viernes, 10 de octubre de 2014

¿Elegiría usted ser otra persona? –por Francisco J. Abad

¿Podría llegar un día en que se pueda escanear psicológicamente a una persona? Y si llega ese día ¿será posible descargar un individuo a la mente de otro? Y en el caso de que ambas preguntas se pudieran responder afirmativamente ¿Elegiría usted ser otra persona?

Me planteé este experimento mental después del visionado de “The Congress” (Folman, 2013), que me permitiré describir como dos películas de Ciencia Ficción pegadas una detrás de otra.

La primera película plantea como realidad el escaneo digital de personas. En un futuro próximo, estudios cinematográficos se dedican a reclutar a actores en horas bajas para grabar “sus emociones, su risa, sus lágrimas, sus orgasmos, su alegría, sus depresiones, sus miedos, sus deseos…”. Con esas copias digitales mejoradas (más jóvenes, más proporcionadas, más simétricas, etc.), los estudios Miramount sueñan perpetrar aquellas películas que los originales siempre han rehusado hacer. Sin duda, el escenario elegido le da verosimilitud a la idea, pues la presencia digital tiene cada vez más protagonismo en el cine. No creo que estemos muy lejos de un potencial escaneado completo de las características más superficiales (apariencia física, expresiones faciales, voz). Otro guiño que hace creíble el guion es que la actriz protagonista, que consiente en ser escaneada, es la actriz real Robin Wright (“La princesa prometida”), que hace de ella misma.

    (Robin Wright se deja copiar)

El tema no es nuevo.

De forma más general, tanto en el cine como en la literatura, el escaneo de la mente humana ha sido abordado con frecuencia. En Proyecto Brainstorm (Douglas Trumbull, 1983) se graban emociones y sensaciones en situaciones límite para que puedan ser re-experimentadas por otro en el sillón de su casa. Tampoco estamos muy lejos de esto. Ya se han dado los primeros pasos para reconstruir las imágenes percibidas por alguien a partir de su actividad neural (Cowen, Chun, & Kuhl, 2014).

    (Cristopher Walken poniendo ojitos en Proyecto Brainstorm)

Más lejos estamos del escaneo planteado en Ciudad Permutación (Greg Egan, 1994), en la que los seres humanos pueden descargarse al completo a un sistema informático y convertirse en seres inmortales (al menos mientras nadie apague el sistema), o en Mindscan (Robert Sawyer, 2005) en el que un enfermo terminal (y millonario) descarga su mente en un androide sintético antes de morir. Pero al final se cura de su enfermedad, lo que plantea el siguiente dilema: ¿quién será ahora el dueño de su fortuna?

Pero dejemos el arte. Más allá de las demandas computacionales ¿es posible copiar digitalmente a una persona, incluida su consciencia? Creo que aquí es relevante la distinción de David Chalmers (2010) entre los problemas fáciles y el problema difícil en el estudio de la consciencia.

Entre los problemas “fáciles” están la capacidad de discriminar, categorizar y reaccionar al ambiente, la integración de la información en el sistema cognitivo, el informe de estados mentales, la habilidad para acceder a los propios estados internos, la generación de hipótesis, el control deliberado del comportamiento o la diferencia entre el sueño y la vigilia. Creo que todos estos problemas pueden o podrán ser explicados en términos computacionales y/o por mecanismos neurales.

Por ejemplo, la consciencia tiene un componente representacional que parece “fácil” de resolver. No cuesta entender que los patrones de variación en la actividad y estructura de nuestros cerebros covarían con los patrones de variación en la actividad y estructura dentro o fuera de nuestros cuerpos (un dolor de estómago, una emoción, una intención, la imagen de un sueño, los estados internos de los que nos rodea, un cambio de luz). De alguna manera, nuestros estados internos codifican una parte de la realidad, almacenan información.

El componente representacional de la autoconsciencia tampoco resulta difícil de encajar. A pesar del paradójico bucle que introduce la auto-referencia, puede concebirse un cerebro que representa al propio organismo que lo contiene, sus deseos, sus miedos, sus memorias (un “Yo”). En Yo soy un extraño bucle, Douglas Hofstadter (autor del maravilloso ‘Godel, Escher y Bach, ese Extraño y Grácil Bucle’) considera factible la presencia de símbolos que se refieran al propio sistema generador de símbolos. No hay nada mágico y él lo ilustra acudiendo al sistema de numeración de Gödel (ese que, recuerden, acaba por permitir la peligrosa autoreferencia en un sistema formal e, indeciblemente, la consistente destrucción del mismo).

