Viriato, al igual en Indíbil y Mandonio, es un caudillo ibero que luchó (siglo y medio antes de Cristo) contra Roma, pero, en su caso, lo hizo en una región distinta de Iberia (Castilla, Extremadura, Portugal y Andalucía).
Se supone que nació en la región de la actual Zamora. Los cronistas romanos señalan que Viriato era un pastor que se convirtió en guerrero para defender su tierra. Otros consideran que siempre fue un guerrero.
Cuenta la leyenda, porque las leyendas cuentan, que Viriato fue un hombre enorme y extraordinariamente fuerte, que atemorizaba con su mirada.
Durante diez años, Viriato combatió a los romanos llevándoles hacia su terreno y evitando enfrentarse a ellos en campo abierto. El héroe murió sin perder jamás ninguna batalla. En Roma le denominaron gran caudillo de los celtíberos, comparándole con Aníbal.
En la Batalla de Tribola, que tuvo lugar en la Sierra de Ronda, Viriato se enfrentó a los romanos, haciéndoles creer que huía hacía un desfiladero. El ejército romano, nutrido en caballería y elefantes, le siguió, pero cuando se adentraron en el desfiladero comprendieron que habían caído en una trampa. Viriato lanzó bolas ardiendo desde lo alto, asustando a los caballos y elefantes, y provocando un gran desorden en las filas romanas. El caudillo ibero aprovechó para acabar con la vida de más de 4.000 legionarios.
En la Batalla de la Carpetania, Viriato segó la vida de 10.000 legionarios. Tras esta batalla se enfrento a Quinto Fabio Máximo, quien, a pesar de contar con 15.000 soldados y 2.000 jinetes, también fue derrotado en la Batalla de Osuna.
Roma decidió entonces enviar a Hispania un ejército de 18.000 legionarios y 1.600 caballos al mando del cónsul Serviliano. El cónsul optó por ir ejecutando, sistemáticamente, a los partidarios de Viriato. En la ciudad de Porcuna, por ejemplo, mandó ejecutar a 500 celtíberos y otros 9.500 fueron capturados como esclavos. En Bailén se encontró con Viriato, quien, rebosante de furia, derrotó al ejército de Serviliano, pero, en lugar de matarlo, decidió pactar, usando las siguientes palabras: "Vosotros, los romanos, ya habéis sufrido bastante en estas tierras. Mi pueblo desea la paz, así que reconocerme como rey de estas tierras compartidas por ambos y todo habrá acabado".
Roma tuvo que aceptar el trato y el senado nombró a Viriato amicus pupili romani, algo que únicamente hacían cuando no veían clara la conquista (es famosa la afición de Viriato a coleccionar estandartes de las legiones romanas a las que derrotaba). Cultivó nuestro caudillo tres cualidades básicas del guerrillero: (1) el aprovechamiento sistemático del terreno para las emboscadas, (2) la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus tropas, y (3) la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponía también habilidad para lograr alianzas sobre la marcha. Se firma la paz en el 140 a d C.
Viriato reclutó y adiestró campesinos para convertirlos en temidos guerreros que harían de su odio hacia Roma su mayor arma. Usó su gran sentido de la justicia, humildad e igualdad. Se cuenta, por ejemplo, que cuando su rico suegro, Astolpas, sirvió manjares en finas vasijas de oro, Viriato repartió las viandas entre los guerreros que habían viajado con él, y, tras hacerse con algunas vituallas, se marchó con su esposa, Ada, a lomos de su caballo hacia las montañas.
Perdidamente enamorado de Ada, Viriato tuvo que tomar una decisión dolorosa: ejecutar a su suegro Astolpas por conspiración. El rechazo posterior de su esposa hizo que Viriato cayera en una depresión sentimental, hasta el punto de verse influido al tomar decisiones estratégicas contra los romanos.
Viriato decidió pactar una nueva paz con los romanos para encontrar una vida mejor para él y su esposa. En una de sus pocas decisiones insensatas, envió a tres íberos (Audas, Ditalco y Minuros) a negociar con el senado. Estos emisarios poseían grandes extensiones de terreno, por lo que les interesaba demasiado la paz con Roma. El senado les hizo saber a los emisarios íberos que no habría paz mientras Viriato tuviera el mando de los celtíberos. Los romanos admiraban su capacidad estratégica, por lo que prepararon las cosas para librarse de él.
A consecuencia de esta resolución, los emisarios decidieron acabar con la vida de Viriato. Los tres traidores entraron de noche en el campamento con las caras tapadas, como verdugos que eran, y le acuchillaron mientras dormía.
Viriato fue asesinado por sus propios hombres, pero cuando los traidores regresaron para obtener su recompensa, Servilio Cepión les ejecutó tras hacerles saber que “Roma no paga a traidores”.
A la mañana siguiente, cuando apareció el cadáver, Ada se culpó de la muerte de su amado e intentó suicidarse.
Estos sucesos se produjeron en el año 139 a . d. C.
La pax romana era una realidad en la península Ibérica, salvo en una pequeña ciudad conocida como Numancia, el último reducto de los rebeldes que luchaban impulsados por el espíritu del caudillo asesinado. Su esposa, Ada, se traslada a la ciudad Soriana, patria de los temidos arévacos, junto con muchos de los seguidores de su marido. Lo que sucedió después, que es parte de nuestra leyenda, será contado en un siguiente post.
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