viernes, 15 de enero de 2010

UNA ATREVIDA IDEA SOBRE LA EDUCACIÓN


Los informes no cesan de decirnos que el sistema educativo español no va bien. Recientemente hemos sabido que el sistema educativo español no alcanza ninguno de los objetivos fijados por la Unión Europea. Incluso retrocede con respecto a 2007 (Progress towards the Lisbon objectives in education and training –Indicators and benchmarks 2009).

Uno de los principales problemas es el vinculado al abandono escolar: más de tres de cada diez escolares abandonan el sistema en cuanto tienen oportunidad. Estas cifras suponen duplicar la media de la UE. Europa propuso llegar al 10% de abandono en 2010, mientras que nosotros estamos en el 32%.

Por debajo del 10% están la República Checa, Lituania, Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Finlandia y Croacia. Por encima del 30% están, además de España, Malta, Portugal y Turquía. Alemania, Francia y los Países Bajos están alrededor del 12%.

La idea atrevida sobre educación a la que se refiere el título de este post es la siguiente: dejemos de aceptar que 9 de cada 10 estudiantes deben permanecer en el sistema educativo más allá de una enseñanza muy básica. Esta proyección se sustenta en un romanticismo educativo ajeno a la realidad. El hecho es que la mitad de la población escolar no se encuentra a gusto en el aula escuchando lo que el profesor dice y sentándose durante horas para intentar aprender algo que no le interesa lo más mínimo.

Desde esta perspectiva, nuestro sistema educativo es un fracaso, pero Alemania, Francia y Reino Unido lo hacen todavía peor reteniendo forzosamente a cuatro de cada diez escolares que estarían mejor en otra parte. ‘Mejor’ en el sentido literal del término. Son chavales que disfrutarían mucho más haciendo otro tipo de actividades.

Las materias escolares del ciclo de secundaria deben poseer un carácter abstracto que, en el mejor de los casos, solamente la mitad de la población escolar puede captar cabalmente. Puesto que hay muchos chavales que se ven forzados a sentarse durante horas en un aula, los profesores se ven también obligados a rebajar los criterios de exigencia para evitar indeseables motines a bordo.

La consecuencia es que unos no aprenden porque no lo desean y quienes lo desean apenas pueden porque la dinámica del proceso de aprendizaje se convierte en algo insoportable.

El desarrollo de los países no depende de que el 90% de los chavales permanezca en el instituto hasta los 16 años de edad, como supone equivocadamente la UE, sino de una élite intelectual que aprende lo que debe dentro de un sistema que promueve la excelencia con entusiasmo.

Difícilmente se puede estimular esa excelencia cuando se persigue con fervor una enseñanza mediocre para la mayoría de la población.

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