Quisiera cerrar esta serie de post sobre ‘The Bell Curve’ con un comentario final.
Una pregunta relevante, vinculada a
observaciones que suele hacer la audiencia cuando se explican esta clase de
contenidos en público, es si lo descrito en ‘The Bell Curve’ puede generalizarse a otros países que no sean los
Estados Unidos de América. Recuerden el subtítulo de la obra: ‘Intelligence and
Class Structure in American Life’.
En mi obra de divulgación, ‘En los límites de la inteligencia. ¿Es el
ingrediente del éxito en la vida?’ (Madrid, Pirámide, 2002), hice un
esfuerzo por discutir la respuesta a esa pregunta usando datos de nuestro
propio país. No voy a repetir ahora lo que se puede encontrar allí.
Pero si actualizaré algo puntual para
dar algunas pistas.
Los datos de 2013 permiten responder
a la pregunta sobre las tasas de paro
según nivel educativo (en España). Entre quienes han completado la enseñanza
obligatoria un 30% está en paro. Ese porcentaje baja al 22% si terminaron el
bachillerato y desciende al 15% si son graduados universitarios. Es decir, se
observa un descenso gradual en la tasa de paro conforme aumenta el nivel
educativo. De hecho, es la mitad en la parte alta que en la parte baja, es
decir, con ‘solamente’ seis años más de educación (en España).
Un patrón similar se observa en
cuanto al salario percibido: si
quien ha completado la educación obligatoria gana un salario de 1.000 €, los
que terminaron el bachillerato cobran 1.200 € y aquellos que son graduados
universitarios ingresan 1.680 €. Por tanto, a mayor nivel educativo, mejor
salario (en España).
Si en un lugar de usar el nivel
educativo alcanzado se considera lo que la OCDE denomina ‘competencia educativa’ (cuya relación latente con la capacidad
intelectual es extraordinariamente alta) y nos preguntamos por la proporción de
empleados, en paro e inactivos (en España), según que esa competencia sea alta
o baja (una aproximación razonable a la élite y subclase cognitivas de H &
M) los resultados son los siguientes:
Competencia educativa según OCDE
|
Categorías laborales
|
||
Empleados
|
En Paro
|
Inactivos
|
|
Alta competencia educativa
|
83%
|
7%
|
10%
|
Baja competencia educativa
|
50%
|
16%
|
34%
|
La evidencia es elocuente.
El proceso de estratificación que
describen H & M, basado en la capacidad cognitiva (es decir, en la
inteligencia) no es exclusivo de los Estados Unidos de América. Un relevante
grado de meritocracia parece estar activo, al menos en las sociedades
democráticas occidentales.
Uno de los mayores quebraderos de
cabeza que nos encontramos los científicos cuando explicamos esta evidencia se
relaciona, cómo no, con el problema de las diferencias de nivel socioeconómico que
separan a los ciudadanos para comprender muchos de los fenómenos sociales que
preocupan a la sociedad. H & M buscan modos de resolver el problema, pero
es el segundo quien resuelve definitivamente el asunto en un informe publicado
cuatro años después a ‘The Bell Curve’
(que, por cierto, me proporcionó Nat
Brody en Barcelona y que, gracias a internet, pueden ustedes descargarse con
un sencillo clic):
Charles Murray (1998). Income Inequality and IQ.
The AEI Press. Washington, DC.
Es un informe de cincuenta páginas
que merece la pena leer. En esencia, lo que hace el autor es comparar hermanos
biológicos que han crecido en la misma familia, pero que poseen diferente
capacidad intelectual:
“Seleccioné pares de hermanos en los que uno de ellos
presentaba un CI en la media, mientras que el otro presentaba un CI por encima
o por debajo de esa media. El resultado fueron 1.074 pares de hermanos”.
Los resultados son demoledores.
Sería relativamente sencillo aplicar
este diseño en nuestro país para despejar muchos de los interrogantes que nos
inquietan como sociedad. Pero, que yo sepa, carecemos de esa clase de
información y, lo que es peor, no tenemos el mínimo interés por encontrar
iluminación. Opinar parece atraernos mucho más que investigar. No cabe duda de
que es más descansado.
Pero algo huele mal. Un raro hedor
comienza a percibirse en esta segunda década del siglo XXI en la que nos
encontramos. No se vayan todavía.
Recientemente, Steven Pinker denunciaba, en un extenso artículo publicado en ‘The New Republic’ (The
Trouble With Harvard. The Ivy League is broken and only standardized tests can
fix it), que el proceso descrito por H & M se encuentra
actualmente en grave peligro de extinción, en su opinión tristemente.
