viernes, 17 de octubre de 2014

Neuro-Ingeniería

Científicos del proyecto europeo NEUWalk han observado que la estimulación eléctrica puede hacer que un roedor al que se le ha seccionado la médula espinal vuelva a caminar de un modo controlado.

Los resultados abren la esperanza a que los pacientes con lesiones medulares (por ejemplo parapléjicos) puedan recuperar el control de sus movimientos. La médula espinal amputada se podría reactivar usando estimulación eléctrica adaptada a las características del espécimen para asegurarse de que sus movimientos son los más adecuados.

El siguiente paso lógico es decodificar las señales cerebrales que se destinan a mover las extremidades, introducirlas en un ordenador y dirigirlas posteriormente a la médula lesionada para que reciba la información pertinente.

Pero una cosa son los factores motrices y otra, en principio bien distinta, son los factores mentales (o cognitivos).

¿O no?

En Norteamérica, la agencia IARPA (Intelligence Advanced Research Projects Activity) está financiando una serie de proyectos de investigación destinados a mejorar una venerable capacidad humana: la inteligencia fluida o Gf. Es decir, nuestra facultad para razonar y resolver problemas novedosos. Esa clase de inteligencia que usamos cuando no sabemos qué se debe hacer porque no hay nada en nuestra base de datos que permita resolver el problema o salir airosamente de la situación.

Uno de los medios usados para alcanzar ese objetivo es la estimulación magnética transcraneal directa (tDCS). El dispositivo encargado de estimular se basa en una simple serie de baterías de nueve voltios.

El programa IARPA se pregunta si es posible entrenar a los soldados más rápidamente, más eficientemente, si reciben esa clase de estimulación magnética.

El equipo, dirigido por Vince Clark, que se lanzó a averiguar si la respuesta podía ser positiva, formaba parte de la Universidad de New Mexico. La investigación llevada a cabo se basó en un simulador de combate. Los participantes debían buscar señales de peligro en las escenas.

En la primera fase se empleó resonancia magnética funcional (fMRI) para averiguar cuáles eran las regiones del cerebro implicadas en el proceso de toma de decisiones asociadas a la presencia o ausencia de peligro en el simulador.

En la siguiente fase se estudió a un nuevo grupo de personas, pero esta vez se aplicó estimulación eléctrica a un subgrupo sobre las zonas cerebrales identificadas previamente, mientras que otro subgrupo sirvió de control. Quienes fueron estimulados tuvieron un rendimiento dos veces mejor que los controles, pero, además, conservaron su superior actuación en otra serie de pruebas resueltas posteriormente.

Los proyectos de investigación más recientes, por ejemplo el INSIGHT, combinan esa clase de estimulación con el ejercicio físico y los videojuegos para mejorar, de ser posible dramáticamente, el rendimiento humano. Concretamente, se persigue mejorar la inteligencia fluida, es decir, “lograr que la gente sea más lista” en palabras de Raja Parasuraman.

El supuesto es que la estimulación eléctrica del cerebro incrementa la plasticidad de las neuronas y promueve la formación de conexiones. A día de hoy ignoramos los efectos a largo plazo de esta clase de neuro-estimulación, pero existe un auténtico entusiasmo.

Sin embargo, algunos científicos piensan que quizá se logre mejorar una determinada función mental, pero también puede ocurrir que simultáneamente se ‘estropeen’ otras funciones. De hecho, generalmente se apoya esta clase de técnicas únicamente para tratar pacientes. Reducir el sufrimiento humano es aceptable, pero contribuir a mejorar a quien funciona de modo más o menos adecuado se ve ocasionalmente con suspicacia.

Recuerdo una visita que hice hace unos meses a una Universidad en la que se estaba usando esa tecnología. Cuando la investigadora me ofreció una demostración haciendo de conejillo de indias, miré fijamente al tercer hombre en la escena, me devolvió la mirada y concluimos, sin hablarnos, que sería mucho mejor que ella misma hiciera ese papel. Así fue. Sin ninguna clase de reparo comenzó a auto-estimularse distintas regiones de su cráneo.

El cerebro es un ejemplo paradigmático de sistema complejo. Al menos por lo que sabemos hasta ahora. Una cosa es pronosticar qué puede suceder cuando cambian determinadas condiciones en un sistema de esas características, aceptando un margen de error a menudo alto, y otra, posiblemente muy distinta, pensar que puede pronosticarse, con la debida precisión, un cambio positivo en ese sistema alterando alguna de sus partes.

No en vano una de las características esenciales de un sistema complejo es el famoso principio de la dependencia sensitiva de las condiciones iniciales. Y la no-linealidad también puede ponernos las cosas difíciles.

Hay que adoptar la necesaria modestia ante la complejidad del cerebro humano. Pero esa actitud no debería conducirnos al inmovilismo.

La neuro-ingeniería está aquí para quedarse. Mirémosla de frente en lugar de hartarnos de ponerle pegas.


2 comentarios:

  1. Interesante. Es importante proceder siempre con cautela, procurando tener en cuenta todas las posibles consecuencias colaterales.

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  2. La cautela es importante. La parálisis no lo es. Saludos, R

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