viernes, 23 de marzo de 2012

9.000 CANCIONES --por Jesús Mª Gallego

Un joven familiar me mostraba hace algún tiempo su flamante reproductor de mp3 y me aseguraba que el artilugio tenía capacidad para 9.000 canciones. "Y no paro de bajarme música", añadía. En un cálculo generoso puedo atribuir a mi joven familiar el conocimiento real de entre 9 y 11 buenas canciones, entendiendo por buena canción, también con un criterio generoso, aquella con posibilidad de perdurar más allá de la triste condición de hit estacional.

31 canciones es el título de un libro del gran Nick Hornby, siempre demasiado popular para resultar aceptado en los templos de la alta cultura, siempre ajeno a toda autocomplacencia estilística, siempre certero y veraz (lean Juliet, desnuda, su última novela traducida y si no encuentran algún personaje al que le pasan exactamente esas cosas que le pasan a usted, pero no había encontrado la lucidez suficiente para enunciar, me llaman y lo hablamos, preferiblemente en presencia del muy acogedor propietario de este blog).

El título 31 canciones no es alegórico ni simbólico, alude exactamente a eso, a 31 canciones que tienen para Hornby un particular poder evocativo, una carga emocional que las individualiza y las dota de un relieve propio al margen de su altura artística. De hecho, en las 31 de Hornby entran canciones flojas e incluso alguna directamente execrable, pero son las canciones de Hornby, las de su vida, canciones con las que mantiene una relación íntima, supongo que con altibajos, pero con complicidad y confianza.


¿Podría mi joven familiar escribir un libro recreando y analizando 31 canciones que signifiquen mucho para él? Bajemos el listón: ¿podría escribir un post en un blog  esbozando sensaciones personales en torno a 21 canciones, o a 11? Recordemos que tiene 9.000 para elegir, nada menos que 9.000 archivos en formato digital, modelo amalgama, variante amasijo. Y no se le exige ser tan perfectivo como al viejo Nick.

Podemos plantearlo en otros términos. ¿Habría escrito Nick Hornby 31 canciones si su relación con la música popular se hubiese circunscrito al amasijo digital?, ¿lo habría hecho de no haber estado en posesión de los discos, de sus portadas, de sus circunstancias? Cierto, el objetivo de la civilización occidental no fija entre sus prioridades la producción de libros como 31 canciones, admitámoslo, pero déjenme levantar un poco la voz contra el empobrecimiento asociado a ciertas prácticas autocalificadas de progreso.

Mi joven familiar desconoce, por ejemplo, las virtudes de la alta fidelidad, ese vestigio del pasado, qué puede importarle la calidad del sonido, lo que cuenta es tener muchas canciones, tenerlas pronto y tenerlas gratis. Los libros de Hornby, la forma en que habla en ellos de canciones, de películas, de otros libros son producto de algo que me apetece llamar cultura lenta, que se fragua entre objetos que nos pertenecen y que podemos mirar, tocar, prestar y ordenar en estanterías. Y oler, porque me niego a leer a Proust sin poder acercarme el libro de vez en cuando a la nariz y reconocer: hay vida en esta falta de progreso.

Un buen amigo, inteligente y con criterio, trataba de convencerme de la inutilidad de la acumulación de objetos. Me temo que la denostación de lo material, la marginación de la cultura lenta, constituye un nuevo capítulo del manual transoceánico de pensamiento único.

1 comentario:

  1. Me permito añadir la novela de Hornby 'Alta fidelidad' que fue llevada al cine por Stephen Frears.

    http://en.wikipedia.org/wiki/High_Fidelity_(film)

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