En NEXT, el novelista critica a los científicos por haberse convertido en empresarios. Y con razón. La política de las universidades de captar capital, termina llevando a que sea el propio científico quien se transforme en especulador. Desde la práctica de patentar genes, hasta el uso comercial de los tejidos extraídos a los pacientes de los Hospitales universitarios, pasando por la investigación con células madre, Michael Crichton da un repaso a la ciencia para recordarle lo que era hace unos años y mostrarle lo que ahora es.
Para colmo de males, el científico se ha asociado con la prensa para promover sus presuntos descubrimientos revolucionarios y captar el capital: “el constante bombo publicitario concede un crédito injustificado a las afirmaciones más disparatadas (...) ¿Cómo podemos combatirlo? Si las instituciones científicas lo desearan, al cabo de una semana habría terminado con él. Por desgracia no es así. Les encanta la publicidad, saben que atrae subvenciones (…) el fraude en el ámbito científico no es extraño y no es práctica exclusiva de los más osados (…) la lección más importante que debemos aprender es que la ciencia no es algo especial; por lo menos, ya no (…) La ciencia ya no es una vocación, es una profesión, una actividad humana igual de corruptible que cualquier otra (…) Hoy en día hay que andarse con mucho cuidado con lo que difunden las universidades”.
Ahí va una perla en relación al marketing universitario: “usted desea que su gen sea valioso y para eso necesita que evoque algo que la gente desea de verdad, algo que resulte emocionante y atractivo. El pensamiento convencional no es ninguna de esas dos cosas; es prosaico, como la típica tostada con mantequilla y mermelada”.
Y esta otra: “los profesores atribuyen la inteligencia de sus estudiantes al entorno y la inteligencia de sus hijos a sus genes. Eso mismo sucede con los ricos”.
La novela termina con una nota del autor que merece la pena comentar.
Incluye cinco puntos clave:
1.- Deben dejar de patentarse genes.
Los genes son hechos naturales y, por tanto, no pueden tener dueño. La patente no contiene más que información preexistente en la naturaleza y dado que no existe invención alguna, nadie puede innovar ningún otro uso sin violar la patente en sí, de modo que el camino de la innovación acaba vedado.
Nadie debería poseer una enfermedad.
2.- Deben establecerse unas directrices claras para el uso de tejidos humanos.
La idea de que una vez que nos deshacemos de nuestros tejidos dejamos de tener derecho sobre ellos es absurda.
Si las revistas pueden notificar a sus suscriptores que la inscripción ha caducado, las universidades pueden notificar a sus colaboradores que desean utilizar sus tejidos para fines distintos a los convenidos.
3.- Deben promoverse leyes que garanticen la disponibilidad pública de la información sobre análisis genéticos.
Los datos obtenidos en las investigaciones no se ponen a disposición de otros científicos, no se exige la revelación total de la información relacionada con los descubrimientos y la verificación independiente y fiable es anecdótica.
La parcialidad sigue siendo muy común en la medicina, así como en ciertas áreas de la ciencia donde hay mucho dinero en juego.
4.- Deben evitarse las cortapisas a la investigación.
Las prohibiciones no se obedecen; no sé por qué todavía no hemos aprendido ésta lección. En una economía global, las prohibiciones adquieren otros significados: aunque la investigación se detenga en un país, esta continúa en Shangai. Las prohibiciones internacionales jamás han surtido efecto, por lo que es bastante improbable que la investigación genética sea la primera.
5.- Debe derogarse la ley Bayh-Dole [“Los descubrimientos científicos realizados en las universidades no deberían hacerse públicos en beneficio de la población. Los investigadores de las universidades pueden vender sus descubrimientos en beneficio propio, aun cuando esa investigación haya sido financiada con el dinero del contribuyente”].
La mayoría de los profesores universitarios están ligados o bien a compañías que han fundado ellos mismos o a otras empresas de la rama biotecnológica. Hace 30 años existía una clara diferencia conceptual entre la investigación llevada a cabo en las universidades y la realizada por la empresa privada. Hoy en día los científicos tienen intereses personales que influyen en sus opiniones.
En la actualidad las universidades tratan de maximizar sus beneficios y realizan una labor cada vez más empresarial. Los científicos que un día se sentían llamados por una causa humanitaria se han convertido en hombres de negocios preocupados por las pérdidas y las ganancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario