La ley de la ciencia que está a punto de aprobarse, y que sustituye a la de 1986, contempla que el investigador pueda desarrollar una carrera estable, basada en métodos, méritos y reconocimiento.
Se persigue consolidar el sistema científico en la vanguardia internacional. Por esta vía se pretende que el conocimiento desarrollado por los científicos españoles contribuya al desarrollo económico del país.
Se encuentra vinculada esta iniciativa, por tanto, a la estrategia de economía sostenible, algo que los ciudadanos todavía no comprendemos demasiado. Si hay trabajo, hay trabajo. ¿Qué tiene que ver la ciencia con esto –piensan algunos? Caminante, se hace camino al andar, pero hay que saber hacia dónde andar, ¿no?
Una de las más interesante novedades es la contratación de investigadores distinguidos. Esto podrán hacerlo los “agentes que quieran contratar investigadores de reconocido prestigio, para dirigir proyectos científicos y tecnológicos singulares de gran relevancia”. ¿Quiénes son o serán estos ‘agentes’?
También se quiere promover la movilidad, pero, que yo sepa, la rigidez impera gravemente en este sentido para los funcionarios universitarios que desean moverse (por ejemplo).
Por supuesto, se persigue también que los ciudadanos aprendan ciencia a través de la labor de divulgación hecha por los propios científicos. ¿Nos dejarán las secciones de ciencia los rotativos más renombrados del país? Permítanme que tenga mis dudas (serias).
Hay ciencias que siguen marginadas.
La Psicología es un ejemplo dramático. Cierto es que nos han dado cancha como ‘fontaneros de la conducta’ (admitiendo que podemos asesorar a una familia conflictiva, curar a los niños que mojan la cama, o ayudar a las personas que han sufrido alguna catástrofe) pero, como ciencia, la Psicología continúa siendo algo menor, de tercera clase, prescindible. El Ministerio de Ciencia e Innovación simplemente no acepta que los científicos que hacen Psicología pidan los presupuestos necesarios para investigar seriamente.
A lo sumo nos conceden, graciosamente, algunos miles de euros para ir a algún congreso y comprarnos un ordenador (incluso un Apple). Cuantos más equipos reciban miseria, mejor, más cuadradas saldrán las cuentas en los informes sobre promoción del conocimiento científico.
Si un equipo de psicólogos, preparado para ello, desea continuar sus estudios en, pongamos por caso, neurociencia, que tanto trabajo le ha costado apuntalar colaborando, gratis, con científicos de reconocido prestigio en otros países (e internacionalmente) se puede ir olvidando. Debe volver a lo suyo y dejarse de intentar contribuir a que el país pueda ponerse, como se dice, al lado de la investigación puntera en el estudio del cerebro.
Ciertamente es un enigma que quienes pueden aportar un conocimiento extraordinariamente relevante sobre el órgano que usamos todos para hacer lo que hacemos, es decir, el cerebro, sean marginados sistemáticamente por los mecanismos (y personas) que deben estimular el desarrollo científico.
Quizá sea culpa de los propios psicólogos.
ROberto
ResponderEliminarMe anoto lo de fontaneros de la conducta !!!
Antonio
Hay otras denominaciones, pero está puede servir ;-) R
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