miércoles, 6 de abril de 2011

España no es diferente

O eso concluye el libro coordinado por Nigel Townson, de la Universidad Complutense de Madrid, '¿Es España diferente?' (Editorial Taurus, 2010).

Durante seis capítulos, preparados por distintos autores, se lleva a cabo un interesante análisis comparativo de nuestro país con los demás. Preguntas que encuentran respuesta son:

¿se caracteriza el país por una inestabilidad política perenne?
¿es real el retraso económico y tecnológico?
¿somos especialistas en desastres militares?
¿tenemos un sentimiento de inferioridad?
¿está justificado por los hechos?
¿o es una lacra psicológica colectiva?

Una de las presuntas carencias más recalcitrantes de la cultura española es su problema para modernizarse. Sin embargo, el proceso de modernización, caracterizado por el reemplazo de la sociedad agraria por una urbana, por la alfabetización, por la secularización y por el establecimiento de un fuerte Estado central, ha seguido cursos muy diversos en países de referencia como Inglaterra, Francia o Alemania.

Townson rechaza la idea de un proceso de modernización lineal y compartido por los países llamados 'modernos', a menudo en contraposición con una España rancia y rural: "Europa no tiene una historia única, sino muchas historias diferentes".

Álvarez Junco revisa, tímidamente, el efecto de la leyenda negra sobre el estereotipo 'Spain is different' y subraya que, después del periodo napoleónico, España no volvió a participar en ninguna confrontación bélica, desapareciendo de la escena mundial. Explora el ilustrativo caso de Isaac Peral: "su proyecto quedó como ejemplo de la inventiva española, del trabajo honrado y del desinterés patriótico, alguien que, de haber sido apoyado por el Estado, hubiera hecho posible que el país se convirtiera de nuevo en una temible potencial mundial, pero que acabó anulado por la incomprensión estatal y las envidias de sus colegas".

La República de 1931 quiso transformar la nación para que pudiera competir con el resto de los países europeos. Pero la compleja situación creada condujo a la sangrienta guerra civil del 36. Conflicto que, realmente, comenzó en 1808 durante la guerra de independencia.

Pero, como comenta Romeo, la violencia y la guerra han estado presentes en las revoluciones liberales, comenzando en 1789 en Francia. La guerra civil ha sido frecuente en Europa y América. Aunque en España hubo numerosas confrontaciones entre carlistas y liberales, "fue el país del continente europeo con más años de gobierno constitucional representativo entre 1812 y la I Guerra Mundial, incluida Francia".

Townson revisa el papel de la Iglesia en el retraso de España en su carrera hacia la modernización. El rechazo visceral de los liberales hacia la Iglesia estuvo detrás de sucesos tales como la semana trágica de Barcelona en 1909. Sin embargo, Inglaterra o Alemania también eran fuertemente religiosas. Además, el Estado español era confesional, pero "el declive de la observancia religiosa en España era similar al de las principales naciones de Europa occidental".

Malefakis analiza la II República española, comentando que "se distinguió de las demás repúblicas por la ambición y por la amplitud de su visión social y política (...) estaba envuelta en una nobleza que la hizo excepcional, tanto en su tiempo, como dentro del conjunto de la historia de España y de Europa (...) de entre todas las nuevas repúblicas de Europa, solo la española incluyó el sufragio femenino (...) se garantizó, por primera vez en la historia española, la plena libertad religiosa. Entraron en vigor medidas como el divorcio, la mejora del estatus de los hijos ilegítimos, la reforma penitenciaria, y otras disposiciones humanitarias, manifestando una preocupación mucho mayor que ningún otro régimen político contemporáneo por elevar el nivel cultural del pueblo".

Los intelectuales jugaron un relevante papel, sin comparación con el resto de Europa. Los líderes políticos encontraban el modo de colaborar. Entre 1931 y 1933 se primó un sentido de la unidad sin parangón en los demás regímenes europeos. Fueron dos años mágicos. Los tres años de guerra civil atestiguan la resistencia a dejarse gobernar por un régimen autoritario. Sostiene Malefakis que la herencia republicana española se observa en la monarquía constitucional de la actualidad.

En cuanto a la dictadura de Franco, Townson defiende que no era tan diferente del resto de Europa como se da por hecho habitualmente. La democracia en Europa no era la norma, si no la excepción. Cuando finaliza la guerra civil española, "el futuro parecía radicar en el nuevo orden de Adolf Hitler, no en las democracias liberales posteriores a 1918. El establecimiento de una dictadura en la España de 1939 no fue, por tanto, la excepción dentro de Europa, sino la norma".

Se ha comentado hasta la saciedad la dureza de la postguerra, pero algo similar sucedió después de la segunda gran guerra en Europa. Por ejemplo, los últimos racionamientos de comida en Inglaterra permanecieron vigentes hasta 1954.

