domingo, 25 de octubre de 2009

Vicios inteligentes

Paracelso es el autor de la célebre frase “no hay venenos, sino dosis”. Una gran lección, un auténtico clásico, para quien sea ahora Ministro de Sanidad (¿o es ministra?) y sus asesores, que, francamente, harían bien dedicarse a sus labores, como se decía antes (no sé si también en época de Paracelso).

Mejor dicho, esos asesores deberían ser sometidos a un tribunal regular de justicia por imprudencia temeraria.

Me pongo terriblemente nervioso al ver las noticias y desconecto el aparato a los 3 minutos y quince segundos de haber usado el mando a distancia. Valoro muchísimo mi salud mental (y también la corporal, por descontado).

Alguien debería decirles a los asesores de Trinidad Jiménez (lo de antes era broma, en realidad estoy al cabo de la calle, no soy tan inculto) del efecto que tuvieron las campañas de prensa sobre los habitantes de Chernobyl.

En Chernobyl murieron 56 personas a causa de la explosión.

Sin embargo, los informes publicados originalmente en 1986 declaraban que se habían producido 2.000 bajas y se predecía un número indeterminado de futuras muertes, así como del nacimiento de futuros niños mutantes. No solo en el área del accidente, sino desde Suecia hasta el Mar Muerto.

Las cifras crecieron con el paso de los años. En el año 2000, tanto la BBC como el New York Times hablaban de entre 15.000 y 30.000 muertes.

La diferencia entre 30.000 y 56 constituye un margen de error bastante amplio…

Se puede pensar que, en realidad, esa abultada cifra es consecuencia de los efectos de la radiación.

Pero los medios de comunicación estiman que, en este caso, la cifra asciende a 3.5 millones de personas afectadas y a 500.000 muertes, cuando, en realidad, el número de fallecimientos por esas causas es, en el peor de los casos, de 4.000. Una vez más, una gran diferencia.

Según el informe de Naciones Unidas publicado en 2005, lo más perturbador el accidente de la tristemente famosa central nuclear es “el extraordinario problema de salud creado por el desastroso impacto psicológico derivado de una lamentable información, que ha tenido como consecuencia la negativa valoración sobre la propia salud, la extendida creencia de que la expectativa de vida se reduciría muy notablemente, la falta de iniciativa, y la dependencia estatal”.

O lo que es lo mismo, el mayor daño que se hizo a la gente de Chernobyl no provino de la explosión, ni de la radiación, sino de una malísima información. La gente se aterrorizó, literalmente, a consecuencia de la información (falsa) publicada por los medios de comunicación (y arropada por los políticos).

Por supuesto que la radiación es un problema. Naturalmente que Chernobyl fue un lamentable suceso. Pero el caso es que se convirtió en inválidos a miles de ucranianos a consecuencia del miedo, del pánico creado por los medios de comunicación. Se insistió para que tuvieran miedo. Se les dijo que morirían, cuando no había razones objetivas para ello. Se les dijo que no debían tener niños, cuando podían. Se les predijo un futuro de cáncer, deformidades, dolor y decadencia física. No es raro que respondiesen del modo en el que lo hicieron. Desde que el mundo es mundo se sabe que decirle a la gente que va a morir, tiene consecuencias fatales.

¿Qué tiene que ver el suceso de Chernobyl con el título de este post?

Bastante.

El Ministerio de Sanidad, así como los suplementos de salud de los medios de comunicación (escritos y visuales) insisten en que rechacemos el colesterol, en que no fumemos, en que no bebamos (a esto también se apunta el Ministerio del Interior), en que, en una palabra, y para resumir, dejemos los vicios para la otra vida.

Sin embargo, ¿se puede comer, fumar y beber inteligentemente?

Según las autoridades no, no se puede.

Pero se puede. Claro que se puede.

¿Alguien les ha hablado de la hormesis?

Es bastante probable que no.

Pues la hormesis constituye la prueba científica moderna de la antigua declaración de Paracelso: lo que es perjudicial a gran escala, no solamente no es negativo a pequeña escala, sino que incluso es positivo.

En resumen, comer de todo un poco (incluso un par de suculentos huevos fritos), fumarse unos cigarrillos –de ser posible en circunstancias sociales propicias—y beberse un par de cervezas o un buen vino, nos hace más bien que mal.

Sin embargo, las autoridades ‘competentes’ nos dicen que si comemos carne roja, estaremos abocados a que las arterias se nos obstruyan, y eventualmente, a una muerte lenta y dolorosa (esto también se aplica a la nicotina). Quieren exterminar a los fumadores de la faz de la tierra. Y parecen desear que no podamos relajarnos tranquilamente deleitándonos con unas cervecitas tirados a la bartola en la terraza de nuestro bar favorito.

La ciencia ha avanzado una barbaridad, pero (a) los asesores se han perdido los últimos diez años, más ocupados en ‘asesorar’ que en estudiar y (b) los periodistas están ocupados contando el dinero que atesoran publicando mentiras que aterrorizan a la población.

Voy a usar el ejemplo menos evidente, para abreviar: el colesterol.

Nada puede ser más erróneo que equiparar colesterol con veneno.

Los científicos han descubierto un gen en el cromosoma 10, el CYP17, que fabrica una enzima que permite al cuerpo convertir el colesterol en cortisol, testosterona y estradiol.

El cortisol se usa virtualmente en todos los sistemas corporales. Es una hormona que, literalmente, integra cuerpo y mente mediante la modificación de la configuración del cerebro.

Por otro lado, se ha descubierto que quienes cometen crímenes violentos e impulsivos, o quienes se suicidan, suelen ser quienes poseen un menor nivel de serotonina. Mayores niveles de serotonina promueven el bienestar.

Resulta que el tratamiento contra el colesterol reduce en un 14% el riesgo de ataque al corazón, pero aumenta la probabilidad de muertes violentas en un 78%. Es decir, tratar el colesterol tiene sus peligros: la gente depresiva, antisocial e impulsiva presenta niveles más bajos de colesterol que la media de la población: tener bajos niveles de colesterol o reducir demasiado el nivel de colesterol, es muy peligroso para una pequeña minoría, del mismo modo que tener un alto nivel de colesterol y tener una dieta alta en colesterol es peligroso para un pequeña minoría.

Es decir, asesores, tomen nota (si pueden): los consejos para reducir el nivel de colesterol deberían ser dirigidos a quienes, genéticamente, producen espontáneamente demasiado colesterol, no a la población en general.

Una y otra vez, el genoma nos habla de nuestra individualidad. La diversidad de la humanidad es su mensaje principal. Y puede no estar lejano el día en el que vayamos a la consulta del doctor con un chip en el que esté escrito nuestro genoma individual, de modo que pueda adaptar el tratamiento a nuestro caso particular.

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