Hace unas semanas FGM me invitó a asistir
a una conferencia en la UAM en la que se defendía que la prostitución de mujeres
debería prohibirse sin más dilación. La ponente excluyó la prostitución de
varones de su propuesta. No era de su incumbencia, según declaró ante el
escasísimo público.
Su tesis era que ninguna mujer
ejercía libremente la prostitución y que, en la actualidad, seguía existiendo simplemente
como un ejemplo más del neoliberalismo dominante y como un residuo indeseable
de la por fortuna extinta sociedad patriarcal.
Sin embargo, hay piezas que se
resisten a encajar en ese cuadro. Pongamos algunos ejemplos.
Recientemente tuve conocimiento de
una cuenta de Twitter (@WhoresofYore) administrada por Kate Lister, estudiante de
doctorado que se dedica a dar a conocer la historia de la prostitución. Una
legión de personas de sexo femenino que intercambian sexo por dinero sigue esa
cuenta y narra sus historias. Es difícil encontrar ahí síntomas de explotación
patriarcal, al menos aparentemente.
Hace meses se publicaba un artículo en el que se informaba
de que jóvenes británicas optaban por intercambiar sexo por el dinero que decían
necesitar para pagarse su carrera universitaria. Buscaban varones maduros
solventes para resolver su situación económica. Algunas de estas chicas declaraban
que existe un ridículo estigma pegado al término ‘prostitución’. No parece que
se sientan explotadas por nadie.
Hace un par de años, Gloria Poyatos publicaba un interesante artículo sobre las estadísticas
de la prostitución. La jueza subrayaba lo discutible que es el mantra de que el
95% de las mujeres que se dedican a la prostitución son víctimas del tráfico de
personas:
“Esta estadística colisiona frontalmente con los datos de la
ONU en un extenso estudio llevado a cabo en 2010 en Europa, entre cuyas
conclusiones se asevera que una de cada siete mujeres que ejercen la
prostitución en Europa son víctima de trata, es decir, un 15%”.
Un 15% dista mucho de un 95%
Hay que concordar con Poyatos en que
eso significa que la mayor parte de las prostitutas se ven obligadas a actuar
ante la mirada pasiva de las autoridades, desprotegidas y carentes de los
mismos derechos que otros trabajadores. Y recuerda que en 2006 se hizo en
nuestro país un ambicioso estudio sobre las posibles consecuencias de legalizar
esta práctica. Hay información, pero se ignora o se manipula.
Maggie
McNeill
pone el dedo en la llaga, a mi juicio, sobre de qué va toda esta historia de
prohibir (o legalizar) la prostitución. En un artículo que se publicó hace
algo más de dos años, escribía:
“La creencia compartida por los sistemas que criminalizan o
legalizan es que el trabajo sexual es especial; esta visión se ancla en una
perspectiva arcaica y sexista de la mujer en la que se la considera frágil y
vulnerable –el modelo sueco sostiene que pagar por sexo es una forma de
violencia contra la mujer.
Y
esa es la razón por la que el acto de pagar está prohibido: a la mujer se la
define legalmente como incapaz de consentir, como si fuese una adolescente sin
criterio.
El
varón se percibe como alguien moralmente superior a la mujer: él es culpable de
sus decisiones, mientras que ella no lo es”.
Las leyes prohibicionistas aumentan
la violencia y el estigma hacia quien comercia con el sexo: se dificultad su
atención sanitaria, son acosadas por las autoridades, se las excluye del
sistema sanitario, y sus clientes ya no se atreven a denunciar posibles casos
de trata. Además, las actitudes de los ciudadanos hacia ese tipo de trabajo no
se mueven un ápice y, por supuesto, el número de trabajadoras tampoco se
reduce. A pesar de que esta situación es conocida, no son pocos los países que
cantan alabanzas sobre el modelo sueco y se entusiasman ante la posibilidad de
importarlo a sus propias sociedades.
McNeill señala que las feministas que
se oponen a que haya mujeres que cambien sexo por dinero –o, para el caso, los
religiosos que consideran esa práctica como algo pecaminoso y merecedora de
castigo—es decir, quienes sostienen que el trabajo sexual es intrínsecamente
dañino, quizá deberían pensar que algo semejante se decía sobre la
homosexualidad no hace demasiado tiempo:
“Los activistas pro-derechos de los trabajadores sexuales
tienen el siguiente eslogan: ‘el trabajo sexual es trabajo’.
