Mi colega y buen amigo del Montreal Neurological Institute (MNI) Sherif Karama acaba de publicar en la
revista 'Molecular Psychiatry' un artículo en el que se cuestiona el
supuesto de que preservar materia gris es clave para un envejecimiento con
éxito.
Karama, S. et al (2013). Childhood cognitive ability accounts for associations between cognitive
ability and brain cortical thickness in old age. Molecular
Psychiatry.
Se analizaron los datos de capacidad
intelectual de casi 600 individuos evaluados cuando tenían 11 y 70 años de edad.
La correlación test-retest para esta variable fue de aprox. 0.70, es decir, generalmente
los niños más inteligentes eran también los viejos más inteligentes.
Además, se obtuvieron imágenes de
sus cerebros cuando contaban aprox. 73 años de edad. El análisis de esas
imágenes de resonancia permitió medir los niveles de grosor en más de 80 mil
puntos de la corteza.
El siguiente paso consistió en correlacionar las
diferencias de grosor cortical a los setenta y tres años con (a) el nivel
intelectual a los once años y (b) el
nivel intelectual a los setenta años.
El resultado clave fue que las diferencias de
capacidad intelectual a los once años daban cuenta de más de dos tercios de la
correlación entre grosor cortical y capacidad intelectual a los setenta años.
Por tanto, no es que se preserve en la vejez sino que la
asociación entre grosor cortical y capacidad intelectual viene de muy lejos.
El hallazgo recuerda el viejo refrán español:
'Quien tuvo,
retuvo'. Pero los refranes son cosa de viejos.
La asociación observada puede ayudar a
entender los patrones diferenciales de envejecimiento, es decir, por qué en determinados
casos existe el llamado 'envejecimiento
sano'.
Las diferencias de grosor cortical en
regiones frontales, parietales y temporales se relacionaron con la inteligencia
evaluada a los 70 años. Algo similar sucedió cuando se consideraron las
diferencias intelectuales de esos mismos individuos a los 11 años de edad
(véase figura).
Los valores de correlación oscilaron entre
0.10 y 0.40. Pero cuando se hizo el cálculo entre grosor cortical e
inteligencia a los 70 años controlando las diferencias de inteligencia a los 11
años, los resultados desaparecieron. Es decir, las
diferencias de capacidad intelectual que separan a los viejos, y que no pueden
atribuirse a sus diferencias de capacidad en la infancia, no se relacionan con sus
diferencias de grosor cortical en ese periodo tardío de la vida.
En esencia, lo que este informe muestra es
que quienes poseen más capacidad intelectual a los once años de edad también
presentan mayores índices de grosor cortical en su vejez. El resultado es
consistente con lo que se sabe respecto a que los niños más inteligentes tardan
más tiempo en desarrollar demencias al llegar al periodo de riesgo que es la vejez.
Pero, ¿por qué se observan estos resultados?
Los autores ofrecen algunas hipótesis.
Primero, los factores genéticos que influyen
sobre las diferencias de inteligencia en la infancia pueden ser los mismos que
en la vejez.
Segundo, puede que los individuos más
inteligentes desarrollen actividades cognitivas durante su vida que ayuden a
conservar su integridad cortical en la vejez.
Finalmente, la explicación puede residir en
la interacción de distintos factores. Un mayor grosor cortical puede promover
un mayor CI y esta mayor inteligencia puede contribuir a que se busquen actividades
cognitivamente más estimulantes que estimulen el desarrollo cerebral.
Es este un importante informe que deberían
conocer los científicos que estudian los patrones de envejecimiento (y cada vez
son más). Explorar la tercera hipótesis puede ser particularmente relevante para
averiguar qué hacen espontáneamente los individuos más inteligentes y
desarrollar programas dirigidos a los menos inteligentes. Algo similar a lo se
propone desde la llamada 'epidemiología
diferencial' para preservar la salud de los ciudadanos más vulnerables.
Aún así, tengo una crítica, en forma de
pregunta, a esta ambiciosa investigación: ¿por qué no
se estudiaron las diferencias en el área de la superficie de la corteza
cerebral?
Aplicando una tecnología similar a las de los
autores de este informe, nuestro equipo ha observado que (a) la variabilidad en
esa superficie es mucho mayor que la variabilidad en el grosor cortical y (b)
las diferencias en superficie se relacionan más intensamente con la capacidad
intelectual que las diferencias de grosor. Además, las diferencias de
superficie parecen ser un mejor indicador del balance entre especialización
local e integración global en el cerebro.
Aunque supongo que los autores tienen sus
razones, no hubiera estado de más algún comentario al respecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario