En la Universidad de Berkeley han estudiado el efecto del sueño sobre el aprendizaje y cómo se expresan las diferencias en ese sueño sobre la actividad cerebral.
En la figura se observa el nivel de actividad cuando se aprende algo después de haber dormido normalmente (arriba) y cuando se impide que la persona duerma (abajo). La sustancial mayor actividad del hipocampo y la amígdala a consecuencia de la ausencia del acto de dormir, se asocia a un menor rendimiento en una tarea de aprendizaje.
Dormir recicla la memoria operativa permitiendo que se pueda tratar la nueva información con mayor eficiencia, es decir, con menos esfuerzo.
Un grupo de jóvenes aprendió algo a mediodía y lo hicieron con una eficacia similar. Seguidamente, a las dos de la tarde, la mitad del grupo durmió una siesta. En la fase final, se les puso a aprender algo nuevo a las seis de la tarde, observándose que quienes no habían dormido la siesta aprendían significativamente peor.
Los investigadores han calculado que el hábito de pasarse la noche estudiando reduce prácticamente a la mitad la capacidad de aprender. Dormir facilita la asimilación de conocimientos. En concreto, la clave se encuentra en la fase 2 del sueño no REM.
Ahora se entiende por qué la siesta es un fenómeno universal…
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