando se desactiva la rTPJ mediante TMS, esos juicios de culpabilidad se atenúan. El trabajo se ha publicado en la revista PNAS:
Young, L. et al. (2011). Disruption of the right temporoparietal junction with transcranial magnetic stimulation reduces the role of beliefs in moral judgments. www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.0914826107.
Como muestra la figura, los resultados son realmente débiles cuando se compara la desactivación en regiones que no forman parte de la rTPJ con la que se dirige específicamente a esa región cerebral.
Además, la diferencia únicamente se observa cuando el resultado de la acción moralmente reprobable no induce daños en la víctima (izquierda de la figura). En el caso en el que se derivan daños, la diferencia entre la región de interés y las demás no resulta significativa.
Estupinya omite esta relevante matización en su presentación.
El hecho de que, en este caso, los resultados reales sean mucho menos llamativos de lo que el titular --o Estupinya-- dan a entender, no significa que la aplicación de esta clase de tecnología no pueda llegar a ser interesantísima para estudiar experimentalmente las relaciones entre el cerebro y una destacada serie de factores psicológicos.
Sin embargo, convendría tener presente que, al igual que sucede con los estudios de personas cerebralmente lesionadas, la evidencia puede ser terriblemente engañosa. Desactivar o activar una determinada región en un cerebro intacto puede producir una reorganización temporal en un órgano que, al menos por ahora, se considera particularmente complejo.
En los últimos años, las campanas vuelan demasiado fácilmente en la ciencia. La extraordinaria competición para obtener recursos ejerce una sobresaliente presión para publicar resultados llamativos. Buscando, buscando, algo se encuentra, pero el hallazgo del que se informa finalmente puede despistar a medio plazo a los demás.
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