viernes, 28 de marzo de 2014

Individuos o situaciones, ¿qué es más relevante en la causalidad de la conducta violenta? –por Antonio Andrés-Pueyo

Llevo ya unos cuantos años investigando un problema de clara naturaleza psicológica y de difícil solución: quiero saber por qué las personas realizan actos violentos.

¿Por qué quiero saberlo?

Para anticipar y prevenir, única solución para evitar sus dañinos efectos.

La violencia, en sus diferentes formas, está siendo un problema de gran envergadura en la sociedad y momento histórico que vivimos, a pesar de que – como dice S. Pinker –sea el momento de la historia con menos violencia de los últimos 24 siglos de civilización occidental.

Para encontrar respuestas utilizo recursos variados. Tengo un cierto entrenamiento en distintas técnicas de investigación psicológica. Además de bucear en la literatura científica, algo imprescindible, tengo práctica y unas ciertas habilidades – no digo competencia, porque no soy buen juez de mi mismo - en procedimientos empíricos que van desde el uso de técnicas “duras” como la cronometría y la electrofisiología, hasta las mas “blandas” como son los auto-informes verbales o los datos de vida (datos “L”, según los denomino R. B. Cattell). Asimismo tengo ciertas habilidades en los métodos experimentales y correlacionales que ayudan a saber cómo se asocian los antecedentes (causas) y los consecuentes (efectos). Todo ello puesto al servicio de la búsqueda de respuestas que serían de enorme utilidad pública.

La respuesta que puedo aportar, y que hasta hoy he encontrado en mis investigaciones, está formulada en términos claramente psicológicos y con esto quiero decir individuales.

Mi respuesta es la siguiente:

La conducta violenta esta causada por la decisión intencionada de “una” persona de resolver “un” problema o conflicto produciendo daño o sometiendo a otra u otras personas.

He entrecomillado la naturaleza individual de la conducta real y cotidiana de los humanos, pero…

¿podemos analizar científicamente un hecho único producido por una persona única en un momento único?

La respuesta, en principio, es pesimista.

No podemos hacer ciencia de lo irrepetible, ¿o sí?.

No reviviré el problema de lo “idiográfico” y lo “nomotético” en la investigación científica, pero es el marco de referencia de lo que queda de este post destinado a presentar la realidad de las variables psicológicas individuales en la explicación del comportamiento violento. O lo que es lo mismo, presentar el papel de las variables de diferencias individuales en la conducta violenta y criminal.

Muchos investigadores modernos, sean pesimistas, optimistas o incluso muy idealistas, no se inquietan por ese dilema y han apostado por investigar científicamente el problema de la conducta violenta siguiendo los pasos de la ciencia nomotética. La verdad es que, en esta época, la investigación científica de la conducta violenta, como la mayoría de estudios psicológicos, esta inundada por los métodos correlacionales y multivariados, que tanto deben a los estudios tradicionales de la psicología de las diferencias individuales. Pero los estudios criminológicos, que son el contexto natural y moderno de la investigación positivista de la violencia, son deudores de múltiples influencias que van desde las disciplinas más racionales (como el derecho) hasta otras mas empíricas (como la sociología, la psicología y ahora también las neurociencias) y todas ellas han aportado conocimientos válidos a la explicación de la conducta violenta.

Todos esos conocimientos acaban poniendo en el centro de la explicación al individuo como agente causal de la violencia y la acción delictiva. Y aquí empieza el papel de la psicología, especialmente la que se ha ocupado de las diferencias individuales. Las diferentes teorías y modelos criminológicos de la conducta violenta formulan conceptos abstractos (constructos) para explicar el por qué (y el cómo también) de la conducta violenta. Y ese “por qué está “dentro” de la persona.

Por ejemplo, un concepto esencial de este tipo para la tradición jurídica es el “libre albedrio” (una combinación peculiar de inteligencia y voluntad). Los criminólogos utilizan un abigarrado enjambre de conceptos, también complejos, como el auto-control, la tensión, la anomia o el aprendizaje. Para los psiquiatras, muchos psicólogos y otros expertos en ciencias de la salud, la razón hay que buscarla en constructos psicopatológicos que sirven para este cometido, tales como los “celos”, los “delirios de amenazas y pérdida de control” o las “obsesiones”.

El comportamiento violento, en tanto que paradigma de la conducta criminal, no es simplemente la respuesta mecánica y automática de un individuo a un estímulo concreto o a una situación determinada – al modo de un instinto - es la vía final común de una estrategia psicológica que pretende solucionar un conflicto, real o imaginado, dañando y/o sometiendo a otro individuo. Por tanto, es el resultado de una interacción concreta entre los determinantes individuales y los situacionales. La acción violenta es una conducta, una acción y tiene siempre, como mínimo, estos dos determinantes: la persona y la situación.

