La Profesora María José Navas, de la UNED,
ha escrito un artículo sobre la medición psicológica para la revista 'Psicología
educativa' editada por el Colegio Oficial de Psicólogos.
Navas, M. J.
(2012). La medición
en el ámbito educativo. Psicología Educativa, 18(1),
15-28. http://dx.doi.org/10.5093/ed2012a2
Así, de
entrada, demuestra una extraordinaria valentía porque no son pocos quienes piensan
(pensar es gratis) que medir no se limita a cuantificar la variabilidad del
aula, sino que, sobre todo, la crea y contribuye a producir una terrible discriminación.
Distingue las
autora dos grandes tipos de evaluaciones: las que se producen dentro el aula (y
que suele hacer el profesor) y aquellas dirigidas a gran escala para comparar
centros e incluso países (generalmente hechas por organismos independientes).
Medir no es fácil y, por eso, se hace preciso contar con especialistas en
medición. Aquí entra en escena el llamado psicólogo
educativo, presunto experto en los factores psicológicos relevantes para
comprender por qué algunos chavales lo hacen bien y otros mal, por qué algunos aprenden
lo que deben y otros no.
El profesor no
está preparado para medir (adecuadamente) lo que sus alumnos aprenden (o dejan
de aprender) pero tampoco tiene por qué. Es el psicólogo educativo quien debería
asesorarle. Debería, porque no está nada claro que pueda o quiera. A menudo no
puede porque no aprendió lo que debía durante su formación universitaria. Y con
frecuencia no quiere porque eso de medir le parece discriminatorio.
Felizmente
Navas subraya la relevancia de la variabilidad en el aula, aunque ella usa un
término que, vaya usted a saber por qué, resulta más 'correcto': diversidad. Llámese como se quiera, pero el hecho
indiscutible es que los alumnos son diferentes y el docente debe admitirlo abiertamente
si quiere alcanzar el objetivo para el que está ahí: que los chavales aprendan
lo que deben. Pero ¿cuáles son las características
psicológicas que producen una diferencia relevante en el aprovechamiento
escolar? ¿cuáles de ellas pueden medir fiablemente los psicólogos educativos?
Como suele ser habitual en nuestro país,
entre esas características psicológicas no se encuentra la variable 'inteligencia'.
En el artículo de Navas solamente aparece el término en una ocasión y solamente
para referirse a una nota histórica en la página 1. Mal asunto. Tampoco aparece
el término 'capacidad',
pero, por supuesto, el término 'competencia' es omnipresente.
En 1999
denuncié esta situación en un breve artículo de réplica a un monográfico
preparado por expertos en psicología educativa y publicado por el Colegio de
Psicólogos:
En esencia, mi mensaje fue que cualquier
intento de mejora educativa fracasará si se ignora el factor psicológico que
mejor da cuenta de la variabilidad en el aprovechamiento escolar, es decir, la
capacidad intelectual. Obsérvese que uso los términos 'capacidad' e
'intelectual', cuyo significado es muy preciso.
Las competencias, tan de moda ahora, son un
infumable batiburrillo incapaz de sacarnos de atolladero. Y la razón reside en
que las competencias meten distintas categorías psicológicas dentro del mismo
saco (habilidades cognitivas, de procedimiento, actitudes, etc.). Es realmente
penoso que el esfuerzo de tantos psicólogos del pasado sea ignorado para
satisfacer los peculiares gustos de un puñado de 'expertos' politizados.
Me consta que Navas es una
excelente profesional y quizá por eso me cuesta encajar que, por lo que parece, se haya
acoplado a una moda que será pasajera, pero que, por el camino, dejará muchas
víctimas educativas. Llamar a las cosas por su nombre es más importante de lo
que parece.
A menudo tengo la sensación de que los
responsables educativos están ahí para probar sus particulares gustos pese a
quien pese. La sensación de inquietud se transforma rápidamente en tristeza,
primero, e ira, después, porque a esos responsables no les importa hacer daño a
los chavales. Con tal de poner a prueba sus peregrinas ideas son capaces de
emular al famoso médico del Tercer Reich.
Podría hacerse una historia de la educación a partir de las palabras que se van dejando al margen: virtud, voluntad, esfuerzo, mérito ... y, efectivamente, ahora hemos de añadir capacidad intelectual. El fetichismo de las palabras se ha impuesto sobre el sentido común. Un desastre, porque cada vez que se intenta explicar algo hay que ocultar tanto, que aumentamos la confusión... aunque, eso sí, mostremos nuestra beatería moral.
ResponderEliminarAnímate con esa historia Gregorio. Seguro que el resultado es fascinante. El problema de la 'beatería moral' es que la aceptamos sin más tal y como llega de no se sabe dónde. Saludos, R
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