Cuando vi el título de este artículo y observé que lo
firmaban autores que trabajan en España casi me caigo de la silla (aunque es
una buena silla).
Fasfous, A. F. et al. (2013). Cultural differences in
neuropsychological abilities required to perform intelligence tasks. Archives of Clinical Neuropsychology, 28,
784-790.
Se compara a un grupo marroquí con uno español en el test de
inteligencia Beta III, concluyendo que la puntuación media del primero es de 87
y la del segundo es de 105. Por tanto, el grupo de españoles presenta, en
promedio, 18 puntos de CI más que el grupo de marroquíes. Ese resultado se
aprecia a pesar de que ambos grupos no son distintos en edad, nivel educativo o
ingresos.
Ante este resultado me fui a consultar la tabla de Lynn y
Vanhanen en la que se consigna el CI de las naciones estimado a partir de
distintos estudios:
Marruecos presenta un CI de 85 y España de 97. Por tanto, una
diferencia promedio de 12 puntos de CI. El mayor CI de los españoles en el
estudio de Fasfous et al. puede deberse a que los individuos evaluados eran
estudiantes universitarios. Los marroquíes evaluados también eran estudiantes
universitarios, pero presentaban un CI prácticamente idéntico a la media en su
país de origen. Una pregunta razonable es: ¿qué explica entonces esa
diferencia?
Los participantes en el estudio completaron otras nueve
tareas, además del Beta III. Esas tareas medían integración visual,
flexibilidad cognitiva, atención selectiva, memoria verbal, memoria visual,
fluidez verbal, fluidez no-verbal, memoria operativa y toma de decisiones. Salvo
en la tarea de fluidez no-verbal, las diferencias entre ambos grupos
favorecieron a los españoles por un margen muy considerable.
El siguiente paso consistió en calcular ecuaciones de
regresión para cada grupo con el objetivo de averiguar cuáles de esas nueve
tareas lograban predecir el rendimiento en el test de inteligencia. Las
discrepancias fueron absolutas: las tareas que predecían inteligencia eran completamente
diferentes para españoles y marroquíes.
El resultado es interesante, incluso provocador.
Sin embargo, desgraciadamente la evidencia es muy dudosa
porque el número de casos es escandalosamente reducido: 27 personas por cada
grupo.
Sería interesante que los autores se animasen a hacer un
estudio a mayor escala que permitiese explorar el comportamiento psicométrico
de las medidas y que se estudiase a fondo el potencial sesgo de las medidas. De
hecho, ni siquiera necesitarían aplicar otras medidas que no fuesen el Beta
III.
El informe da a entender que el test de inteligencia aplicado
no mide lo mismo en ambos grupos, lo que sería un claro signo de sesgo. Sin
embargo, la evidencia publicada en este informe no puede usarse para extraer
alguna conclusión medianamente sólida.
En suma, si se pueden hacer sugerencias, y supongo que así
es, animaría a los autores a diseñar un estudio en el que pudiese
implicarse a cientos de participantes y en el que se midiesen no solamente
variables de naturaleza estrictamente psicológica (como la inteligencia o la
memoria operativa) sino también otra clase de indicadores como los conocimientos
escolares supuestamente acumulados durante el proceso educativo (alguna versión
de PISA podría servir). Un estudio así contribuiría a contestar la inquietante pregunta
que estoy casi seguro surge en la mente del lector al observar la semejanza de
CI entre los estudiantes marroquíes que cursan estudios universitarios en
España y el CI promedio en su país de origen.
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