Pinker denuncia los bizarros
criterios de admisión que se están aplicando últimamente en las universidades
de élite de los Estados Unidos. Las autoridades educativas parecen haberse olvidado
de que
“Las habilidades necesarias para tener éxito en el mundo
laboral incluyen la capacidad para organizar los pensamientos propios y poder
comunicarlos con claridad a los demás, descomponer un problema complejo en sus
partes, aplicar principios generales a casos concretos, distinguir causa y
efecto, así como discernir valores en competición”.
¿No les suena esto a la esencia de lo
que entendemos los científicos por inteligencia?
Sostiene este psicólogo, contratado
por Harvard, que una persona educada en la universidad
“Debe saber algo sobre la prehistoria de nuestra especie y
sobre las leyes básicas que gobiernan el mundo, incluyendo nuestros cuerpos y
nuestros cerebros.
Debe
poder ubicar nuestra historia desde el comienzo de la agricultura hasta la
actualidad.
Se
le debe exponer a la diversidad de las culturas humanas y a los principales
sistemas de creencias y valores en los que se basan.
Debería
conocer los eventos clave de la historia de la humanidad, incluyendo los
errores que no deberíamos repetir.
Debería
comprender los principios de los gobiernos democráticos y de la legislación
vigente.
Debería
saber apreciar los trabajos de ficción y el arte como una fuente de placer estético
y como un modo de reflejar la condición humana”.
¡Cuánto se parece esta descripción a
la que discutimos al revisar ‘The Bell
Curve’!
Además, la persona educada debe ser
capaz de expresar ideas complejas y admitir la relevancia del conocimiento objetivo.
Razonar sólidamente es crucial:
“La convicción de que se puede enseñar (a razonar) hace que
me levante de la cama todas las mañanas”.
Sin embargo, observa que
“La
gente varía en su inteligencia innata y adquirida, en su apreciación de la
abstracción, su familiaridad con la cultura, sus prioridades vitales, y en los
rasgos de la personalidad relevantes para el aprendizaje
(…)
una institución vibrante debe estimular a los estudiantes más brillantes para
que pongan en tela de juicio la sabiduría recibida, debe alentar la innovación
y debe invitar a que reten a los viejos de la casa”.
Pinker señala que, a menudo, sus
clases están medio vacías (dilapidando así los estudiantes el dinero de sus
familias) porque los chavales
“Deben atender las (absurdas) actividades extracurriculares
que les permitieron acceder a esa institución”.
Piensa que debería recuperarse la
selección de estudiantes basada en su capacidad cognitiva, algo que puede
hacerse con precisión usando tests de inteligencia:
“Cualquier discusión sobre la meritocracia que asume que la
capacidad cognitiva no existe o que no puede medirse, deja fuera de la mesa un
elemento crucial
(…)
el (farragoso) sistema actual es injusto y dañino
(…)
las universidades de élite ya no se rigen por el principio de la meritocracia.
Lo
sabemos porque no admiten a la mayor parte de sus estudiantes según su
capacidad académica.
Y
quizá sea eso lo que debamos recuperar”.
En suma, que el proceso que
describieron H & M está en peligro, con las consecuencias que podemos
fácilmente predecir si recordamos lo que ya discutimos. Opino que merece la
pena pensar sosegadamente sobre cómo esa situación puede influir en las
sociedades democráticas occidentales. Pero también sugiero que no pensemos
tanto que nos quedemos paralizados. Al pensamiento debe seguir la acción.
Recuerden lo que escribía Tolkien el ‘The Lord of the Rings’:
“La prudencia es una cosa y la irresolución es otra”.
Y añadía:
“Sé muy bien lo que tengo que hacer, pero tengo miedo de
hacerlo
(…)
y así siguieron esperando, sin saber qué esperaban”.
Evitemos la indecisión y seamos
asertivos. Hablemos claro. Y actuemos.
The Bell Curve Revisited:
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El documento PDF con los post publicados sobre 'The Bell Curve' en este blog se puede descargar usando el siguiente enlace:
Muy bien, Roberto. Se pueden discutir algunos aspectos, pero sustancialmente comparto lo fundamental. Por cierto, podrías haber avisado que ibas a publicar el documento completo. Me he dedicado a hacerlo por mi cuenta, con una hábil práctica del copia y pega, y parece que no era necesario. Bueno, quizá sí, porque me gusta más mi maquetación que la tuya. :)
ResponderEliminarComparte tu maquetación con determinación. Un abz
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