A mediados de los años 50, el escritor afroamericano R. N. Wright viaja a España desde Francia, atendiendo a la recomendación de su amiga Gertrude Stein. Estas fueron sus palabras: "cuando vayas a España verás el pasado, comprobarás de dónde proviene el mundo occidental. España es primitiva y encantadora. La gente de España no tiene parangón".
Wright se adentró en la España de la época de Franco para confirmar lo que ya creía saber de antemano: debajo de su tremenda religiosidad existe un extraordinario paganismo que impedirá su desarrollo como país occidental.
Ahora podemos decir que el escritor afroamericano se equivocaba.
Lo que ve, así como el intercambio que tiene con gentes de distintas condiciones, le sitúa en un terreno desconocido para el que carece de marco de referencia. Observa que a los españoles les importa un rábano el problema racial (con el que él vivía obsesionado), son dulcemente hospitalarios (a pesar de ser pobres como ratas o precisamente por eso), ignoran alegremente las leyes, escritas y tácitas, viven cerrados al mundo (aunque en la rambla de Barcelona impera un ambiente tan cosmopolita como en Paris, Londres o Nueva York), están obsesionados con el sexo, etcétera.
En Barcelona, su primer contacto con el país, conoce a la recepcionista de su pensión (Carmen) y le compra una especie de guía universitaria sobre la Falange. Sus lecciones salpican el resto de la obra con el ánimo de demostrarle al mundo lo absurdo del carácter español.
A pesar de subrayar la ignorancia de los habitantes del país, Wright no para de encontrarse con gente que habla su idioma --y otros que él ignora, por cierto-- gracias a lo cual puede --cree él-- obtener información de primera mano.
Dedica varios capítulos al toreo, describiendo con detalle una corrida a la que asiste en Barcelona, o la experiencia de un veterano de guerra americano que vino a España para aprender ese arte. Califica la plaza de toros como "un espléndido lugar pagano (donde) las distintas clases sociales y tendencias políticas se mezclan". Reconoce Wright que el toreo supone "la conquista del miedo (...) cualquier persona con el coraje suficiente para permanecer inmóvil delante de un toro no será atacado". Whitney, el veterano de guerra americano, se lo explica al escritor: "el toreo posee la intensidad de la emoción religiosa. Ofreces tu vida al toro. Sin eso, el toreo no existe". ¿Entiende algo Wright?
De su paso por Andalucía le queda la sensación de que España es un gran burdel. Observa el tráfico de mujeres hacia el norte de África para prostituirse, un mercado promovido, dicho sea de paso, por compatriotas suyos. Los españoles tienen hambre y sus mujeres se venden para recaudar allende los mares. Conmovido por el exceso de su diagnóstico matiza: "sin duda, las mujeres españolas son las más electrizantes y bellas del mundo. Una mujer española es sólida y nada más que sólida (...) la mujer española se echa el país a sus espaldas".
Opina Wright que aunque España parece Occidente, no actúa o siente como si lo fuese. En este punto, al llegar a la última parte de su obra, predice que los países africanos evolucionarán más rápido que la "orgullosa y tradicional península ibérica".
Wright se reúne en Madrid con un periodista retirado que ha recorrido mundo. Sorprendido, recoge estas palabras: "uno de los rasgos más característicos de España es ser anti-español. Cuando algunos españoles gritan que son diferentes del resto de los españoles, eso significa que son todos iguales". El periodista español es pesimista, y mucho, lo que contrasta con lo que le dice un militar americano residente en Madrid: "el país se recuperará en cuanto crezca su clase media (...) lo que sucede ahora en España es lo mismo que vimos en Japón tras la segunda guerra mundial, no tiene nada de especial".
Ahora sabemos que el militar norteamericano tenía razón. Ser español no garantiza estar en posesión de la verdad --especialmente si ese español es periodista y ha recorrido mundo.
Pero nada es capaz de derribar el diagnóstico precoz del escritor afroamericano: "la ansiosa libertad de las capitalistas Europa y América no puede ser apoyada por el español. Se rechaza por ser demasiado dolorosa e inhumana. Los tensos nómadas occidentales, hambrientos por alcanzar su destino personal, y, por encima de todo, el criminal racionalismo del comunismo, ha sido rechazado en favor de una conciencia colectiva arcaica basada en símbolos familiares: Un Padre, Una Madre, Un Espíritu".
¡Que la providencia nos libre de los denominados 'intelectuales', sean del origen étnico que sean!
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