miércoles, 26 de septiembre de 2012

Reformando la educación en España


Viajando hacia mi lugar de trabajo escuché una entrevista radiofónica al Ministro Wert. Fue preguntado por la reforma educativa y contestó recurriendo a su verbo fácil. Es agradable oír a alguien que sabe de lo que habla, que no se va por las ramas y que dice lo que piensa.

No le importa que el gobierno vasco haya pedido su dimisión porque ve amenazada su capacidad de decisión, de autogobierno. Niega que la nueva ley que se propone segregue a los estudiantes según su talento. Defiende que haya exámenes comunes para todo el territorio español al finalizar los distintos ciclos educativos, como único modo de garantizar que los chavales aprenden lo que deben. Ataca así al corazón de la autonomía de la que gozan algunas regiones españolas para decidir lo que sus alumnos aprenderán en el colegio y en los institutos. Subraya que cualquier sistema educativo vale tanto como sus profesores, que nada se logrará sin su activa participación.

Según el ministro, el principal problema del sistema educativo español es la alta tasa de abandono escolar: uno de cada cuatro alumnos no logra educarse como debiera. En sus palabras, "el actual sistema les expulsa y eso es algo que el país no puede permitirse".

Se pregunta si ese abandono podría corregirse con una adecuada orientación a través del espinoso uso de la diversificación, que él insiste que resulta reversible.

El hecho indiscutible es que las evaluaciones PISA revelan una distancia entre las comunidades de nuestro país mayor que la que existe entre algunas de ellas y otros países de la OCDE con un sustancial mayor éxito. Esa absurda dispersión, que produce una terrible desigualdad, podría corregirse con un examen externo al que tuvieran que someterse los alumnos de las diferentes comunidades.

Personalmente me parece una idea excelente, como ya tuve oportunidad de defender en repetidas ocasiones. De hecho, siempre que tuve alguna excusa. Algunos ejemplos:





El único modo de centrar, que no de centralizar, los esfuerzos es definir con claridad qué es lo que deben aprender los chavales en el colegio. Los colegios y profesores, más allá de los gobiernos autonómicos, que poco pintan en esta historia, dispondrían de plena libertad para educar como más oportuno les parezca, pero, finalmente, sus chavales tendrán que aprender lo que deben: más lengua, más matemáticas y más ciencias. Más, pero también mejor.

Demos más autonomía, por supuesto, pero de ninguna manera a los políticos. Dejemos la educación en manos de los profesionales. Confiemos en ellos. No se me ocurre ninguna razón para que los políticos decidan cómo debe arreglarse un grifo, cómo deben ser las alas de los aviones o si los coches deben ser de color amarillo o rojo.

Los profesores saben lo que deben hacer. Y si tienen dudas, pueden aprender, que para eso han estudiado. Luego, cuando se considere oportuno, veamos si han hecho lo que se espera de ellos. Comprobemos si se han ganado su salario. La política está de mas (y perdón por el desliz).

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