No
es un delito, ni una estafa, ni algo a lo que se dedican los vagos, ni una
forma de opresión.
Es
un servicio personal similar al que ofrece un masajista, un enfermero o un
entrenador y así debe tratarse”.
Esta perspectiva no se parece
demasiado a la de la ponente con la que comenzamos este post. En algún momento habrá que decidir cuál es nuestra opción
como ciudadanos de este país en el que vivimos. Será difícil tomar una decisión
informada porque algunos se empeñan en que desconozcamos los hechos. Recuerden,
de paso, que, según se dice, el infierno está lleno de humanos con buenas
intenciones.
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Algunos enlaces a post de este blog sobre el negocio del sexo:
La prostitución no es trabajo. En la prostitución, etimologicamente poner en el escaparate, poner a la venta, es el cuerpo de la mujer la mercancía objetiva, lo que se toca, manosea, penetra, etc. No es sólo los servicios que pueda realizar con su cuerpo, como en otras actividades, sino su propio cuerpo lo que se comercia. Es por tanto una actividad análoga a la esclavitud, pues es ella misma, su cuerpo, lo que se pone en venta o alquiler. Por otra parte la prostitución atenta contra la libertad sexual de las mujeres, ya que tienen que acostarse y realizar prácticas que no desean y con personas que no les gustan. Tampoco se puede hablar rigurosamente de sexo, ya que la sexualidad tiene unos parámetros que lo definen, de complicidad, deseo, voluntariedad,que no se dan en esa transacción comercial. Es como vender amistad, es un oximorón, algo ontológicamente contradictorio. La sexualidad pertenece a la esfera más intima y privada de una persona, siendo fundamental en su desarrollo piscológico y emocional, es por esto que una agresión sexual está más penada que una agresión meramente física. No es lo mismo un órgano genital que cualquier otro órgano o parte del cuerpo que se utiliza en otras actividades. La prostitución es una actividad de altísimo riesgo y penosidad, que por sus propias estructuras criminales y los peligros propios de su actividad, fuerza a terminar bajo la protección/ explotación de un proxeneta, aunque no se desee. Es una actividad que atenta contra un quantum mínimo de la dignidad humana. Las experiencias regulatorias han sido un absoluto fracaso, pues es una actividad que busca la clandestinidad y el anonimato y cuya normalización llevada a sus últimas consecuencias, en la práctica lleva a auténticos escenarios inviables por no decir absurdos, como su impartición en las escuelas, su oferta en el INEM ( con la pérdida de prestación si se rechaza), inspecciones laborales y sanitarias rocambolescas, etc. Desde enfoques y perspectivas individuales, propias de la posmodernidad y funcionales al sistema de producción capitalista, no hay transfomación posible, pues las apelaciones a la libertad individual para hacer lo que se quiera, siempre encontraran personas dispuestas a defender la actividad más aberrante aunque atente contra sus derechos y sus propios intereses. Es decir, una posición subjetivista y reaccionaria, ante lo que es un fenómeno social, que nos atañe a todos.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Está claro que hay distintas posturas. El problema sigue siendo cómo alcanzar una solución.
ResponderEliminarPermíteme recomendarte la lectura del libro comentado aqui:
http://robertocolom.blogspot.com.es/2016/02/galileos-middle-finger-search-for.html
Saludos, R
Con la esclavitud también había distintas posturas. Para mi, no es una cuestión de posturas, hay verdades y derechos universales aprobados y seleccionados mediante una ética racional universal. Aquí hay una argumentación lógica que si no podeis rebatir es superior a la de los regulacionistas. Otra cosa es que yo necesite mayorías y poder para imponerla, pero no es cuestión relativa, en la que se puede opinar una cosa y la contraria con la misma validez. Si el ortograma que se presenta es superior y no se puede destruir, honestamente hay que pasarse a él, otra cosa es que por intereses, por orgullo, cerrazón, etc no se quiera y se siga manteniéndola y no enmendándola.
ResponderEliminarLa docencia no es trabajo. Al enseñar, es el producto de la mente del docente la mercancía objetiva: lo que se escucha, se interioriza, se penetra, etc.
ResponderEliminarNo es sólo los servicios que pueda realizar con su mente, como en otras actividades, sino su propio cerebro lo que se comercia.
Es por tanto una actividad análoga a la esclavitud, pues es el docente, su mente, lo que se pone en venta.
