La Royal Society publica un informe en el que sitúa a España en el décimo lugar del ranking en producción y calidad científica. China ocupa el segundo lugar, por detrás de los Estados Unidos. Turquía, Irán, Túnez o Qatar ascienden posiciones.
La vitalidad y el prestigio de nuestra investigación --y de nuestros científicos-- mejora día a día.
Un ejemplo: ¿recuerdan a John Nash, el patológico protagonista de la película 'Una mente maravillosa'? Enunció, pero no resolvió, un problema matemático sobre 'singularidad'.
Ahora, dos matemáticos españoles --Javier Fernández de Bobadilla y María Pe Pereira-- han encontrado la solución. Y, además, lo han resuelto en un tiempo record (3 años) mediante una procedimiento sencillo y novedoso.
Los especialistas admiten que el problema resuelto es paradigmático de lo que se conoce como matemática pura, sin aplicaciones evidentes. Pero dada la naturaleza del problema de la singularidad, no deben descartarse apresuradamente. Fenómenos como la formación de tornados o la rotura de metales al alcanzar una elevada temperatura, están sometidos a las leyes de la singularidad.
El diario 'El Mundo', en una magnífica iniciativa que debería reforzarse, ha inaugurado, recientemente, la sección 'científicos españoles por el mundo'. Su objetivo es presentar a científicos de nuestro país que, de alguna manera, se ven 'obligados' a desarrollar sus investigaciones más allá de nuestras fronteras, haciendo cierta la conocida sospecha de la 'fuga de cerebros'.
Científicos altamente capacitados, formados aquí, que se mueven a otros lugares porque las oportunidades para desarrollar su talento resultan superiores. Una sangría de preocupantes proporciones que ha de corregirse pronto.
La doctora Gertrudis Perea estudia en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) la evolución de determinadas células cerebrales con el progreso del Alzheimer, gracias a una beca europea Marie Curie. Más en concreto, explora el papel de las células gliales, usando ratones, mediante optogenética.
Su impresión es que los científicos españoles son excelentes, aunque no lo tienen tan fácil para hacer su trabajo aquí como en otros países.
Pablo Secades es biólogo celular en el Instituto Nacional del Cáncer de Ámsterdam. Pudo ir a ese centro gracias a una beca postdoctoral del Ministerio de Ciencia e Innovación. El Ministerio --es decir, los españoles-- paga el grueso de su salario, pero son otros --los holandeses-- quienes se benefician, al menos por ahora.
La idea es que regrese y evolucione lo que aprendió, pero nuestra situación actual no le resulta particularmente halagüeña.
Su investigación se centra en las células de la piel. En España se puede hacer esa clase de estudios, pero Secades reconoce que los medios son menores. Además, en España la colaboración entre distintos profesionales es más compleja.
Queda camino por recorrer, no cabe duda, pero progresamos adecuadamente.
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