El levantamiento del telón de acero ayudó a que el régimen de Franco fuese visto con otros ojos, pasados los primeros años de dictadura. El Pacto de Madrid de 1953 con los Estados Unidos fue clave. Sin embargo, el primer intento por entrar en la OTAN fracasó por las presiones de los europeos, no por los americanos. En 1946 la ONU había condenado sin paliativos a la España de Franco, pero fue admitida nueve años después. Eisenhower visitó a España en 1959, momento en el que también se aprobó el llamado plan de estabilización, dirigido a cambiar económicamente al país. Es decir, en el ecuador del régimen los cambios hacia la internacionalización eran notables. El equipo de Franco era pragmático, aceptaba los cambios y por eso duró tanto.

Entre 1960 y 1974 el crecimiento económico de España solamente fue superado por Japón. En 15 años el país pasó de una economía agrícola a otra industrial y de servicios. Por tanto, "la dictadura gobernó durante el periodo de mayor expansión económica de la historia española".

Hay un dato chocante que comenta Townson y que merece la pena reseñar: en 1956, el 90% de las casas de París no tenían ni ducha ni bañera y más del 70% carecía de retrete; en el Madrid de esa misma época, solamente el 12% de las casas carecía de esos servicios.

Aunque la Iglesia estuvo muy próxima a la dictadura en las primeras fases, de hecho los católicos agitaron el régimen a partir del Concilio Vaticano II de 1962. Entre los fundadores de CCOO se pueden identificar militantes católicos.

Los años sesenta han sido mitificados, en detrimento de lo que se piensa sobre los españoles. Por ejemplo, en Gran Bretaña se censuraban las obras teatrales y la homosexualidad se consideraba delito. El presidente De Gaulle tuvo que combatir el golpe de Estado de abril de 1961. El uso de la tortura durante la batalla de Argel, en 1957, ha sido equiparado por los propios franceses a los métodos de la Gestapo. En 1961 los policías franceses asesinaron a 142 manifestantes argelinos en París. En Italia y Alemania también se producían, con frecuencia, crueles enfrentamientos, a modo de actos terroristas o campañas militares. En Reino Unido, el problema de Irlanda supuso más de 2.000 muertes. Las mujeres de Francia, Bélgica e Italia no lograron el voto hasta 1945, y las de Suiza hasta 1971. Las dictaduras de Rusia y la Europa del Este duraron más que la de Franco: "la relativa facilidad con la que España pasó de una dictadura a un régimen democrático a finales de los años setenta, demuestra en qué medida tanto la sociedad como el Estado se habían acercado previamente a Occidente".

La obra finaliza con un capítulo de Radcliff sobre la transición española: "quizá sea la primera vez que España se presenta como un modelo positivo a emular. Desde el mito de la leyenda negra a la tragedia de la guerra civil, España ha ocupado siempre el mismo innoble lugar en las tablas comparativas del progreso de la civilización occidental". La autora repasa distintos modelos sobre cómo se puede producir una transición hacia la democracia, pero los descarta todos. Algo sucede, pero no está nada claro qué puede ser. Y el caso español no es, de nuevo, una excepción.

'¿Es España diferente?' incluye mucha información que conviene conocer para dejar a un lado un enorme estereotipo realmente dañino. Personalmente, su contenido me lleva a la conclusión de que cuando han convivido, cuando se han unido, a los habitantes de la península les ha ido estupendamente. Pienso que sería inteligente tomar nota y actuar en consecuencia.

2 comentarios:

  1. Coincido plenamente con la tesis del libro, que ya había comprado y comenzado a leer. Es la tesis que mantengo en el próximo libro que publicaré en Septiembre, El troquel de las conciencias. Una historia de la educación moral en España. Este libro lo terminé en diciembre de 2009. Lo ocurrido en nuestro país es similar a lo ocurrido en otros de nuestro entorno cultural y geográfico. El pesimismo de la élite intelectual de finales del XIX y comienzos del XX dejó una huella tan profunda como poco justificada, y la larga dictadura de Franco contribuyó a mantener esa imagen negativa del país, pero sin demasiada justificación. Desgraciadamente, a pesar de lo que ha cambiado la situación en los últimos 30 años, sigue arraigado ese pesimismo en muchos ámbitos, jaleado quizá por las tensiones nacionalistas que contribuyen a ensombrecer la realidad de España.

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  2. Enhorabuena por esa inminente publicación. Seguro que merece una sosegada lectura. Y, por lo que comentas, transmite un mensaje que merece la pena poner encima de la mesa con frecuencia. Ese estereotipo hace mucho daño, pero se puede reparar.

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