lunes, 31 de marzo de 2014

El adiós a Cataluña de Albert

En este libro, que les recomiendo encarecidamente, Boadella cuenta una historia que termina mal: “hace dos mil cuatrocientos años mi colega Aristófanes ya decía que la patria es solo el lugar donde uno se encuentra a gusto. De acuerdo con esto, tengo claro que no volveré a trabajar más en Cataluña”.

Mientras leía vorazmente cometí la torpeza de preguntarle a Mª Teresa Giménez Barbat si conocía esta obra del actor, director y dramaturgo catalán. Naturalmente que si. Posteriormente descubrí que compartieron filas en los primeros pasos de ‘Ciudadanos’. Y, de hecho, fue ella la que propuso el nombre ‘Ciutadans de Catalunya’ (en oposición a los conceptos de ‘súbdito’ y de ‘vasallo vocacional’). El President Tarradellas hizo su aparición estelar en su región, al caer la dictadura, dirigiéndose a los congregados en Sant Jaume como ciudadanos, no como catalanes, anteponiendo así “los derechos individuales sobre los derechos de los territorios. Este era el principio fundamental del ideario de Ciutadans”.

Combina la historia de amor con su mujer, Dolors (“tengo comprobado que nada exaspera tanto a los mezquinos como la felicidad ajena”), y la narración de cómo la compañía que fundó en 1962 (Els Joglars), y, por supuesto, él mismo, fueron acosados sistemáticamente por el establishment nacionalista (“la inmersión en las pasiones legendarias de un territorio se transforma en una droga capaz de diluir cualquier atisbo de objetividad”).

Recuerda Albert el consejo que le dio Josep Pla: “vigile Boadella que Cataluña es un país de cobardes”. La predicción no se hizo esperar y pronto la prensa oficial comenzó a tacharle de anticatalán ultraderechista. El artista no se reprime al denunciar la “mezcolanza de quimeras históricas, símbolos subrepticios, culto a supuestos mártires, complejos de persecución o la simple exaltación de esencias trilladas, pero de alto contenido sentimental”.

Recuerda, por ejemplo, que la sardana fue creada por Pepe Ventura (natural de Andalucía) en el siglo XIX. Boadella resume así los rasgos diferenciales de los catalanes: la lengua, la rosa del día de San Jorge, la fiesta del día de San Esteban, la mona de Pascua, la obsesión por los níscalos, los castellers, el caganer y la mencionada sardana: “no he sabido encontrar nada más de cierta relevancia específica para engordar la lista”.

En plena persecución confiesa este catalán que Madrid era para él un respiro de libertad. Tenía sensaciones de liberación al alejarse de Cataluña: “en España el único nacionalismo es el periférico”. No esconde su rechazo hacia la figura de Jordi Pujol (lo peor que le ha pasado a su tribu): “el nacionalismo catalán es incompatible con la democracia”.

Para colmo de males, Boadella es un amante de los toros: “resulta prodigioso que un rito ancestral como los toros haya conseguido llegar hasta nuestros días aguantando todos los envites puritanos que a lo largo de los siglos clamaban por su prohibición (…) observar de forma directa y también metafórica la vida, la muerte, la belleza, la sangre, el valor, el miedo, la crueldad, la astucia, la prudencia o el arrojo es para un niño de pocos años la mejor, más veraz y más completa explicación de la vida”.

Se sorprende (negativamente) ante los dóciles de su tribu. Los “ciudadanos pacíficos no son del todo inocentes. Representan un peligro público; su prudente docilidad es una incitación a que los canallas se lo pasen en grande”. Y en cuanto a los representantes: “hoy, la política catalana es solo esto; un conglomerado de cursis y capullos con la justa proporción de mangantes en nombre de la patria (…) fuera de su ámbito solo ven reaccionarios, asquerosos liberales y fachas (…) están contra Israel y por Palestina, por Castro y contra Estados Unidos, por Picasso y contra Dalí, por la teología de la liberación y contra la Iglesia, por la negociación con asesinos, a favor de la multiculturalidad, por las vanguardias, por los derechos de los animales, contra la energía nuclear y por los molinos generadores; desprecian la idea de un Dios intangible y adoran la medicina alternativa”.

