En la actualidad es generalizada la estúpida carga que conllevan las gestiones necesarias para solicitar financiación para llevar a cabo algún proyecto de investigación. Los científicos debemos someternos a un proceso kafkiano basado en la desconfianza y en los accesos de paranoia de los burócratas.
La Unión Europea (UE) quiere cambiar ahora esta situación, lo que demuestra que las reiteradas quejas de los investigadores eran fundadas. No se trata de que seamos unos vagos. La Comisaria de Investigación, Innovación y Ciencia de la UE ha declarado que quiere que “los investigadores pasen más tiempo en el laboratorio y menos en los despachos. Se necesita lograr que participen los mejores investigadores y las empresas más innovadoras, facilitando que se concentren en los resultados, no en el papeleo”.
¿Cómo se pretende alcanzar esta meta? (a) facilitando la comprensión de los documentos, (b) aumentando la eficiencia de las aplicaciones informáticas, y (c) optimizando los procesos de gestión para obtener una rápida respuesta.
Una relevante novedad consiste en eliminar la necesidad de desmenuzar, pormenorizadamente, los gastos que se prevé hacer con cargo al proyecto, como, por ejemplo, la asignación según las horas que se supone se dedicarán a materializar los objetivos contemplados. Se podrá orientar ese capítulo de gastos según resultados. Sería fácil hacerlo supeditando la financiación de acuerdo a los objetivos.
En suma, se desea simplificar para incrementar la competitividad de la UE captando a quienes desean dedicar su tiempo a la investigación de alto nivel, en lugar de al papeleo, confiando en su honestidad para invertir los fondos realmente necesarios para hacer su trabajo.
Suena francamente bien, pero veremos si produce los resultados deseados o si llega demasiado tarde y quienes deberían estar haciendo su contribución en y para la Unión, se encuentran colaborando con científicos de países allende los mares. Cosa, digámoslo claramente, que está ocurriendo desde hace tiempo.
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