lunes, 15 de diciembre de 2008

EL FRACASO DE LOS SUPERDOTADOS

Recientemente hemos sabido que, según los datos de MENSA, alrededor del 40% de los chicos superdotados intelectualmente abandonan la ESO.

Es un dato difícil de asimilar y también de dar por válido. ¿Realmente “abandonan” o “fracasan” esos chavales?

Desgraciadamente carecemos de datos oficiales sólidos. Si fuese validado, entonces eso significaría que del más de medio millón de estudiantes de extraordinario talento académico, alrededor de 200.000 dejarían el sistema educativo tempranamente para lo que debería suceder en un país desarrollado que se interesa seriamente por promover su capital humano.

Según el presidente español de MENSA, Javier Achirica, las razones del fracaso de esos chicos son la negligencia del sistema educativo –no existen programas específicos destinados a este grupo de estudiantes con necesidades especiales—y, en consecuencia, que su aburrimiento conduzca a desplegar conductas consideradas problemáticas. Y son esos problemas los que abren la puerta del llamado fracaso escolar.

Los padres de los superdotados no saben qué hacer. En muchos casos, no poseen el poder adquisitivo para matricularles en centros en los que presuntamente encontrarían su lugar natural en el mundo.

Entre las acciones que Achirica propone se cuenta la aceleración, es decir, permitir que el chico pueda matricularse en un curso superior al que le correspondería por edad. Según él, mientras que esto se hacía anteriormente, en la actualidad no. Además, debería informarse a los padres sobre las mejores acciones.

La situación en España, confirma el presidente, contrasta con la de países como Estados Unidos, "donde se hacen tests de inteligencia en las escuelas, cosa que aquí no pasa, se crean programas específicos de atención a los superdotados y serlo está bien valorado a nivel laboral, de manera que muchos ponen su cociente intelectual en su currículum, cosa que aquí nadie hace".

La principal finalidad de MENSA –asociación que reúne a 1.300 personas en España y alrededor de 100.000 en todo el mundo—es identificar y apoyar a las personas superdotadas, ofrecerles un entorno social e intelectualmente estimulante y fomentar la investigación sobre la inteligencia humana.

A mi juicio, esa finalidad no debería ser un objetivo de MENSA, sino de quienes gobiernan nuestro país, sean del signo que sean.

Existe una ingente cantidad de licenciados en Psicología que no encuentran trabajo. Si estamos en una época en la que son necesarias acciones que fomenten el empleo, esta puede ser una línea realmente interesante.

El estado debería facilitar la apertura de centros –liderados por psicólogos competentes sin trasnochados prejuicios basados en el llamado romanticismo educativo—equivalentes, en todos los sentidos, a los centros de promoción de la excelencia deportiva.

La excelencia intelectual es, naturalmente, sustancialmente más relevante para el país que ganar medallas cada cuatro años en unos juegos olímpicos que duran dos semanas.

Quizá haya llegado el momento de tomarse muy en serio la promoción de la excelencia intelectual. PISA ofrece interesantes resultados sobre el alumno medio, pero el desarrollo de los países y su capacidad para enfrentarse a las situaciones de crisis depende de su elite, no del promedio. Quien tenga dudas sobre esta realidad perderá el tren. Y puede que tarde en volver a pasar.

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