El otro día, viajando en coche por
Aragón, escuché por la radio una entrevista
de Teresa Viejo a Luis Iván Cuende. La periodista le
presentaba como una especie de ‘genio’
y el chaval de dieciocho años aceptaba el cumplido relajadamente, sin
tensiones.
Hace algún tiempo hicimos mención a
este joven en este espacio
al hilo de un post sobre jóvenes
promesas de nuestro país.
Al igual que otros pioneros, como
Steve Jobs o Bill Gates, y salvando las distancias (por ahora), Cuende abandonó
tempranamente el sistema educativo porque, según sus palabras, no le reportaba
ningún beneficio. Optó por usar el tiempo que perdía en clase para formarse de
modo autónomo y convertirse en emprendedor.
Su madre, maestra, tuvo que encajar
las, en principio, inquietantes noticias.
Viejo tenía una buena excusa para
hacerle la entrevista, a saber, la publicación del libro del joven titulado ‘Tengo 18 años y ni estudio ni trabajo: Monto empresas y vivo
haciendo lo que me gusta’.
Si yo hubiera sido el editor le habría
instado a añadir ‘porque puedo’.
De hecho, confiesa que aprende lo que
quiere y cuando lo necesita.
Cuende obtuvo en 2011 el premio al
mejor programador europeo menor de 18 años y quizá eso le dio alas para volar
por su cuenta aparcando un sistema educativo que, según él, “es una losa para la
creatividad”. En concreto, sostiene este joven que, por ejemplo, es
absurdo que el profesor se sitúe por encima del alumno. También opina que el
sistema es demasiado pasivo:
“La figura del profesor ya no sirve de nada y debería cambiarse
hacia una figura más cercana al tutor que ofrezca asistencia a los alumnos,
pero que no lidere su formación”.
Al menos admite Cuende que no todos
los alumnos son iguales, aunque las diferencias que concede son de naturaleza
‘pasional’. Eso de la capacidad como que no es relevante.
Sus negocios no van mal, y, de hecho,
gana un dinero gestionado por sus progenitores (porque a él no le interesa la
economía, aunque está implicado en los bancos de bitcoins). Las ideas que están detrás de esos negocios resultan de
encuentros entre “cracks rodeados de pizza, bebida energética y muy buen rollo”,
aunque declara que es “bastante individualista (…) intento aprender de todos un
poco, pero manteniendo intacta mi personalidad”.
La tecnología, y más en concreto
internet, es crucial para que cuadre el cóctel creativo (y el negocio).
Es asesor de la vicepresidenta de la
Comisión Europea (Neelie Kroes) en
educación, tecnología y startups. Su
tarea consiste en criticar lo que le disgusta y, también, proponer soluciones, particularmente
sobre educación: “la universidad española no me ofrece nada (…) una mala educación es la
que busca la igualdad”. Vaya.
Dije que su madre es maestra, pero se
me olvidó comentar que su padre es ingeniero de software. Tengo la sensación de
que el detalle no es menor.
Cuende es un mal ejemplo, aunque en
el mejor de los sentidos. Emprender es una actividad que, desgraciadamente, no
está al alcance de cualquiera. Un segmento sustancial de la población sigue la
corriente, en el mejor de los casos, pero la dirección del torrente es dictada
por gente con el perfil de Cuende.
Este joven ovetense es un claro
ejemplo de la élite cognitiva de la que discutimos aquí reciente y extensamente.
Su desprecio general hacia el establishment
educativo es, además, un ejemplo notable de los peligros denunciados por
Herrnstein y Murray.
Ser brillante es un privilegio
necesario para alcanzar ciertos logros, pero no es un atributo suficiente para
destacar en las demás cosas (o ‘stuff’,
como a él le gusta decir) que convierten al individuo en un con-ciudadano
ejemplar.
Que el sistema educativo actual con el modelo de clases magistrales es obsoleto e innecesario es algo que me parece poco discutible. En el futuro el concepto de profesor será algo completamente distinto a lo actual.
ResponderEliminarHay muchas cosas discutibles y esa es una. Solamente un segmento reducido de la poblacion puede aprender por su cuenta. Esa es la realidad. Tu perspectiva es valida para una pequeña elite.
ResponderEliminarPues es esa pequeña élite la que va a sostener a la sociedad. Mi experiencia en ingenieria de control (que es un campo muy amplio), me muestra que la persona que no es capaz de aprender por si misma tampoco es capaz de crear nada nuevo, solo repite reglas que se le han marcado. Y en un mundo como el actual donde la generación de nuevos bienes y servicios lo es todo, repetir lo ya creado lo puede hacer una máquina mucho mejor que un ser humano.
ResponderEliminarEsa elite creará e innovará, pero la sociedad la sostienen los socios. Generarán nuevos bienes y servicios, pero alguien tendrá que 'encarnarlos', salvo que, como dices, los robots se hagan cargo. Muchas son las personas para las que es muy difícil aprender por si mismos. Negar el hecho es absurdo. Los post publicados hace días aquí sobre 'The Bell Curve' desarrollan sus causas y consecuencias.
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