Es esperable que la Ciencia avance en la explicación de los modos (algoritmos) en que un sistema cognitivo procesa la información, simula estrategias de respuesta y reacciona a su entorno. Uno sospecha que somos algo más que algoritmos pero ¿qué más? Para Chalmers, el problema “difícil” es el de la experiencia. ¿Para qué sirve la experiencia subjetiva asociada a la ejecución de esos algoritmos? La paradoja es que uno puede imaginar un sistema representacional perfectamente efectivo, pero completamente vacío. Es difícil encontrarle a la parte “experiencial” de la Consciencia una utilidad (es decir, uno puede imaginar perfectamente un organismo representacional eficiente sin la parte experiencial). El problema “difícil” no parece que vaya a desaparecer con el tiempo. Cada vez que alguien diga “la consciencia sirve para X”, otro científico acabará por desarrollar una explicación algorítmica  de cómo se hace X, y se hará patente que X puede ocurrir sin la experiencia subjetiva asociada a la consciencia. En ese sentido, la parte subjetiva de la consciencia resulta (maravillosamente) inútil. A algunos les parecerá ridícula esta idea:

¿Cómo podría existir un mundo Z (-ombie) exactamente igual a este en el que yo estuviera escribiendo este post sin tener la experiencia subjetiva de saber lo que estoy haciendo?

***

Pero asumamos que puede escanearse la consciencia completa y volvamos a “The Congress”, que en su segunda película proyecta un futuro en el que el género del cine ha evolucionado un poco más. Ahora el público puede introducirse en la “zona restringida a la animación”, el mundo de fantasía creado por los estudios Miramount. La particularidad de ese Universo virtual, es que cada uno puede elegir quién quiere ser. Cada ciudadano vive su propia realidad paralela. En medio de esta orgía metafísica surrealista, la Robin Wright “real” viaja a la “zona restringida a la animación” para asistir al Congreso de Futurología. Los organizadores del congreso pretenden un escaneo más completo para convertirla en producto de consumo, de forma que cualquiera pueda convertirse en Robin Wright.

No me quedó claro cuál es la profundidad del escaneado en esta segunda parte. ¿Se copia y se descargan sólo apariencia, expresiones y voz? (en ese caso, si nos instalamos una “Robin”, seguiríamos siendo nosotros con una imagen distinta) o por el contrario ¿Se copian y descargan los asuntos interiores (emociones, memorias, sensaciones)? Aunque es fácil perderse en esta parte, la escena final parece sugerir que en el futuro se ha llegado al segundo nivel de escaneado.

    (Robin Wright rodeada de personas que han elegido ser lo que quieren ser)

Si copiar una mente implica problemas, descargarse una mente no implica menos. ¿Cuáles serían los problemas de compatibilidad? ¿Cómo y a dónde se descargaría la estructura de información? ¿Es sólo una cuestión de Software (Información) o de Hardware (Implementación de esa información en la estructura neural)? Si usted se instala una “Robin Wright” ¿Sería usted disfrutando de ser Robin o dejaría de ser usted para ser Robin? ¿Acaso cree que “Robin Wright” se dejaría ser desinstalada?

***

Pero asumamos que puede disfrutar ser otra persona, manteniendo parte de su propia identidad y volvamos a la tercera pregunta: ¿Elegiría ser otra persona? ¿Querría vivir en su fantasía? Acaso…

¿Se siente tentado de vivir su fantasía erótica inconfesable como… ?

¿Sueña con ser …  para comprender el mundo con mayor profundidad?

Deje en sus comentarios quién querría ser y que fantasía le gustaría satisfacer.

Podríamos hacer un ranking de personalidades elegidas. El Top Ten de la semana. Hecha la pregunta en la población, me temo que obtendríamos (¿quizás?) una distribución de Pareto, lo que dejaría de manifiesto nuestra preferencia común por la copia del modelo más perfecto.

La experiencia de ser otro podría ser enormemente adictiva. Al fin y al cabo, la elección última de quién somos nunca recayó directamente sobre nosotros mismos. ¿Nos daría esa elección una mayor libertad? ¿Cómo renunciar a la oportunidad de tener una segunda perspectiva de la existencia?

***

Para concluir mi digresión, confesaré que un leitmotiv une las dos películas en un único mensaje: somos alimentados cada día con el deseo artificial de ser distintos a lo que somos. Los actores que dejan de cumplir el Canon son rápidamente relegados a un segundo plano. Triunfan las drogas que permiten a sus usuarios vivir en su propia fantasía o incluso ser otra persona (desde un actor famoso hasta una divinidad hindú). Desde dentro de la fantasía, todos viven en un mundo lleno de placer y color. ¿Pero es ese un mundo en el que queremos vivir?

En “The Congress” asistimos desde la butaca al deambular de los ciudadanos que, con mirada perdida, se cruzan sin estrechar palabra, ensimismados en su propia realidad.

¿Y qué respondería yo a la tercera pregunta?

Por mi parte, me encanta disfrutar de esta autoconsciencia inútil y el regalo de la alteridad me resulta amargamente envenado.

Y no, no me cambiaría por otra persona.

Chalmers, D. J. (2010). The character of consciousness. Oxford University Press.

Cowen, A. S., Chun, M. M., & Kuhl, B. A. (2014). Neural portraits of perception: Reconstructing face images from evoked brain activity. NeuroImage, 94, 12-22.

Hofstadter, D. (2008). Yo soy un extraño bucle. Metatemas: Tusquets.

David Chalmers hablando sobre la consciencia:



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