Viajando hacia mi lugar de trabajo escuché
una entrevista radiofónica al Ministro Wert.
Fue preguntado por la reforma educativa y contestó recurriendo a su verbo fácil.
Es agradable oír a alguien que sabe de lo que habla, que no se va por las
ramas y que dice lo que piensa.
No le importa que el gobierno vasco haya
pedido su dimisión porque ve amenazada su capacidad de decisión, de
autogobierno. Niega que la nueva ley que se propone segregue a los estudiantes
según su talento. Defiende que haya exámenes comunes para todo el territorio
español al finalizar los distintos ciclos educativos, como único modo de
garantizar que los chavales aprenden lo que deben. Ataca así al corazón de la autonomía
de la que gozan algunas regiones españolas para decidir lo que sus alumnos
aprenderán en el colegio y en los institutos. Subraya
que cualquier sistema educativo vale tanto como sus profesores, que nada se
logrará sin su activa participación.
Según el ministro, el principal problema del
sistema educativo español es la alta tasa de abandono escolar: uno de cada
cuatro alumnos no logra educarse como debiera. En sus palabras, "el actual sistema
les expulsa y eso es algo que el país no puede permitirse".
Se pregunta si ese abandono podría corregirse
con una adecuada orientación a través del espinoso uso de la diversificación,
que él insiste que resulta reversible.
El hecho indiscutible es que las evaluaciones
PISA revelan una distancia entre las comunidades de nuestro país mayor que la
que existe entre algunas de ellas y otros países de la OCDE con un sustancial
mayor éxito. Esa absurda dispersión, que produce una
terrible desigualdad, podría corregirse con un examen externo al que tuvieran
que someterse los alumnos de las diferentes comunidades.
Personalmente me parece una idea excelente,
como ya tuve oportunidad de defender en repetidas ocasiones. De hecho, siempre
que tuve alguna excusa. Algunos ejemplos:
El único modo de centrar, que no de
centralizar, los esfuerzos es definir con claridad qué es lo que deben aprender
los chavales en el colegio. Los colegios y profesores, más allá de los
gobiernos autonómicos, que poco pintan en esta historia, dispondrían de plena
libertad para educar como más oportuno les parezca, pero, finalmente, sus
chavales tendrán que aprender lo que deben: más lengua, más matemáticas y más
ciencias. Más, pero también mejor.
Demos más autonomía, por supuesto, pero de
ninguna manera a los políticos. Dejemos la educación
en manos de los profesionales. Confiemos en ellos. No se me ocurre
ninguna razón para que los políticos decidan cómo debe arreglarse un grifo,
cómo deben ser las alas de los aviones o si los coches deben ser de color
amarillo o rojo.
Los profesores saben lo que deben hacer. Y si
tienen dudas, pueden aprender, que para eso han estudiado. Luego, cuando se
considere oportuno, veamos si han hecho lo que se espera de ellos. Comprobemos
si se han ganado su salario. La política está de mas (y perdón por el desliz).
No hay comentarios:
Publicar un comentario