Algunos científicos se han animado, recientemente, a declarar que de aquí a 10 años sería posible disponer de una réplica del cerebro humano. El único problema es que no se posee, todavía, la financiación necesaria para llevar a cabo tan ambicioso proyecto.
El objetivo es complejo, ya que el cerebro contiene trillones de sinapsis, billones de neuronas, millones de proteínas y miles de genes. Pero, por muy elevados que sean, esos números son finitos. En la actualidad, los robots pueden rastrear un determinado entorno decenas de miles de veces más rápido que los humanos. Eso nos da una idea de lo que un ordenador puede hacer dirigido apropiadamente.
Un segundo escollo para alcanzar la meta es que, después de 100 años de investigación en neurociencia, se dispone de muchos datos, pero fragmentados. No existe un modelo al que atenerse, pero sería realmente interesante poder algún marco de referencia que guiase la investigación, aunque se demostrase al final que era impreciso o incluso incorrecto.
El mayor reto consiste en comprender cómo se transforman los patrones electro-químicos del cerebro en nuestra percepción de la realidad. Sabemos que no vemos con los ojos, sino con el cerebro. Por tanto, la clave reside en él.
Es preciso comprender cómo se comportan los circuitos del cerebro. Se han construido algunos modelos a pequeña escala y eso es precisamente lo que permite predecir que se pueda hacer a una escala mucho mayor.
Realmente el cerebro utiliza reglas relativamente sencillas para enfrentarse a situaciones complejas. Lejos de ser incomprensible, el diseño gracias al que se conectan billones de neuronas es simple.
Un superordenador sería capaz de albergar el diseño de un cerebro humano. Una vez alcanzado ese objetivo será posible comprender sus fallos. Los resultados de esta clase de simulación podrían ser mucho más relevantes e informativos que, por ejemplo, la investigación con animales.
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