viernes, 20 de marzo de 2009

Hearst: El maestro Jedi de los carroñeros de la prensa

William Randolph Hearst (WRH) es el inventor de las patrañas que deben tragarse diariamente quienes leen la prensa, sin importar el lugar del mundo en el que nos encontremos. Es igual en cualquier país. Hearst es el Jedi que expresa, desde la distancia, el ABC de los jóvenes padawanes de la actualidad.

Hearst, el ranchero, demostró que la prensa es realmente importante, de hecho, es crucial, para la política y los negocios, algo que, en la actualidad, sabemos, por desgracia, sobradamente. El poder financiero compra la comunicación y ambos al presunto poder político. El responsable gubernamental ya no actúa conforme a lo que los ciudadanos necesitan o desean, sino de acuerdo a los dictámenes del binomio finanzas-comunicación.

El imperio de WRH comenzó cuando contaba 23 años de edad. Su padre le regaló un periódico que ganó en una apuesta. Llegó a poseer 28 periódicos, 18 revistas, cadenas de radio y productoras de cine. Inventó la prensa amarilla, es decir, el modo de vender cuantos más ejemplares mejor, sin importar la fidelidad del hecho narrado. Según se dice, fue el mayor monopolio periodístico de la historia.

Para desgracia de los españoles, Hearst estuvo detrás de la escalada de tensión entre España y Estados Unidos en la Guerra de Cuba. El estallido del Maine supuso el veredicto, no probado, por parte de Hearst, de que España era culpable del suceso. Con esta actitud y una acritud rayana en la histeria, logró impulsar a McKinley --el entonces Presidente del país--para que declarase la guerra a España.

Fue acusado de apoyar al gobierno nazi y de preparar el terreno para la caza de brujas contra los estadounidenses con tendencias comunistas . Seguía fielmente su propia máxima –‘I make news’—provocando sucesos o alterando los existentes de modo que sus periódicos fuesen los primeros en sacarlos a la luz –vendiendo más ejemplares, que fue y sigue siendo el principal objetivo.

En su vida particular se caracterizó por comprar compulsivamente palacios y obras de arte. La visita al Hearst Castle, en San Simeón, California, permite comprobar hasta dónde llegó en este sentido. Su ‘rancho’ es una construcción rarísima en un rincón realmente bonito de la costa del Pacífico. Mientras que la zona periférica del rancho es interesante, la casa principal es grotesca. El exterior es como una iglesia y el interior está decorado como si realmente fuese un edificio religioso, albergando incluso claustros barrocos. Quiso combinar obras de arte españolas, italianas, francesas o británicas en un mismo espacio físico, logrando un resultado realmente tenebroso. Sin embargo, el merchandising americano lo ha convertido en una atracción turística.

La vida de Hearst fue llevada a la pantalla por Orson Welles en Ciudadano Kane. Según los cinéfilos, la mejor película de todos los tiempos. Para mí, una película francamente aburrida. Hearst hizo lo posible para evitar que llegase a las pantallas.

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