jueves, 25 de junio de 2009

GABILONDO

De una entrevista hecha al nuevo ministro de educación hace poco tiempo, puede extraer algunas ideas que quizá sea relevante comentar en un post.

-. Dice Gabilondo que cree “en el aprender, en el estudiar, en el enseñar, en fomentar la creatividad y las habilidades, pero también en el esfuerzo y en la exigencia. No son valores de una sociedad tradicional, son valores de una sociedad emprendedora, que no quiere malgastar su talento”.

Bien visto. Si funciona, funciona. Si no, entonces no lo hace. Es igual que sea 'clásico' o 'tradicional'. Quizá si lo es sea por algo...

-. El pacto por la educación debe ser “un pacto de solidaridad, social, con los sindicatos y las fuerzas sociales, con los agentes o empresas que trabajen en la educación”.

Pero, ¿qué pasa con los padres y con las familias? ¿no tienen nada que decir sobre la educación que reciben en el colegio? ¿no serían los primeros interlocutores, junto con los propios niños?

-. Según el ministro “la educación no es patrimonio de ningún partido”, sino un bien público al que se debe dar una dimensión social integrada".

No sé qué significa ‘dimensión social integrada’. ¿Uno por otro la casa sin barrer?

-. También dice que es insensato “que Europa vaya en una dirección y España, de repente, esté en otra cosa”.

¿Por qué? ¿Es que no cabe la posibilidad de que Europa se esté equivocando, que en España nos demos cuenta y que procuremos no perder todavía más tiempo haciendo experimentos con Pepsi Cola?

-. Hablando sobre la Universidad declara el responsable de educación que “debe responder a las demandas de la sociedad, no a las del mercado”.

¿Desde cuándo debe la Universidad responder a las demandas de la sociedad o del mercado? Seguro que Gabilondo conoce las declaraciones de John Stuart Mill: “las universidades no están para enseñar el conocimiento necesario para preparar a las personas para encontrar un determinado modo de ganarse la vida. Su objetivo no es preparar hábiles abogados, médicos o ingenieros, sino seres humanos capaces y cultivados”. Por mi parte no puedo más de acuedo, en esto, con Mill.

-. Dice también que si el país “cree que la educación y la educación superior son un valor fundamental, determinante, y además si son la única posibilidad, a través de la ciencia y la investigación, de modificar un modelo vinculado a la construcción y al turismo, tendrá que apostar a fondo por esto y hacer un esfuerzo”.

Pero, ¿en qué consiste este esfuerzo concretamente? ¿En más dinero? ¿O en mimar nuestro capital humano? Una mayor claridad sería deseable.

-. Sostiene que no le gusta la idea de que “sea indiferente aprobar o no asignaturas para pasar o no de curso”.

Una importante novedad, desde luego.

-. Sin embargo, si apoya una educación inclusiva. “No se pueden buscar discriminaciones ni por razones de sexo ni de religión ni ninguna otra. Sólo un espacio inclusivo donde uno aprende a convivir en diferencia nos prepara para vivir en una sociedad cada día más abierta, plural y diversa”.

Pero ¿qué tendrá que ver la discriminación con el reconocimiento de la diferencia? ¿y si separar grupos de educandos según determinadas características psicológicas o sociales mejora sustancialmente su nivel de aprendizaje? ¿deberíamos darle la espalda a ese hecho, si fuera cierto, simplemente porque puede parecer discriminatorio en algún sentido políticamente correcto? ¿Sería tomarse eso en serio la educación?

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