Las palabras de Boadella destilan hastío. Denuncia la “obsesión político-puritana por hacernos buenos a base de prohibiciones de toda índole: criminalizando a los que fuman, beben, les gusta comer, o a los que son de derechas o a los que sencillamente se toman la existencia de una manera que no ha sido homologada por los puros (…) un instinto profundo que se explaya en la represión del placer ajeno (…) su verdadera afición es propinar correctivos morales a base de humillar a las personas”.

La lectura de esta obra aumenta mi sorpresa ante las tendencias nacionalistas radicales de algunos de mis colegas universitarios. Hace años que observo una obsesiva ceguera en algunos intelectuales catalanes con los que tengo trato regular. Comparto con Boadella la sensación de que esos intelectuales están empeñados en “creer que cuando un ciudadano de Madrid se levanta por la mañana lo primero que le pasa por la cabeza es: ¿qué putada les puedo hacer hoy a los catalanes?”. Sigo sin poder encajarlo.

Esta semana santa visitaré a mi familia paterna (con bastantes más de ocho apellidos catalanes) en el pueblo que me vio nacer y en el que residí algunos años. Es un lugar en el que me siento muy querido, a pesar de llevar corriendo por el mundo la mayor parte de mi vida y ser, a efectos prácticos, ‘el de Madrid’. Me es muy grato decir que esos ciudadanos catalanes, que nada tienen que ver con la intelectualidad, no han sido abducidos por el establishment (por ahora). El contagio puede ser reversible. El sentido común de la gente corriente puede ser el antídoto ante el veneno nacionalista que corre por las venas de algunos catalanes.


5 comentarios:

  1. Roberto... debes leer "Memorias de un Bufón" del "inclito Boadella" para hacerte una buena idea de como es. Ya sabes que hay algunos que prefieren ser "personajes" a "personas". Es algo así como Salvador Dalí (y como pasa con personas geniales, en todo no lo son). No se si se merece la atención que se le da en la esfera política, le gusta sobre todo estar provocando allí donde le den sitio para hacerlo. Cuestion de personalidad, no lo dudes....

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  2. Gracias por la recomendación Antonio. A menudo los 'comediantes' dicen verdades como puños. Ambos admiramos al gran George Carlin y ambos sabemos de su penetración psicológica (y de las verdades que soltaba por su boca). Boadella puede ser un personaje, como dices, pero ¿significa eso que lo que dice debe ser ignorado? Su libro expone su historia contada por él mismo, naturalmente. Es su historia. Tan valiosa (o tan poco valiosa) como otras historias. Son muchas las historias que merece la pena contar. Saludos, R

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  3. Gracias por el post Roberto. No creo que haya sido fácil para Boadella disentir.
    Yo no tengo 8 apellidos catalanes, es más soy de padres y abuelos madrileños (gatos, se nos llama) pero sí tengo muy buenos amigos catalanes desde hace más de 20 años y lo que nos guía en los encuentros, que son muy frecuentes ya sea aquí, allí o en Cádiz es, como dices, el sentido común. Sólo así hemos podido capear situaciones kafkianas como escucharles quejarse de que los aragoneses reclamen la LAPAO (lengua aragonesa propia del área oriental) cuando es catalán!

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  4. Gracias MA. A ese tipo de situaciones llevan las malsanas identidades de grupo, o como las denominó Maalouf, las identidades asesinas. Si no tuviste oportunidad de leer su libro, te lo recomiendo: http://robertocolom.blogspot.com.es/2010/11/la-era-de-los-individuos.html

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  5. http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2014/03/19/la-lista-de-los-malos-catalanes.html

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