Pero a los psicólogos nos interesan, especialmente, los determinantes individuales. Además de la decisión de actuar ¿qué otros determinantes son los que están detrás de la conducta violenta?

Primera observación para responder a esa pregunta: la conducta violenta la ejercen todo tipo de individuos humanos (incluso no-humanos) -- niños, niñas, adolescentes de ambos sexos, adultos, jóvenes, talludos, viejos y ancianos. Se presentan casos en todas las culturas, etnias y  clases sociales. Personas con enfermedad mental y sin ella, discapacitados y superdotados, analfabetos e ilustrados. Incluso personas dedicadas a la acción asistencial y espiritual realizan, paradójicamente, actos violentos.

Segunda observación importante: todos los humanos, desde muy pequeños, son capaces de realizar conductas violentas. Generalmente se dice que para que un agresor ejerza un comportamiento violento, solo le hace falta “creer que tienen razón para ejercerla”. Los humanos pueden tomar la decisión de actuar de forma tal que nuestras herramientas – la palabra, las manos, etc.. - se pongan a disposición de nuestra motivación e intención violenta. Pero no todos los que podrían hacerlo lo hacen. De hecho, ni en las mismas situaciones e incluso con las mismas biografías personales, no todos los individuos utilizan la violencia con la misma probabilidad que otros. Y aquí es donde la aproximación diferencial aporta conocimientos para explicar esta heterogeneidad y la probabilidad de que ciertos individuos la ejerzan en determinados escenarios.

¿Qué variables de diferencias individuales psicológicas son relevantes en la explicación de la conducta violenta y antisocial?

La investigación psicológica y criminológica de naturaleza empírica – desde principios del siglo XX - ha revelado, de forma reiterada, las siguientes evidencias:

En primer lugar, las más relevante es la inteligencia. Seria largo y prolijo relacionar los estudios que han demostrado una estrecha relación entre inteligencia y violencia. Las evidencias y los datos, desde que se tiene la posibilidad de medir la capacidad intelectual, son tozudos: a menor nivel de inteligencia (sin necesariamente situarnos en el rango de la deficiencia mental) mayor probabilidad de aparición de conductas violentas.

En segundo lugar, las disposiciones temperamentales. En concreto, la inestabilidad emocional (o “neuroticismo”), tiene una sustancial relación con la conducta criminal y violenta. Conviene recordar que el conglomerado de rasgos de este “cluster” (el miedo, la ansiedad, la irritabilidad, etc…) es el más importante de los que afectan a la delincuencia y la violencia. Después, y por orden de tamaño del efecto, aparecen rasgos como la impulsividad, la temeridad, la búsqueda de sensaciones y el gusto por el riesgo (o el más genérico la “deshinibición comportamental”). Por último, aunque con menor relevancia, la dominancia, la sociabilidad y la susceptibilidad al aburrimiento.

En tercer lugar, pero con una gran confusión en cuanto a los resultados empíricos, aquellas variables que agrupamos bajo la etiqueta de rasgos caracteriales (o de naturaleza socio-cultural). Aquí merecen un espacio muy importante las actitudes (naturalmente las antisociales) que siendo el primer factor de riesgo de conductas criminales, son unas grandes desconocidas en la tradición de estudio “diferencialista”, ya que no se han investigado de forma sistemática. Y esto es un gran déficit. Lo mismo pasa con otras dimensiones de este tipo, tales como las necesidades, las motivaciones y los valores. Poco se ha hecho y, por tanto, poco se puede decir de estas dimensiones en relación con la conducta violenta y criminal.

Pero hemos de precisar que todas estas variables de diferencias individuales, que actúan como factores de riesgo en relación a la conducta violenta, pueden influir de dos formas: proximal y distal.

La “forma proximal”, es decir pueden influir en la toma de decisiones situacional inmediata que antecede a la propia conducta violenta. La conducta violenta es provocada por la decisión de actuar y las dimensiones psicológicas de diferencias individuales “influyen” en esa toma de decisiones, junto a otras variables presentes. En ese especial momento, la decisión previa a la acción, no solo actúan las disposiciones sino también otros factores. Pero las disposiciones psicológicas son de efectos “consistentes y estables”, y, por tanto, caracterizan la respuesta como más o menos probable de ese individuo. Esto es lo que atribuimos a la personalidad o individualidad psicológica del delincuente o del agresor.

