Una estudiante de tercer curso de
Psicología de mi Facultad me envió un enlace
a un post que incluía consejos (tips) para ‘ser mucho más inteligente día a día’.
Me preguntaba por mi valoración de sus contenidos y, después de leerlo, yo me
pregunté si podía ser una provocación.
Lo primero que me sorprendió es que
no se agonizara debatiendo sobre qué es eso de la inteligencia, sobre si los
psicólogos tienen la más remota idea de qué es esa facultad humana, etc. Se
daba por hecho que tiene entidad, que es importante y que vale la pena
estimularla.
Pero fue avanzar en la cosa y
comenzar a estremecerme: ‘17 simples consejos que te ayudarán a pensar de forma más
inteligente’. Ah, de acuerdo, no es que vayas a ser más inteligente,
sino que pensarás de modo más inteligente.
El primer consejo consiste en ‘beber dos vasos de
agua al despertarse’. Tenía entendido que esta estrategia estaba
destinada a prevenir los cálculos en el riñón y que está particularmente
indicada para quienes padecen ataques de gota (mi progenitor es un caso
paradigmático). Además de depurar el órgano doble que contribuye a limpiar el
sistema, el agua que se lleve al coleto al volver a posar sus píes en la Tierra
después de un reparador sueño, permitirá hidratar su cerebro. Bravo, se admite
que el cerebro tiene algo que ver con la inteligencia.
El segundo consejo supone ‘leer el resumen de
algún libro’ mientras nos metemos unos cereales entre pecho y
espalda en el glorioso momento del desayuno. Se indica, eso si, que sería mejor
leerse un libro, pero es que no da tiempo, oiga. Así que un resumen nos vale.
De camino al curro, ‘escuche algún podcast
o audiolibro estimulante’. Una vez en su puesto, ingiera te verde
para aumentar las ondas alfa del cerebro. El café da mal rollo porque activa (reduce
las ondas alfa) y la clave está en relajarse (aumentarlas). Eso de ser
productivo en el trabajo como que lo dejamos para otro día.
El consejo número 5 es fenomenal: de
cuando en cuando, una siestecita, entre las 12 y las 16 horas. No hay nada
mejor para pensar de modo más inteligente que dejar de pensar, desconectar.
Perderá el hilo, pero ya lo encontrará, no se preocupe. Además, no tiene usted que
encontrar el camino de regreso de ningún laberinto. Su vida no está en peligro.
Se aconseja, también, evitar el azúcar
y no se recomienda surfear por la web compulsivamente. El cerebro necesita
glucosa, pero eso es un pequeño detalle. Y pasar de página web en página web
con temible velocidad reducirá sus ondas alfa y eso no debe permitirse de
ningún modo. Si nota algo raro, échese un sueñecito. Fíjese en los orientales;
son unos auténticos especialistas en dormirse en los lugares más inverosímiles
a lo largo del día. Y son súper inteligentes.
Los consejos 8 y 9 arremeten contra
el pernicioso hábito de ver la televisión. En lugar de sentarnos pasivamente
delante de la pantalla después de una dura jornada laboral, se recomienda usar
videojuegos y leer libros (obsérvese que ahora ya tenemos tiempo de ir más allá
del resumen matutino).
Es decir, en el trabajo debe
encontrar usted modos de relajarse. Sin embargo, resérvese el estrés para
cuando se regresa al domicilio. Busque estimulación, actívese, haga algo, lo
que sea, para reducir sus ondas alfa. Ahora es el momento de ‘aprender a
programar’ (consejo número diez).
Tampoco puede bajar la guardia cuando
se meta en la cocina a preparar la cena. Pelando parsimoniosamente patatas o preparando
un pescadito para la parrilla, visione una charla TED o algún programa de
Coursera (consejo 11).
El consejo 12 consiste en ‘hacer ejercicio’
(el 15 es ‘pasear
por la naturaleza’ –si vives en el Paseo de Gracia o en La Latina lo
tendrás un poco chungo, pero tu mismo). Es fácil imaginar que se trata de
oxigenar el cerebro que sigue flotando, como puede, en el agua ingerida por la
mañana. Aunque, si se piensa un poco (y a estas alturas será fácil porque lo
haremos de modo más inteligente), podríamos a) beber agua mientras hacemos
ejercicio, b) beber agua mientras matamos soldados imperiales, c) pedalear
mientras leemos a Proust, pero sin beber agua, y, en general, d) cualquier
creativa combinación que sea fuente de estimulación.
Probablemente, el 13 es mi consejo
favorito: ‘pasar
más tiempo con alguien más listo’. No solamente no se cuestiona si
sabemos qué es la inteligencia y se admite que se debe estimular con
entusiasmo, sino que ahora se nos descubre que también somos capaces de detectar
quién está más arriba en la pirámide intelectual. No se predice ninguna
reacción adversa cuando el ser humano más listo, con el que intentaremos
comunicarnos, nos empuje a percatarnos de que leer resúmenes de libros de buena
mañana es un signo de debilidad mental.
No solamente debes charlar con
alguien más listo, sino que, de ser posible, debe albergar opiniones distintas
de las tuyas. Quizá puedas usar el podcast que escuchaste por la mañana sobre
el discurso de la luna de JFK para comenzar un debate sobre si mereció la pena
gastarse tantos millones de dólares en que la humanidad visitara fugazmente ese pedrusco sin vida.
Y vamos terminando con el listado. El
consejo 16 supone llevar en el bolsillo un cuaderno para anotar las ideas
geniales que se te ocurrirán después de haber bebido agua, ingerido te verde
(pero no café, recuerden), leído el resumen que te llevó al clímax intelectual,
darle duro al ‘BattleFront’,
programar un script de MatLab, o haber visto la soporífera lección TED de
Sebastián Seung sobre el conectoma.
El consejo final consiste en dedicar
unos minutos a ‘diseñar
el siguiente día’. No sabemos si esto puede hacerse sentado en el
sofá, debemos pasear por el pasillo de nuestro domicilio o bajarnos a evitar
cagarrutas de perro al caminar por la acera.
Siempre nos quedará el consuelo de
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No es un artículo de algún diario
‘serio’. Pero podría serlo. No sería la primera vez. Ni tampoco la última.
Luchar contra los elementos es
agotador.
Si el más listo se ve obligado a hablar con alguien más tonto, no solo no estará siguiendo las recomendaciones de la lista, sino que hará lo contrario que recomienda. De modo que habrá que suponer que el más listo dejará paulatinamente de serlo, mientras que el más tonto a la larga lo superará. Si el más listo realmente lo es, jamás deseará acercarse a uno más tonto, será como kriptonita.
ResponderEliminarUn buen argumento entrópico, Roger. Salu2, R
ResponderEliminarBueno, el esfuerzo intelectual que supone explicar algo para que lo entienda el más "tonto", es muy estimulante para el "más listo".
ResponderEliminarSiempre pensando en lo mismo, Félix. Tienes un enorme corazón ;-)
ResponderEliminarDesde que leí "El dardo en la palabra" no me reía tanto...y habrá quien lo siga porque lo leyó en un artículo!!!!
ResponderEliminarMe alegra saber del efecto hilarante del asunto, MA. Abrazo, R
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