Este famoso científico judío donó su cerebro a la ciencia –aunque existe un debate sobre si se obtuvo realmente su consentimiento—así que, pocas horas después de su muerte (en 1955) cuando contaba con 76 años de edad, el patólogo T. S. Harvey le extrajo el órgano para someterlo a análisis.
Sin embargo, desapareció hasta mediada la década de los años 70, cuando el periodista S. Levy descubrió que todavía estaba en posesión de Harvey.
Los primeros resultados de los análisis sugirieron que las regiones implicadas en el lenguaje presentaban menor tamaño de lo habitual, mientras que las áreas relacionadas con los números y el procesamiento espacial eran mayores.
En su momento Harvey observó, a simple vista, que el cerebro de Einstein poseía una cisura de Silvio considerablemente mayor de lo usual. Asimismo, carecía de ‘parietal operculum’, una región vinculada a la corteza somatosensorial secundaria. Ambas características físicas peculiares del cerebro del eminente científico podían contribuir a mejorar la comunicación entre regiones y explicar lo que él siempre confesó: “pienso visualmente, no verbalmente’.
Quizá la diferencia más notable fue que el lóbulo parietal inferior del científico era un 15% más grande de lo esperado. Esa región se vincula al pensamiento matemático y el procesamiento espacial.
También se han estudiado sus células de gliales –encargadas de nutrir al cerebro, formar la mielina y participar en la transmisión de señales—en comparación con una decena de varones de control. La Dra. M. C. Diamond encontró un número significativamente mayor de estas células en las región parietal inferior izquierda, zona de la corteza vinculada a la integración de información proveniente de otras regiones del cerebro. Por tanto, se dedujo que su cerebro tenía más ‘necesidades’, en esa región, que las células gliales se encargaban de satisfacer.
Sin embargo, estas conclusiones pueden considerarse algo precipitadas. Por un lado, Diamond no usó un grupo de control realmente comparable al científico en edad (eran más jóvenes) por lo que sus diferencias pueden deberse a la influencia de este factor. Además, el grupo experimental sólo tiene un individuo (Einstein) por lo que es necesario averiguar si el científico comparte estas características con otras personas que también destaquen en su campo disciplinar. Finalmente, el informe de Diamond omite importante información, como el resultado bruto del recuento de neuronas.
Es interesante considerar que el cerebro de Einstein pesó 1.230 gramos , claramente por debajo de la media del adulto varón (1.400 gramos ). Pero se pudo calcular que su densidad neuronal era claramente mayor que la media. Por tanto, su cerebro era de menor tamaño pero estaba más empaquetado, era más denso.
Hace tres años Rex Jung y Richard Haier publicaron una integración de resultados –derivados de la investigación con neuroimagen—sobre la base cerebral de la capacidad intelectual en la revista ‘Behavioural and Brain Sciences’. Jung y Haier propusieron la teoría de la integración parieto-frontal (P-FIT). Quizá no sea conocido que en los primeros borradores la teoría se denominó hipótesis de Einstein, para darle mayor protagonismo al lóbulo parietal –hasta ese momento los científicos se encontraban obsesionados con el lóbulo frontal.
El cerebro de Einstein era claramente anormal: el científico padeció dislexia y su área de Brodmann 39 se salía del rango estándar. El cerebro del físico vivió un desarrollo atípico, lo que pudo propiciar el incremento exagerado de los circuitos cerebrales vinculados al razonamiento matemático. El razonamiento de naturaleza abstracta es, por cierto, una faceta clave de la capacidad intelectual.
Se duda de que Einstein tuviese dislexia. ¿Tiene alguien información fiable al respecto?
ResponderEliminarNo tengo la más remota idea, pero sé que fue un personaje peculiar del que hablaremos en breve en este blog.
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