Aún así, hay otra forma de entender cómo las disposiciones y capacidades psicológicas afectan a la conducta violenta y delictiva. Es la que alude a la causalidad “distal”. La inteligencia, el temperamento y las actitudes actúan de forma sistemática a lo largo del desarrollo del individuo, en su conducta diaria y habitual. Actúan como factores de efectos acumulativos a lo largo del desarrollo del individuo. Cada toma de decisiones, cada conducta concreta está afectada de forma no-aleatoria por las variables que constituyen la matriz básica de personalidad del sujeto. Ese efecto se produce:

1) de forma conjunta, todas las disposiciones y capacidades actúan conjuntamente siempre.
2) estos factores de riesgo tienen efectos ponderales diferentes según las demandas de la situación y el momento del desarrollo del individuo
3) actúan acumulativamente condicionando la secuencia de desarrollo individual.

Esta visión “distal” de los efectos de las variables de diferencias individuales son, quizás, la auténtica explicación de las llamadas trayectorias o carreras delictivas. Son un ejemplo de la importante primacía del sujeto en la construcción de su trayectoria vital, de su biografía, y, por tanto, de sus propios aprendizajes.

Pero estos efectos van más allá de los efectos ambientales que le rodean, puesto que ha sido él mismo quien ha provocado que le rodeen, mediante sus elecciones consistentes. Como sostuvo Matt Ridley, un claro ejemplo de “nature via nurture”.





8 comentarios:

  1. Buenas tardes, Roberto;
    Antonio, como siempre, excelente. El otro día, al leer la entrada, el comenté a Roberto que estaba "de acuerdo y en desacuerdo" en una red social.
    Así, mi único punto de desacuerdo, si es que puede considerarse así, sería el de las "elecciones consistentes".
    Escribo "desacuerdo" pero en realidad debería escribir "dudas" en relación a este punto: que las DDII influyen en cómo el individuo "elige" su ambiente y en cómo interpreta el mismo no sería el objeto de discusión. Antes bien, el punto está en lo que podríamos llamar las "elecciones inconsistentes".
    ¿Por qué un individuo con todo en contra no delinque o, al contrario, por qué un individuo con todo a favor sí lo hace?
    En este sentido, y siguiendo la lógica de la ponderación de factores (y, teniendo en cuenta que algunas variables individuales están sujetas a cambios influenciados o inducidos por el ambiente), mi cuestionamiento iría encaminado a si es posible, precisamente, otorgar un peso a cada tipo de factor para valorar el riesgo de forma atinada.
    Especialmente, cuando cada vez se habla más en el campo acerca de las emociones vinculadas a las situaciones, los efectos moduladores de las creencias, etc.
    En este sentido, me gustaría saber tu opinión al respecto.
    ¡Muchas gracias de nuevo por tu estupendo post!
    ¡Un abrazo!
    Pedro
    PD: ¡gracias también por tu invitación a debatir, Roberto!

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  2. Gracias por el comentario Pedro.

    Seguro que Antonio responde con mayor precisión, pero ahí va mi percepción sobre lo que expresa el post (que no tiene por qué coincidir para nada con su visión).

    Los factores personales ejercen un efecto a largo plazo, ayudan a comprender la estabilidad y la consistencia en la conducta.

    No cabe duda de que los factores situacionales son relevantes, pero, y aquí está la clave, una gran parte de las situaciones están ‘genéticamente cargadas’.

    Nos dirigimos activamente hacia determinadas situaciones y nos alejamos de otras. Existe una especie de gravitación hacia las situaciones que nos atraen.

    El ambiente influye, pero no cualquier ambiente porque a) no nos exponemos a ellos y b) es experimentado diferencialmente según las diferencias de personalidad (una situación X no es igualmente ansiógena para un individuo N+ que N-, por ejemplo).

    Los genetistas de la conducta han mostrado esta clase de efectos muchas veces a través de los diseños habituales de gemelos, familiares y de adopción.

    Ojalá se hiciesen más a menudo estudios epidemiológicos comparando la trayectoria vital de hermanos que han crecido en la misma familia. Estoy seguro de que permitiría obtener realmente valiosa. Así ha sido en el campo de las capacidades y sería igual o más útil en la comprensión de lo que Antonio denomina carreras delictivas.

    Saludos cordiales, Roberto

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  3. Gotz, M. J., Johnstone, C., & Ratcliffe, S. G. (1999). Criminality and antisocial behavior in unselected men with sex chromosome abnormalities. Psychologial Medicine, 29, 4, 953-962.

    The incidence of criminality among XYY men was elevated above the general population, but not above the population of men of comparable IQ. The elevated criminality may be mediated by low intelligence levels, rather than height even aggression.

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  4. Apreciado Pedro

    Gracias por tu interés y pregunta. Mi respuesta tiene dos componentes vinculados.

