lunes, 27 de febrero de 2017

Personalidad, corteza cerebral y modelos conceptuales

Se acaba de publicar un artículo en el que se estudia la relación de las diferencias de personalidad de un grupo de más de 500 personas participantes en el Human Connectome Project (HCP) con sus variaciones en una serie de propiedades de la corteza cerebral (área de superficie y grosor cortical, entre otras).

Cuando se miran los resultados se llega a una conclusión chocante: evidencias heterogéneas y abundantes que obligan a los autores a aplicar una sustantiva interpretación creativa.

Aún así, se esfuerzan por resumir de la siguiente manera:

1. La extraversión se asocia a un mayor grosor del precúneo y a una menor área del lóbulo temporal superior.

2. La cordialidad (agreeableness) se asocia a un menor grosor de la corteza prefrontal y a una menor área del giro fusiforme.

3. La responsabilidad (conscientiousness) se asocia a un mayor grosor y a una menor área de las regiones prefrontales.

4. El neuroticismo se asocia a un mayor grosor y una menor área de las regiones prefrontales y temporales.

5. La apertura a la experiencia (openness) se asocia a un menor grosor y una mayor área de las regiones prefrontales y parietales.

Los autores concluyen que una gran parte de los efectos observados se localizan en la corteza prefrontal: “este hecho puede significar que los rasgos básicos de la personalidad humana se encuentran asociados a habilidades socio-cognitivas de alto nivel, así como a la capacidad para modular las respuestas afectivas básicas”.



Ignoro cómo les suena a ustedes esta declaración, pero a mi me sorprende negativamente. Quizá porque soy un dinosaurio en el campo de la Psicología diferencial, disciplina científica que lleva explorando las diferencias individuales de personalidad desde hace un siglo –década arriba, década abajo—pero lo que cabe esperar es que los rasgos básicos de la personalidad humana se encuentren más asociados a habilidades socio-cognitivas de bajo nivel.

La neocorteza tendría algún papel, si acaso, en el control de las respuestas de la paleocorteza. Pero no veo ningún intento en este artículo de explorar esa clase de mecanismos interactivos, extensamente estudiados por autores clásicos en el campo como H. J. Eysenck.

Así, por ejemplo, las diferencias individuales en el rasgo neuroticismo se podrían explicar –al menos en parte—por el éxito o el fracaso del mecanismo de control que ejercen los procesos de alto nivel sobre los impulsos provenientes del sistema límbico.

Todos los individuos experimentan la emocionalidad que suscita la vivencia directa de un grave accidente de tráfico, pero las reacciones varían extraordinariamente. Algunos quedarán paralizados porque son inundados por un torrente emocional (son emocionalmente inestables o neuróticos), mientras que otros serán capaces de sobreponerse y socorrer eficientemente a los accidentados (son emocionalmente estables).

Las diferencias entre neuróticos y emocionalmente estables serán irrelevantes cuando las circunstancias vitales sean neutrales, carezcan de tinte emocional. Sin embargo, cobrarán un extraordinario protagonismo cuando la balanza se desequilibre. Será entonces cuando se revelen, en toda su magnitud, las diferencias latentes de personalidad.

Algo similar a la mayor o menor relevancia que pueden tener las diferencias individuales de fuerza muscular. Cuando el peso que se debe levantar es leve, esas diferencias serán irrelevantes. Pero serán verdaderamente importantes cuando se tenga que desplazar un objeto pesado.

Finalmente, lo que los resultados observados en esta investigación pueden significar se relaciona con algo que insinúan los propios autores: “nuestro trabajo se basa en auto-informes que, inevitablemente, expresan cómo los individuos valoran su propia conducta. La investigación futura debería usar distintos informadores para valorar la personalidad de los individuos”.

Es decir, los individuos responden a preguntas sobre su personalidad sirviéndose, lógicamente, de procesos cognitivos de alto nivel. El hecho de que sean aquí masivos los resultados asociados a la corteza frontal y parietal, puede estar relacionado con que son precisamente esas regiones las que usualmente soportan las funciones mentales superiores.



Finalmente, permítanme comentar que hubiera sido realmente interesante explorar las conexiones entre las regiones identificadas usando algún método de tractografía basado en el análisis de la sustancia blanca.

En este sentido, acabamos de terminar una investigación en nuestro equipo sobre estos rasgos básicos de la personalidad humana, pero, en nuestro caso, combinamos evidencias de sustancia gris y de sustancia blanca. Ambos índices ofrecen una relevante información.

En concreto, observamos que la extraversión se asociaba al área de superficie en la corteza occipital, mientras que el neuroticismo se asociaba al grosor cortical en el lóbulo parietal. Por otro lado, la apertura mental se asociaba a las diferencias individuales en la integridad de la materia blanca que conecta las regiones posteriores y anteriores del cerebro.

Por tanto, la variaciones de sustancia gris en regiones que codifican (occipital) e integran (parietal) información se vinculan a rasgos temperamentales básicos (extraversión y neuroticismo), mientras que las conexiones estructurales de larga distancia que llevan la información desde las regiones posteriores a las anteriores (frontal) del cerebro se asocian al rasgo de personalidad más vinculado a los procesos de alto nivel (apertura mental).

El campo de la neurociencia de la personalidad (personality neuroscience) está todavía en pañales, como reconocen los autores del artículo que estamos comentando: “la relación de las diferencias individuales en los rasgos de la personalidad y la variabilidad en la estructura y funcionamiento cerebral se nos sigue escapando y se encuentra mal caracterizada (…) los resultados observados en distintos estudios son fragmentarios (p. e. no valoran sistemáticamente los correlatos cerebrales de los cinco rasgos básicos de la personalidad) y son a menudo conflictivos”.

Aún así, no cabe duda de que se irán afinando las aproximaciones al problema básico de investigación. Espero que sean progresivamente menos exploratorios y más orientados por sólidas teorías y modelos conceptuales como la propuesta por el Profesor de la UB, J. M. Lluis Font.

La claridad de ideas es fundamental.

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