Lumbreras del MIT o de Harvard dicen que ahora sabemos mucho más sobre biomedicina, aunque reconocen que el genoma es brutalmente complejo. O al menos lo parece. Los 21.000 genes que nos identifican, acarrean enormes dosis de información que se resiste a ser procesada comprensiblemente.
Los famosos SNPs, es decir, polimorfismos de nucleótidos, esto es, cambios en el orden de las letras del ADN que revelan la identidad de cada uno de nosotros, parecen ayudar a revelar determinados trastornos.
Proyectos como el ENCODE (The Encyclopedia of DNA Elements) persiguen crear catálogos de células, detectar las interacciones entre genes, o aislar mutaciones. A esto se añade el objetivo de comprender el lenguaje de los genes. A día de hoy no se tiene la más remota idea de cómo se comunican.
Existe, eso sí, una auténtica obsesión por vincular los genes a las enfermedades. Ahora se cree saber que casi tres mil genes específicos se encuentran relacionados con diferentes trastornos. Pero se admite que se ignora cuáles son los factores genéticos que contribuyen a los trastornos más comunes entre la población general.
Se sigue prometiendo una revolución científica de descomunales proporciones dirigida a promover la salud de las personas. Pero todavía resta mucho camino por recorrer. Mis mejores deseos...
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