    La primera sobre la "consistencia/Inconsistencia". En mi post consistencia debería haberse calificado de "trans-situacional y trans-temporal", es decir no tanto en que sea consistente la elección del ambiente con la respuesta que el sujeto da (es decir una persona predispuesta al delito elige un ambiente pro-delito y naturalmente - por consistencia- delinque (o al revés que es el caso en que se acude a la resiliencia - que no es ni mas ni menos que una combinación de alto CI, medio-alto Neuroticismo y media-baja extroversion - para explicar esa "inconsistencia" que querría decir algo así que hace lo contrario de lo que el ambiente le condiciona).

    Lo que quería decir es que los sujetos predispuestos al delito eligen de forma "repetida" situaciones/ambientes pro-delictivos. Esta repetición lo es tanto en la dimensión "transtemporal", es decir a lo largo del tiempo (de niño, adolescente, joven...) o "trans-situacionalmente", es decir "elige estos ambientes en la escuela, en el ocio, en la familia..." Ya después de unas cuantas elecciones, a sus predisposiciones se le añaden los aprendizajes, así que conforme se "desarrolla" va reafirmando sus disposiciones/capacidades en forma de habilidades y competencias. Ej. un niño impulsivo en la primaria empieza a hacer conductas inadecuadas en el patio, algunas otras en casa en casa...y de allí se derivan algunas habilidades (engañar, pegar...), después, en la adolescencia ya se escapa del colegio, va a las discotecas sin tener la edad, se inicia el consumo de drogas, hace algún pequeño hurto en unos almacenes con un colega... (ahora ademas se saber engañar, lo hace mejor, pero también ya consume drogas, ha empezado a robar, etc...) Ahora además de sus disposiciones pro-delictivas ya tiene hábitos delictivos, etc... A estas elecciones de los "mismos o análogos" ambientes es a lo que me refería en el post.

    En cuanto a la segunda pregunta. Saber ponderar los factores de riesgo de este comportamiento de forma analítica distinguiéndolos entre ellos. Varios estudios longitudinales, sobre todo los de Loeber y Stouthammer-Loeber en relación al estudio de Pittsburg, lo han dejado muy claro. Los factores de riesgo situacionales tienen un efecto (medido en términos de "odds ratio" o de "tamaños del efecto") distinto según la edad del infractor. Estos estudios de tipo longitudinal son muy determinantes porque evidencian el proceso de desarrollo del delincuente de una forma muy detallada. Por tanto a la hora de utilizarlos en la practica profesional (por ejemplo como predictores) deben usarse de forma diferencial según la edad del sujeto que estamos analizando. Un mismo factor, por ejemplo el consumo de drogas es un potente predictor de la conducta delictiva en la infancia pero es un predictor de bajo efecto en la adolescencia.

    Seguro que las respuestas a tus preguntas podrían dar mucho más de sí, es decir alargarse más, pero espero ayude a clarificar este aspecto en cuestión.

    Saludos
    Antonio

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  5. Tomar en cuenta para todo este análisis dos temas más:
    La influencia de conseguir, mostrar y alardear entre sus pares y finalmente usarla.

    La influencia de los medios de comunicación como espejo de imitación.
    Muchas Gracias. Oreste Giglio depescara1957@yahoo.com.ar

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  6. Aclaración: ...conseguir,mostrar ARMAS .......

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  7. Estoy de acuerdo con el ultimo comentario, en la mayoría de los estudios no se tiene en cuenta el valor simbólico de la tenencia de un arma especialmente en manos de personas socialmente resentidas desocupadas y viviendo en paises subdesarrollados de por vida.

    Este es un coctel tremendo,un camino de ida.
    Nissho Iguay

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  8. “Pero la experiencia es a veces una falacia al atribuir grandes efectos a circunstancias insignificantes. Más de una persona se ha distraído lanzando trocitos de un palo a un arroyo y observando su avance; cómo quedan retenidos primero por un obstáculo fortuito, luego por otro; y cómo de nuevo se facilita su curso hacia delante mediante una combinación de circunstancias. Puede imputar gran importancia a cada uno de los acontecimientos y pensar hasta qué punto el destino del palo estaba dirigido por una serie de pequeños accidentes. No obstante, todos los palos acaban atravesando el arroyo, y, a la larga, acaban desplazándose casi a la misma velocidad. Lo mismo sucede con la vida, en lo que se refiere a los diversos accidentes que parecen tener tanta repercusión en nuestras carreras. El único elemento que varía en los distintos individuos, pero que es constante en todos ellos, es la tendencia natural; que corresponde a la corriente del arroyo y que inevitablemente reclama sus derechos” (Francis Galton, citado por Wright, 2001, p. 22).

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