lunes, 21 de abril de 2014

Genes, evolución e inteligencia

Tom Bouchard publica un extenso artículo en un número monográfico de ‘Behavior Genetics’ en homenaje a la carrera del gran John Loehlin.

Bouchard, T. (2014). Genes, evolution and intelligence. Behavior Genetics, DOI 10.1007/s10519-014-9646-x

Quienes nos dedicamos a la investigación de la variabilidad humana conocemos la obra y la influencia de este genetista de la conducta. Además de excelente metodólogo, Loehlin co-dirigió el famoso Texas Adoption Project (junto con Joseph M Horn y Lee Willerman). En 1975 publicó una obra de referencia en Psicología diferencial que merece una detenida lectura incluso hoy en día (John C. Loehlin, Gardner Lindzey, & J. N. Spuhler, Race differences in intelligence, San Francisco, Freeman). Permítanme rescatar una de las conclusiones de su extenso análisis para ilustrar el talante de este científico:

Cualquier política pública debe atender al hecho de que la variación individual dentro de cada grupo étnico-racial en los Estados Unidos supera ampliamente las diferencias promedio que separan a esos grupos.

El hecho de que muchos miembros de cualquier grupo étnico-racial en los Estados Unidos supera en rendimiento intelectual al miembro típico de cualquier otro grupo es, en si mismo, un claro ejemplo contra la discriminación racial.

Irónicamente, al centrarse en las diferencias de grupo e ignorar las diferencias individuales, algunos de los críticos más virulentos de Jensen, Eysenck o Herrnstein, han contribuido a confundir al público sobre los hechos”.

El artículo de Bouchard acumula evidencia para apoyar la tesis de que diversas especies han desarrollado un mecanismo de propósito general para lidiar con los ambientes en los que han evolucionado. Ese mecanismo correspondería a una inteligencia general biológica.

En su extenso artículo se revisan muchas cosas, algunas más interesantes que otras. Algo que merece la pena recordar es que las correlaciones no tienen por qué ser necesariamente altas para expresar información relevante. Por ejemplo, en biología los valores de correlación más usuales oscilan entre 0.14 y 0.22, y, por tanto (sostiene Bouchard), la correlación entre volumen cerebral e inteligencia (0.30) es sustancial.

Critica el autor el hecho de que los estudios sobre la base biológica de la inteligencia general carecen de un marco teórico de referencia coherente, hecho que complica la integración de los resultados que se van acumulando rápidamente.

La parte más extensa se dedica a averiguar si se puede hablar con propiedad de una inteligencia general (g) a través de distintas especies (p. e. pájaros, roedores, perros, gatos, monos). Una frase genial del autor:

Los perros y los roedores parecen haberse hecho más inteligentes a medida que los científicos se han decidido a invertir más tiempo en observarles formalmente y en evocar sus capacidades”.

Critica la perspectiva de que el cerebro se desarrolló durante la evolución para responder a problemas sociales. En un análisis de 105 especies se pudo calcular una correlación nula entre aprendizaje social y el tamaño del grupo social. Rechaza, también, la visión modular del cerebro humano. Recurre a Lefebvre para mantener que “muchos aspectos de la cognición se comprenden mejor recurriendo a procesos generales (g) en lugar de a módulos”.




Discute también el autor la hipótesis de la unidad radial de Rakic, es decir, el hecho de que el área de la superficie cortical (cortical surface area) y el grosor de la corteza (cortical thickness) dependen de dos procesos claramente distintos. La heredabilidad del área es de .89, mientras que la del grosor es de 0.81, pero la correlación genética entre área y grosor es prácticamente 0. El hecho de que distintos genes influyen sobre el área y sobre el grosor concuerda con los datos evolucionistas sobre el incremento especial del área acompañado por modestos incrementos del grosor. Por cierto, si esas influencias genéticas sobre área y grosor son independientes, entonces el carácter unitario del factor general de inteligencia (g) se vería cuestionado.

Bouchard no logra sacarse de encima sus molestias por la persistente y perniciosa influencia de Stephen Jay Gould sobre algunos sectores de la Psicología. Comienza y termina su interesante artículo con referencias a este (tendencioso) científico. Merece la pena citarle literalmente: “los números no son garantía de verdad, pero el progreso en la ciencia es imposible sin números y sin medidas, puesto que las palabras y la retórica son insuficientes”.

Finalizo con un enlace a una entrevista que se le hizo a John Loehlin en 2004.



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