miércoles, 16 de enero de 2013

El lenguaje de Dios


Llegué a este librito (The Language of God) a través de otra obra de Francis Collins dedicada a la medicina personalizada, sobre el que ya hablamos en este blog recientemente.

Ahora, éste líder del Proyecto Genoma Humano, argumenta sobre la opción religiosa y su coherencia con la ciencia. Recurre a C. S. Lewis muchas veces: "si hay un poder fuera del universo, es imposible que se nos revele como uno de los hechos de ese universo. El único modo de revelarse es desde nuestro interior, como una especie de influencia u orden que nos lleva a comportarnos de un cierto modo". Esa influencia es la que explicaría, para Collins, la denominada 'ley moral', el concepto de lo que está bien y mal, universal en los miembros de la especie humana, tan general como la gravedad o la relatividad especial.

Si Dios existe, entonces no forma parte del mundo natural, y, por tanto, las herramientas de la ciencia no sirven para llegar a él. El gran enigma sobre el origen del universo, expresado en el Big Bang (ocurrido hace 14 billones de años) deja de ser enigmático si se acepta a Dios:

"soy incapaz de comprender cómo la naturaleza se pudo crear a sí misma.
Solamente una fuerza sobrenatural, fuera del espacio y el tiempo, pudo hacerlo (...)
existen quince constantes físicas cuyos valores es incapaz de predecir la ciencia actual.
Son axiomas: simplemente tienen los valores que tienen (...)
la probabilidad de que todas estas constantes alcanzasen los valores necesarios para producir un universo estable capaz de sostener formas complejas de vida es infinitesimal.
Y, sin embargo, esos son exactamente los parámetros que observamos.
En suma, nuestro universo es salvajemente improbable".


La ciencia no puede responder a preguntas como:

"¿por qué hay vida por todas partes?
¿por qué estoy aquí?"

Carecemos de hipótesis sobre el mecanismo a través del cual el ambiente prebiótico de hace 150 millones de años en la Tierra produjo la vida. El enigma llevó a uno de los descubridores de la estructura del ADN, Francis Crick, a sugerir que la vida en la Tierra vino de otro lugar (una idea que se retoma en la última película de Ridely Scott, 'Prometheus').

Collins subraya que el mecanismo, correcto, de la evolución, no contradice la idea de Dios. Al contrario. En esto discrepa radicalmente de autores tan beligerantes como Richard Dawkins o Daniel Dennett para quienes aceptar la evolución conlleva ser ateo.

Pero "si Dios no forma parte de la naturaleza, entonces la ciencia no puede demostrar su existencia o inexistencia.
El ateísmo debe considerarse una forma de fe ciega, puesto que supone una creencia que no puede defenderse con la razón pura".

Hasta el naturalista Stephen Jay Gould contradice a Dawkins: "o bien la mitad de mis colegas son extraordinariamente estúpidos o el darwinismo es plenamente compatible tanto con las creencias religiosas convencionales como con el ateísmo".

Collins discute el creacionismo y el diseño inteligente. No comulga con ninguna de las dos perspectivas, como científico que es, aunque le echa un capote a la segunda al reconocer que la complejidad de la vida es difícil de explicar. Difícil, pero viable, y, por tanto, el diseño inteligente resulta contraproducente para el creyente. Que ahora no sepamos no significa que no lleguemos a saber. La ciencia debe seguir y seguirá su curso, pero ese hecho no destruirá la fe de los creyentes.


El científico creyente suscribe una postura que podría calificarse de 'evolución teísta' (TE): "Dios es el origen de la vida y la vida expresa la voluntad de Dios". La perspectiva de la (TE) sugiere que Dios es la respuesta a preguntas que la ciencia nunca trató de responder:

¿cómo se creó el universo?
¿cuál es el sentido de la vida?
¿qué sucede al morir?

"El Dios de la Biblia es el mismo que el Dios del genoma.
Se le puede venerar en una catedral o en el laboratorio.
Su creación es majestuosa, increíble, intrincada y bella --y no puede estar en guerra consigo misma.
Solamente nosotros, humanos falibles, podemos empezar esa guerra.
Y solo nosotros podemos acabar con ella".

Al cerrar su ensayo, Collins escribe: "la vida es corta. Por ahora, la predicción es que todos y cada uno de nosotros morirá. Abrirse a la vida del espíritu es algo indescriptiblemente enriquecedor".

Hay muchos más razonamientos y argumentos en esta obra de lo que esta breve nota puede rescatar. Pero quizá pueda animar a su lectura. Desgraciadamente, no está disponible en castellano, que yo sepa.

6 comentarios:

  1. Para los que les interese el libro comentar que si esta en castellano ¿Cómo habla Dios?.

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  2. Muchas gracias por la información. Excelente noticia.

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  3. Lo de la "evolución teísta" suena fatal. Pero si está en español, habrá que leerlo aunque algunos seamos "teoescépticos"... :-)

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  4. ¿No decimos que la música es divina? No puede sonar fatal ;-)

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  5. El ateísmo debe considerarse como la no creencia en invenciones que solo pueden defenderse desde la fe ciega.

    Sí, la razon no nos da herramientas para demostrar ni refutar la existencia de dios, pero solo el teismo inventa esas deidades, que ademas son distintas para cada uno de sus creyentes.

    El darwinismo no contradice la existencia del Flying Spaghetti Monster, pero si se puede refutar su existencia mas alla de la fe ciega..
    porque el FSM, como los demas deidades, es una invencion y probablemente innecesaria.

    No comprendemos la complejidad del universo en que vivimos, pero no por ello debemos inventar explicaciones que solo se pueden defenderse desde la fe ciega..

    y no por ello ha dejado de gustarme el articulo..

    un saludo
    ivan

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  6. Gracias por tus apreciaciones Ivan.

    La fe es ciega por definición. Y existen muchas clases de fe.

    Pienso que la perspectiva de Collins es lógicamente impecable.

    Él posee una fuerte creencia/fe religiosa que en absoluto le ciega a la hora de desarrollar un exquisito trabajo científico destinado a desentrañar el funcionamiento de la naturaleza.

    Me parece fuera de lugar sugerir, como a veces se hace, que quienes tienen esas creencias son reliquias del pasado, momias que se niegan a entrar en el siglo XXI.

    Personas como Collins viven esos dos mundos con absoluta tranquilidad y no pretenden imponer nada a nadie.

    Sin embargo, y a lo mejor me equivoco, quienes suscriben el ateismo miran con condescendencia, en el mejor de los casos, a individuos como él.

    Saludos, R

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