Las ondas cerebrales están de moda. O eso parece por algunas de las noticias científicas de los últimos dos meses. Algunos ejemplos.
-. En la Universidad de Wisconsin se está desarrollando un sistema para enviar órdenes a un ordenador mediante ondas cerebrales, superando las limitaciones de la necesidad de pasear las manos por un teclado. Se supone que esto permitirá usar las nuevas tecnologías a personas con graves discapacidades físicas.
En este proyecto se ha usado el sistema BCI2000 –empleado por más de 120 laboratorios—para investigar la interacción cerebro-ordenador. Sobre este sistema se instaló un programa capaz de convertir las ondas cerebrales generadas por el pensamiento en impulsos eléctricos capaces de controlar un cursor en la pantalla del ordenador.
Se hace visible un teclado en un monitor en el que parpadean las letras. Las ondas cerebrales generadas cuando el usuario presta atención a una letra determinada, se transforman en impulsos eléctricos a través de unos electrodos.
Con el BCI2000 se ha conseguido escribir caracteres en un monitor. Ahora también se puede publicar información directamente en Internet.
-. Hace tres años, un equipo de la Universidad de Lübeck publicó que las ondas lentas del cerebro (actividad delta característica del sueño profundo) son clave para el recuerdo.
El equipo de Jan Born ha logrado ahora potenciar el recuerdo aplicando un estímulo eléctrico de onda lenta al cerebro dormido. Es decir, los participantes aprendían pasivamente. Sin embargo, el propio Born alberga reservas sobre su efecto a medio-largo plazo o sobre posibles daños colaterales.
También se especula sobre la relevancia de la onda theta, típica de la fase previa al sueño. Born no detectó mejoras en el recuerdo estimulando en theta durante el sueño, pero el grupo de Sebastian Guderian (del NIH) estudia a personas despiertas. Los resultados del grupo del NIH revelan mejores recuerdos sobre información presentada en fase theta.
Como señala Javier Yanes, es teóricamente posible implantar recuerdos pasivamente en el individuo, pero lo relevante es usar esa información, no simplemente poseerla. Y usarla, en palabras que no emplea Yanes, ‘inteligentemente’. Su ejemplo concuerda con este diagnóstico: “en ‘Un mundo feliz’, de Huxley, un niño recitaba: ‘El Nilo es el río más largo de África’. Pero cuando se le preguntaba: ‘Tommy, ¿cuál es el río más largo de África?’, el niño respondía sollozando: ‘No lo sé’”.
-. Javier Mínguez, de la Universidad de Zaragoza, ha desarrollado una silla de ruedas que puede ser conducida mediante las órdenes cerebrales enviadas por el usuario.
Únicamente se necesita colocarse un gorro con 16 electrodos que, mediante un electroencefalograma, detecta fluctuaciones en la actividad cerebral con una resolución de milisegundos. Estas fluctuaciones se producen cuando el usuario mira hacia un determinado punto del espacio. Un sistema informático le va marcando diferentes puntos en la pantalla a los que dirigirse. Cuando señala al que la persona quiere ir, se activa una parte del cerebro, lo que es registrado por los electrodos.El mapa que se visualiza en la pantalla es 3D y se genera con un láser instalado en la silla que explora los alrededores sistemáticamente. También hay una serie de sensores en las ruedas capaces de contabilizar el número de rotaciones para no perder la posición.
La señal detectada por los electrodos se envía a un sistema de navegación autónoma que conduce la silla al destino deseado, evitando colisionar con los obstáculos. El sistema es capaz de procesar dos órdenes por minuto.
La validación del sistema resultó muy interesante. Se usaron cinco personas sanas para determinar la señal cerebral, ya que se sabe que es distinta en cada individuo. En segundo lugar, el sistema identificó las señales. Finalmente, los usuarios realizaron, con éxito, maniobras complejas.
-. Teleoperación. Científicos de la Universidad de Zaragoza logran mover con la mente un robot de su laboratorio desde Osaka. La teleoperación consiste en captar la señal eléctrica que produce un individuo mediante un gorro con electrodos colocado en la cabeza y enviarla a un ordenador que la procesa, remitiendo la información a otro ordenador que ejecuta la acción.
El robot, equipado con una cámara y guiado por la mente del ingeniero, consiguió salvar los obstáculos que había en un aula y dirigirse fuera de la sala, para después avanzar unos cuantos metros por el pasillo.
Además de estos estudios, hay otros que también se ‘preocupan’ por el cerebro humano.
-. Blue Brain es un proyecto internacional en el que participan científicos españoles. Se presume que ayudará a comprender cómo funciona el cerebro simulando sus características mediante programas informáticos.
Los científicos que lideran la participación española son Javier de Felipe (CSIC) y José María Peña (Universidad Politécnica de Madrid). Según dicen, el alcance de Blue Brain es equivalente al del proyecto genoma humano. Se presupone que las simulaciones permitirán visualizar cómo actúa el cerebro, tanto en su funcionamiento normal como cuando la situación se complica (enfermedades, envejecimiento, etc.). También, dicen los coordinadores, se podría averiguar cómo mejorar nuestras capacidades intelectuales.
-. REEM, un robot desarrollado por PAL Robotics, de Emiratos Árabes, puede grabar la cara de su interlocutor y seguirle con la mirada cuando se mueve. Levanta objetos, puede recordar los nombres y las caras de quienes le son presentados, y puede caminar con razonable elegancia.
Según la noticia, REEM es un máquina que rozan la inteligencia…
-. La predicción de la demencia. La demencia no se puede predecir. Es una enfermedad neurodegenerativa que supone la pérdida progresiva de las funciones intelectuales básicas. Produce incapacidad para realizar actividades cotidianas, y afecta especialmente a la memoria, el lenguaje, la atención y la orientación espacio-temporal. En España afecta a más de 700.000 personas mayores de 65 años.
Un equipo de científicos de la Universidad de California ha realizado una investigación con 3.375 participantes mayores de 65 años (y una edad media de 76 años) sin señales aparentes de demencia.
Después de examinar las variables asociadas a esta enfermedad, se atribuyó una puntuación a cada variable, sobre un máximo de 15 puntos. A partir de los ocho puntos el riesgo de desarrollar demencia durante los seis años siguientes es elevado. El 56% de los individuos con alta puntuación, el 23% con resultados intermedios y el 4% con baja puntuación presentaron demencia en los seis años de seguimiento. En total, el 14% de los participantes desarrolló la enfermedad. De ellos, el 51% tuvo Alzheimer, el 13% demencia vascular, el 31% demencia mixta y el 5% otras formas de demencia.
Los factores que indicaron más probabilidad de desarrollar la patología fueron la edad y un empeoramiento de la capacidad cognitiva (inteligencia). Uno se pregunta, ¿cómo separaron ambos factores?
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