Pero, como en el presunto cambio del clima, ¿es realmente esa la causa? ¿O se usa la estadística para hacernos comulgar con ruedas de molino?
Si consultamos el anuario estadístico del Ministerio de Fomento (que se puede descargar de su web) y usamos la tabla de la página 225 (Accidentes con víctimas) en la que aparecen datos desde 1990, se puede construir la siguiente gráfica.
Se observa una oscilación entre 120.000 y 160.000, con subidas y bajadas. Entre 1990 y 1994 hay un descenso progresivo. A partir de ese año hay un incremento, también progresivo, hasta el año 2000. Se estabiliza hasta 2003, baja hasta 2005 y luego vuelve a aumentar. Es decir, el grafico que cabe esperar cuando las intervenciones de las autoridades no poseen ningún efecto causal.
Las actuaciones legislativas no parecen poseer ningún efecto sobre las víctimas de la carretera en España. Pero entonces, ¿por qué se nos dice que el carnet por puntos, por ejemplo, está reduciendo las muertes en la carretera? ¿Realmente no se han reducido las muertes? Si, claro que se han reducido, pero no sabemos por qué. Por un lado, mueren menos en la carretera, pero, simultáneamente, no se produce una reducción sistemática en las víctimas.
El número de accidentes oscila arriba y abajo, pero las muertes descienden. Ambas evidencias, correctas, permiten especular con la posibilidad de que las mejoras en las infraestructuras y en la seguridad pasiva de los vehículos modernos protegen la vida de los conductores cuando tienen un accidente. Pero si los accidentes no obedecen a los cambios de normativa, se deduce que tales cambios no poseen ninguna incidencia.
Las actuaciones legislativas no parecen poseer ningún efecto sobre las víctimas de la carretera en España. Pero entonces, ¿por qué se nos dice que el carnet por puntos, por ejemplo, está reduciendo las muertes en la carretera? ¿Realmente no se han reducido las muertes? Si, claro que se han reducido, pero no sabemos por qué. Por un lado, mueren menos en la carretera, pero, simultáneamente, no se produce una reducción sistemática en las víctimas.
El número de accidentes oscila arriba y abajo, pero las muertes descienden. Ambas evidencias, correctas, permiten especular con la posibilidad de que las mejoras en las infraestructuras y en la seguridad pasiva de los vehículos modernos protegen la vida de los conductores cuando tienen un accidente. Pero si los accidentes no obedecen a los cambios de normativa, se deduce que tales cambios no poseen ninguna incidencia.
Aún así se insiste cansinamente en compulsivos controles de alcoholemia, en veladas amenazas sobre una eventual pérdida de puntos –como si estuviéramos en el colegio—y en castigos carcelarios, elevando así nuestros niveles de cortisol y promoviendo que no usemos nuestro vehículo mientras vemos aumentada nuestra probabilidad de fallecer por infartos inducidos por el estrés regulatorio.
Desgraciadamente no es fácil encontrar una respuesta porque las autoridades evitan ser trasparentes con los datos disponibles. ¿Es realmente el alcohol una causa tan relevante de los accidentes de tráfico? ¿Lo es una velocidad elevada? ¿O tener la mala suerte de conducir un vehículo antiguo con pésimas medidas de seguridad pasiva? ¿O evitar conducir por una autopista de peaje para ahorrar en tiempos de crisis?
Se sabe que el efecto del alcohol es muy diferente según la persona. Se sabe que la misma velocidad es excesiva en algunos casos, pero no en otros. Se sabe que un determinado vehículo puede salvarte la vida. Se sabe que la conducción en autopista es sustancialmente más segura que por una carretera de doble sentido.
Si realmente se desea reducir la siniestralidad en la carretera, entonces quizá debamos solicitar a las autoridades que sean trasparentes para que los ciudadanos podamos pensar por nuestra cuenta y tratar de encontrar alternativas que en la actualidad no se pueden vislumbrar porque es, simplemente, imposible. Pidamos a las autoridades que dejen de preocuparse por lo que se vaya a publicar al día siguiente en la prensa. Roguemos a esas autoridades que piensen honestamente en cómo mejorar las cosas a largo plazo, no simplemente dentro de su breve periodo como gobernantes. Aunque no se lo crean, los ciudadanos, a diferencia de los periodistas, deseamos soluciones duraderas. El periodista vive del día a día y de que sucedan cosas que puedan vender. Los ciudadanos somos un colectivo bastante más numeroso que, generalmente, no vende noticias, pero que desea que sus representantes políticos hagan su trabajo, independientemente de que a los periodistas les parezca un buen o mal negocio.
Desgraciadamente no es fácil encontrar una respuesta porque las autoridades evitan ser trasparentes con los datos disponibles. ¿Es realmente el alcohol una causa tan relevante de los accidentes de tráfico? ¿Lo es una velocidad elevada? ¿O tener la mala suerte de conducir un vehículo antiguo con pésimas medidas de seguridad pasiva? ¿O evitar conducir por una autopista de peaje para ahorrar en tiempos de crisis?
Se sabe que el efecto del alcohol es muy diferente según la persona. Se sabe que la misma velocidad es excesiva en algunos casos, pero no en otros. Se sabe que un determinado vehículo puede salvarte la vida. Se sabe que la conducción en autopista es sustancialmente más segura que por una carretera de doble sentido.
Si realmente se desea reducir la siniestralidad en la carretera, entonces quizá debamos solicitar a las autoridades que sean trasparentes para que los ciudadanos podamos pensar por nuestra cuenta y tratar de encontrar alternativas que en la actualidad no se pueden vislumbrar porque es, simplemente, imposible. Pidamos a las autoridades que dejen de preocuparse por lo que se vaya a publicar al día siguiente en la prensa. Roguemos a esas autoridades que piensen honestamente en cómo mejorar las cosas a largo plazo, no simplemente dentro de su breve periodo como gobernantes. Aunque no se lo crean, los ciudadanos, a diferencia de los periodistas, deseamos soluciones duraderas. El periodista vive del día a día y de que sucedan cosas que puedan vender. Los ciudadanos somos un colectivo bastante más numeroso que, generalmente, no vende noticias, pero que desea que sus representantes políticos hagan su trabajo, independientemente de que a los periodistas les parezca un buen o mal negocio.
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