Por otra parte, la docencia atenta contra la libertad mental de los docentes, ya que tienen que compartir y realizar prácticas que pueden no desear y con personas que pueden no gustarles.
Tampoco se puede hablar rigurosamente de intercambio de conocimiento, ya que la enseñanza tiene unos parámetros que lo definen, de complicidad, deseo, voluntariedad, que no se dan en esa transacción comercial que es la docencia.
Es como vender amistad, es un oximorón, algo ontológicamente contradictorio.
El conocimiento pertenece a la esfera más intima y privada de una persona, siendo fundamental en su desarrollo psicológico y emocional.
No es lo mismo un cerebro que cualquier otro órgano o parte del cuerpo que se utiliza en otras actividades.
La docencia es una actividad de altísimo riesgo y penosidad, que por sus propias estructuras y los peligros propios de su actividad, fuerza a terminar bajo la protección/ explotación de un inspector, aunque no se desee.
Es una actividad que atenta contra un quantum mínimo de la dignidad humana.
Las experiencias regulatorias han sido un absoluto fracaso, pues es una actividad que necesita otro ambiente, lejos de las escuelas, el INEM, las inspecciones laborales, etc.
Desde enfoques y perspectivas individuales, propias de la posmodernidad y funcionales al sistema de producción capitalista, no hay transformación posible, pues las apelaciones a la libertad individual para hacer lo que se quiera, siempre encontraran personas dispuestas a defender la actividad más aberrante aunque atente contra sus derechos y sus propios intereses.
Es decir, una posición subjetivista y reaccionaria, ante lo que es un fenómeno social, que nos atañe a todos.
El producto de la mente(fenómeno emergente del cerebro),no es lo mismo que la mente en si o el cerebro que es la base material de la mente. En la docencia el cuerpo del docente no es una mercancía en ningún momento. La docencia la puede impartir a distancia, por internet, por videoconferencia, por grabación audivisual,etc. Está claro que no hay similitudes con la prostitución donde el cuerpo de la mujer es la mercancía objetiva, lo que se pone en el escaparate, además de las actividades que pueda realizar con su cuerpo. Mal intento de Anónimo para desmontar la argumentación contra la prostitución como vemos. La "libertad mental" a falta de definición no es ningún derecho reconocido. Si lo que se refiere es a libertad de pensamiento, algo dificilmente censurable al contrario que la libertad de expresión, la docencia como profesión en nada impide esta. Si lo que quiere decir es que hay gente que trabaja en lo que no le gusta como sustento de vida, estaremos de acuerdo, pero la prostitución cuyos determinantes socioeconómicos son muy fuertes no solo es una actividad de enorme penosidad y riesgo sino que atenta contra un derecho reconocido como la libertad sexual. La prostitución no es un forma de sexualidad. La sexualidad es algo lúdico, placentero, deseado, compartido, con complicidad, algo que no sucede en la prostitución donde la mujer actúa como un mero recipiente con personas que ni siquiera le gustan y con las que jamás tendría relaciones sin dinero por medio. Es que nadie ha dicho que la docencia sea intercambio de conocimiento entre profesores y alumnos, o que esto sea su faceta primordial. Intentas reducir al absurdo pero de una forma muy torpe. La mejor forma de atentar contra el conocimiento es precisamente negándolo, impidiendo el acceso a la enseñanza. No sigo. Es todo un despropósito tu intento de desmontar la argumentación, siento decirlo así, pero es la verdad.
ResponderEliminarEstimados anónimos:
ResponderEliminarEste artículo es realmente interesante:
http://www.theguardian.com/society/2016/feb/05/sex-worker-activist-laura-lee-northern-ireland-law-challenge-interview
Y me permito recordar que Amnistía Internacional apoya la legalización:
https://www.amnesty.org/en/latest/news/2015/08/global-movement-votes-to-adopt-policy-to-protect-human-rights-of-sex-workers/
Saludos, R
AI apoya la regularización equivocadamente, como demuestro con mi argumentación y de hecho les escribí al respecto hace tiempo. Hay gente dentro de AI que está en contra de la legalización y esperemos que se imponga este criterio a todas luces muy superior argumentalmente.
ResponderEliminarCUAL ES LA DIFERENCIA ENTRE PROSTITUCIÓN Y TRABAJO SEXUAL?
ResponderEliminarQUE AUTOR PROPONE FORMALMENTE LA DEFINICIÓN DE TRABAJO SEXUAL?