Se publica ahora un nuevo ranking de Universidades, pero solamente a nivel doméstico.
El estudio se basa en una comparación normativa, pero, si los criterios de excelencia están claros, ¿por qué no se hace una evaluación referida a criterio?
A mi juicio (a) sería realmente constructivo saber cuánto se aleja cada Universidad de esos criterios de excelencia (así como en cuáles, concretamente) y (b) detallar las posibilidades reales de cada centro para aproximarse a ellos a medio plazo.
Esta historia de los rankings, que proliferan como las setas, me recuerda a los políticos que se reúnen para acordar cuándo volverán a reunirse. Con tal de no trabajar, lo que sea. Quienes toman posiciones para formar parte de las comisiones (o ponencias, o como se diga ahora) que preparan los ranking, disfrutan estableciendo directrices, pero para que las sigan los demás.
Lo que tienen que hacer los investigadores es comunicar sus resultados a la comunidad científica, y, de ser posible, que esos resultados sean excelentes y ayuden a avanzar el actual estado de conocimientos. Los profesores deben enseñar. Esas dos cosas, bien hechas, serían suficientes para que la Universidad fuera excelente. O, simplemente, para que fuera una Universidad en sentido estricto.
En el informe de Buela-Casal, Bermúdez, Sierra, Quevedo-Blasco y Castro se usan varios criterios de clasificación, pero el único valioso internacionalmente es la proporción de artículos publicados en revistas indexadas en el Institute for Scientific Information (ISI). Ignoro por qué no se ha usado el índice h, que, según declaran los eruditos de los impactos y demás, parece más legítimo e igualmente universal.
Según el ISI, por encima del centil 75 se encuentran la Pompeu Fabra, la Miguel Hernández, la Autónoma de Barcelona, la Rovira i Virgili y la Universidad de Barcelona. Por tanto, Cataluña gana por goleada (a lo mejor el TC está bloqueando lo que ya sabemos para dar ventaja a los demás –a lo mejor nada tiene que ver, aunque la realidad correlaciona, como saben los expertos en metodología).
La UNED, la Universidad de A Coruña, la de Las Palmas y la del País Vasco se sitúan por debajo del centil 25.
La excelencia se alcanza con científicos y profesores eminentes. Quienes han aceptado ese hecho, y actúan en consecuencia, destacan. No hay más cera que la que arde.
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